viernes, 18 de diciembre de 2009

¿Podremos evitar el Apocalipsis climático? - IntraMed - Arte y Cultura -




16 DIC 09 | Copenhague 2009
¿Podremos evitar el Apocalipsis climático?
La reunión de Copenhague renueva las expectativas de evitar el Apocalipsis climático, que esta vez, a diferencia del año 1000, la guerra nuclear –el enfriamiento global–, el Y2K, apocalipsis de otros tiempos ya olvidados, parece ser una amenaza cierta


Página 12

Por Marcelo Rodriguez

Fundada o no, la impresión común sobre la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático –COP-15– que se está realizando hasta el 18 de diciembre en la capital danesa gira alrededor de una idea: la de una gran oportunidad de salvar al planeta del colapso. Casi nada. No hace falta mucha matemática para calcular la expectativa que carga este encuentro, del que participan unas 15 mil personas de casi todos los países.

Algo genera más expectativa aún: a diferencia de lo que sucedió en el Protocolo de Kioto, el anterior acuerdo para reducir los gases que generan el efecto invernadero a nivel planetario –firmado en 1997 y vigente hasta 2012–, esta vez también participa Estados Unidos, que junto con China y la India son los mayores emisores mundiales de esos gases, fundamentalmente dióxido de carbono, metano y óxido nitroso. ¿Cuál será su forma de asumir la responsabilidad en el calentamiento global?

El primer límite realista es que, por tal circunstancia, muchos se conformarán con hacerles poner la firma en un acuerdo que sea vinculante, es decir: que obligue a los firmantes bajo pena de sanción a cumplir con las resoluciones que se deriven de estas discusiones. ¿Cuánto bajarán las exigencias de tal acuerdo en caso de que se logre, tan sólo por lograr esas firmas? Es otra de las grandes incógnitas.

¿Quiénes discuten en Copenhague? En principio, cada uno de los gobiernos de más de 190 países designaron su comitiva de representantes: embajadores, legisladores, diplomáticos. Cuando Barack Obama anunció su presencia en Dinamarca pareció hacerse carne la idea de que la cosa iba en serio, y empezaron a anotarse varios otros primeros mandatarios, entre ellos Lula da Silva y Cristina Fernández.

Los representantes oficiales serán quienes negocien y firmen los acuerdos. Y volverán, cada uno a su país, a hacer números. Pero también forman parte de la tropa los grupos de expertos, que están haciendo de apoyo para debatir los aspectos técnicos de cada posible medida o acuerdo cuya implementación se estudie, basados –en general– en los cálculos de los científicos del IPCC, que tienen evaluadas las posibles consecuencias del cambio climático en curso ante cada escenario de crecimiento económico y de recambio hacia energías “limpias”.

Y además los integrantes de la sociedad civil, a través de asociaciones ambientalistas y sociales y otras organizaciones no gubernamentales, también tienen su lugar en la COP-15 en carácter de veedores. Y ésta es una de las razones por las que la militancia ecologista en todo el mundo le confiere cierta legitimidad a este encuentro, al que apuesta más fichas que a los realizados por la Organización Mundial del Comercio o la OCDE –el club de los 20 países más ricos–, que sólo dejan la protesta como forma de participación. Los daneses, igualmente y por las dudas, no dejaron de anunciar a los potenciales troublemakers lo cómodos que son los calabozos de la tierra del filósofo Kierkegaard y del príncipe Hamlet para pasar la Navidad, el Año Nuevo y hasta enero, all inclusive.

El austríaco Yvo de Boer describió los que serían para él, como secretario ejecutivo de la Unfccc, que es el Convenio Marco de la ONU para el Cambio Climático, los imperativos categóricos de este encuentro en Copenhague: regular la emisión de gases de efecto invernadero, especialmente en los países con crecimiento más acelerado (India y China aumentaron entre 100 y 150 por ciento sus emisiones en 15 años) y discutir cómo financiar tanto el recambio energético hacia tecnologías “verdes” como la mitigación del impacto ecológico –y de rebote, el impacto social y humano– del cambio climático en los países pobres.

Los números que se manejan como posibles objetivos (lo reconocen casi todos) son arbitrarios. Reducir para el año 2020 un 40% la emisión de gases de efecto invernadero respecto de los valores de 1990. O sea, grosso modo: que Estados Unidos, por ejemplo, tome la decisión de quemar un 40% menos de petróleo y que, si no está dispuesto a restringir su consumo energético, convierta en esta década que se inicia casi la mitad de su energía en energía limpia y renovable (siguiendo a rajatabla el Protocolo de Kioto, Dinamarca habría logrado una reducción del 19%). Que la proporción de gases tóxicos en la atmósfera no pase de 450 partes por millón para el año 2050, lo cual si se hace caso de las proyecciones del IPCC respecto de las consecuencias para la vida de las especies (incluido el hombre) y los ecosistemas sería un resultado de por sí poco pretencioso.

Con respecto al calentamiento global, el número que el sentido común imperante en Copenhague baraja como meta es que la temperatura promedio del planeta no suba más de 2ºC en este siglo XXI. Sin embargo, según el IPCC, la temperatura ya subió un grado desde el inicio de la Revolución Industrial hace 200 años, y habría 0,8ºC más de aumento asegurado sólo por los gases de efecto invernadero que ya se han liberado a la atmósfera, porque su efecto es retardado. O sea: si cesara toda la actividad económica mundial, ya estaríamos casi al límite. Son infinitas las conjeturas y especulaciones que pueden hacerse acerca de esta sensación de que se entra al partido perdiendo por goleada. Hay quienes aseguran que incluso la idea de acabar con el capitalismo sería menos ambiciosa que ganar este partido.

Esos objetivos de la COP-15 vienen prefigurándose desde el encuentro del Unfccc hecho en el 2007 en Bali, que fue su preparativo directo. Y un punto interesante es que esta conceptualización supone un cambio. Porque en el Protocolo de Kioto había sólo dos tipos de países: los “desarrollados”, o responsables máximos del calentamiento global por su proceso de industrialización, y los países “en desarrollo”, víctimas de las consecuencias.

Pero en la COP-15 ya se adelantó el cambio de esa tesitura por la impronta de que, aun teniendo en cuenta los grados de responsabilidad, “todos somos responsables”. ¿Cómo “convencerán” a China y a la India de frenar su ritmo de crecimiento? Las grandes naciones industrializadas deberían reducir sus emisiones pero también, sobre todo, financiar la transferencia tecnológica a los países más pobres para crecer y desarrollarse sobre la base de formas de energía “verde”, amortizar los daños económicos que implicaría parar la deforestación –y en esto países como Brasil o Perú irían a la cabeza de ciertas responsabilidades, independientemente de su carácter de “ricos” o “pobres”– y mitigar las consecuencias sociales de los inminentes daños al ecosistema.

Un dato quizás auspicioso: hay cálculos difundidos por la ONG Greenpeace que ubican esta ayuda de dinero necesaria para los países menos desarrollados en unos 140 mil millones de dólares anuales: es mucho menos de lo que invirtió el gobierno estadounidense este año (700 mil millones) para salvar al sistema bancario de su crisis.

Pero tiene sus bemoles esta posible nueva forma de relación entre las naciones. Por ejemplo: las clases gobernantes de los países más pobres del planeta, ¿son tan pobres también? ¿No tienen, acaso, nada que ver en el empobrecimiento sistemático de sus pueblos? Pero suponiendo que sí tuvieran que ver, ¿habilitaría eso a una suerte de “gobierno global” a digitar las decisiones de gobierno de los países subsidiados en nombre de “la salvación del planeta”, para que esos subsidios –destinados en gran parte nada menos que a cambiar la matriz energética– se ejecuten según lo estipulado? Sean cuales fueren los resultados de la COP-15 –y en pocos días seguramente habrá interpretaciones muy diferentes acerca de si fue un éxito o si fue un fracaso–, el mundo que se viene después de Copenhague tampoco será un mundo sencillo.




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Latinoamérica: El pulmón del mundo enferma

La sequía deja aisladas a comunidades indígenas y convierte el Amazonas en un vertedero de peces - Brasil pide ayuda para frenar el calentamiento.

FRANCHO BARÓN - Río de Janeiro

Tabatinga es una pequeña localidad situada en el corazón del denominado trapecio amazónico, en la frontera entre Brasil, Perú y Colombia. Es una de las áreas más estratégicas del Amazonas, apostadero de contrabandistas y narcotraficantes, donde el ejército brasileño mantiene acuartelado al Octavo Batallón de Infantería de la Selva y un Comando de Control Fronterizo. Al caer la tarde, el pequeño puerto de Tabatinga, bañado por las oscuras aguas del río Amazonas, se convierte en un bullicioso mercado al que arriban los indígenas en sus canoas cargadas con frutas, verduras y pescado. La economía de muchas comunidades indias depende en gran medida de la venta de estos productos y del trueque.

Este año la época de lluvias parece que está llegando con retraso. Una gran sequía azota la cuenca amazónica, y el efecto inmediato es un descenso alarmante de las aguas que recorren en río más largo y caudaloso del planeta. Según los expertos consultados por Greenpeace Brasil, desde julio el río Negro ha experimentado una decrecida de más de trece metros. Técnicamente, la situación se puede denominar de sequía extrema. Así que si las aguas bajan, la navegación puede ser inviable en determinados tramos del río, dejando aisladas algunas comunidades indígenas. Los indios Ticuna que llegan a Tabatinga para comerciar temen que la situación empeore.

Un basurero

Cerca de Manaos, el río Manaquiri presenta un aspecto desolador. El diagnóstico de Greenpeace es nefasto: "La sequía ha dejado el río seco y ha matado miles de peces. Las canoas y los barcos han quedado encallados en la arena. Los peces muertos generan mal olor y el bonito Amazonas parece un basurero. La población que vive en la región, totalmente dependiente de los ríos, sufre para desplazarse, y el acceso al combustible, la comida y el agua potable queda restringido".

"La sequía de este año, hasta ahora, está asociada con una variabilidad natural. Pero con el cambio climático estos fenómenos pueden intensificarse. Los datos de esta década muestran un aumento de estos fenómenos extremos", señala Antônio Manzi, experto en biosfera y atmósfera amazónica. Según algunas proyecciones de Greenpeace, la selva amazónica corre el peligro de desaparecer completamente. Otros informes menos apocalípticos señalan una destrucción del 83% del Amazonas en 2100.

Brasil llega a Copenhague con la responsabilidad de quien atesora el mayor pulmón de planeta: aproximadamente el 60% de los 6,9 millones de kilómetros cuadrados de ríos y afluentes que conforman la cuenca amazónica.

El presidente Luiz Inácio Lula da Silva pondrá sobre la mesa de negociaciones una oferta que gira en torno a dos compromisos: una reducción de entre un 36% y un 39% de las emisiones en 2020, y una caída del 80% de la deforestación del Amazonas en la misma fecha. Lula resumía recientemente la propuesta con una de sus provocadoras frases: "Nosotros hablamos menos y hacemos más". La declaración iba dirigida a EE UU y la UE, que el presidente brasileño señala como principales responsables del calentamiento global.

Según el director de Combate a la Deforestación del Ministerio de Medio Ambiente, Mauro Pires, "el 24 % del total de la reducción de emisiones anunciada por Brasil proviene de la reducción de la deforestación del Amazonas". Pires habla avalado por unos excelentes datos registrados en las últimas mediciones del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales, que apuntan a una caída del 45% de la deforestación entre agosto de 2008 y julio de este año. Es un récord histórico, aunque los más de 7.000 kilómetros cuadrados que se perdieron en el último año equivalgan a un área superior a la capital brasileña.

Brasil insiste en que la preservación del Amazonas tiene efectos globales, así que es responsabilidad de todos los países del mundo. El Gobierno de Lula creó hace menos de un año el Fondo Amazonas, de carácter privado y administrado por el Banco de Fomento. El objetivo es reunir donaciones de personas, instituciones y gobiernos que quieran colaborar con la causa. "Ya recibimos una donación de 140 millones de dólares (92 millones de euros) del Gobierno de Noruega, que se ha comprometido a desembolsar hasta mil millones de dólares (660 millones de euros) en 2015. Alemania también ha donado 22 millones de euros. Ahora en Copenhague esperamos nuevos anuncios", declara Pires.

Pero, ¿cuánto cuesta frenar el deterioro del Amazonas? "Centenas de miles de millones sólo hasta 2020 para reducir la deforestación, fortalecer la economía local, consolidar el ecoturismo, y preservar la tierra indígena. Y el problema es que los países ricos no se quieren rascar el bolsillo", sentencia el responsable del combate contra la deforestación.

En la misma línea se pronuncia la secretaria de Estado de Cambio Climático, Suzana Kahn: "nuestra oferta de reducir en un 39% las emisiones representará una disminución de mil millones de toneladas de CO2. Para que esto suceda, es necesario un flujo de financiación por parte de los países desarrollados. Brasil apoya la creación de un fondo global para que los países industrializados destinen el 1% de su PIB a la lucha contra el cambio climático".

Greenpeace, sin embargo, denuncia que existen trampas en los cálculos realizados por Brasil para llegar a su generosa oferta de reducción de emisiones contaminantes. "En el sector energético los números fueron inflados. El Gobierno brasileño ha proyectado unas emisiones que están muy por encima de lo calculado por el Banco Mundial o la Agencia Internacional de Energía. Si inflas intencionadamente tus previsiones de emisiones y después prometes reducirlas en hasta el 39%, el resultado es que la reducción real es mucho menor", afirma Marcelo Furtado, director de Greenpeace Brasil.

El País, Madrid


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el dispreciau dice: No creo en Obama. Necesariamente el debe responder a los intereses de Estados Unidos de Norteamérica. El bien común, equitativo y solidario, comienza y concluye en los intereses y conveniencias de dicha nación que hoy por hoy, acorde con las circunstancias lidera la economía mundial. Los líderes suelen no comprender las tendencias como tampoco interpretar las necesidades y ello se demuestra en que dicha nación acumula décadas de errores estratégicos que han costado millones de vidas en gestas inútiles. Contrario a ello, sustenta un orden y un método destacables que se ve opacado por una interna social pocas veces conocida fuera del ámbito de los Estados Unidos. El cambio climático tiene en dicho país mejores exponentes y defensores [Gore] que su propio y actual Presidente que debe cumplir un rol adecuado a su función... lo demás son discursos, igual que siempre.
No creo en Copenhague como tampoco he creido en Kyoto, ambos consensos son atropellados por detrás a través de intereses y conveniencias de los países que sustentan la economía mundial y esencialmente defienden las propias a cambio de la exclusión creciente que marca a la raza humana de los últimos trescientos años. Ni Japón, como tampoco China o sus socios, mucho menos la Europa tradicional desean dejar sus espacios para subirse a la aventura de ver algo distinto a lo que está, sencillamente porque sus economías viven de este estatus.
La raza humana está sometida a la estupidez de un concierto político y económico que la ha inducido a su propio suicidio, a su propia extinción porque ha violado todos y cada uno de los factores que hacen a la estabilidad de una naturaleza que tiene vida propia, ajena al ser humano. Pensar hoy en extraer miles de toneladas de oro, plata, estaño, cobre, etc., a cambio de destruir indiscriminadamente glaciares sólo para salvar el fondo económico de países que finalmente eclosionarán socialmente mientras sus arcas están llenas de cosas que no producen nada y tampoco dan de comer, es otro exponente de la estupidez humana, política y económica y sus respectivas variables. Lo mismo sucede con el petróleo que quita el sueño al mundo árabe, y los aliados en la inconsciencia (Venezuela, Brasil, y tantos otros) que sólo están diezmando la capa de protección que teníamos contra el manto de magma lo cual está produciendo que la Tierra se recaliente y las tierras se tornen "quemadas".
Pareciera que aquellos que tienen sus almas vacías y sus cerebros quemados por la avaricia y la angurria no ven hacia dónde nos dirigimos todos en un concierto de dolor que anuncia un final no deseado por los muchos y que no interesa ni un ápice a los pocos que hablan de misericordia pero no escatiman esfuerzos en depredar todo lo que hallan a su paso.
La naturaleza se sacudirá el polvo y así como así la humanidad pasará a ser un recuerdo... Nada hay superior a ella ya que gracias a ella y sus ritmos, vivimos desde hace varios millones de años.
Los videos, las iniciativas así como los reclamos no hacen mella en espíritus viciados de inexistencia, unos porque se ubican y guardan en sus propias soberbias, otros por sus necedades, los más por sus obsecuencias con las manos que le acarician los egos. Mientras el ser humano no use la ciencia para hacer de este mundo un "futuro sustentable" o como me gusta decir un "mañana necesario" y sólo se concentre en depredar y fabricar circunstancias que dan de comer a pocos excluyendo a muchos, nada cambiará y la humanidad seguirá la triste senda a su propia extinción, mal que nos pese.
No creo en las mentiras organizadas por los intereses y sus interesados.
No creo en el hombre dueño de la vida de los demás.
No creo en la obsecuencia de los roles.
No obstante mis creencias y convicciones, las realidades son bien otras y en este mundo desquiciado prevalecen las estupideces por sobre los sentidos de necesidad y comunidad. Desde mi humilde saber y entender la desidia de pocos está arrasando el futuro de muchos, esencialmente está exterminando el mañana necesario (por los que nos siguen). Creer que los daños son reversibles es propio de los espíritus viciados de nulidad... que hoy cunden y dominan. Diciembre 18, 2009.-

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