sábado, 9 de enero de 2010

miserables... la otra cara de la política argentina


PANORAMA TUCUMANO
Los miserables

Sábado 9 de Enero de 2010 | Las situaciones de presunta extorsión a beneficiarios del plan "Argentina Trabaja" son un síntoma cabal de que las precarias políticas laborales se han tornado crónicas. Por Alvaro José Aurane - Editor de Política.


Temprano, nomás, 2010 vino a mostrarle a los tucumanos lo peor de la política.
Lo ocurrido con Verónica Aidee Pedernera es tan sólo una postal del infierno. La vecina de la Costanera, ese sector tan paupérrimo como peligroso de Banda del Río Salí, vive en una casilla precaria y desvencijada. Obtuvo la tarjeta de débito con la cual cobrar $ 1.200 mensuales (unos $ 300 menos que la canasta familiar básica real) pero se la quitó una puntera. Y le dijo que no iba a ser el Gobierno nacional el que decidiera cuánto iba a cobrar.
Esa misma extorsión la viven muchos otros tucumanos. Para el caso, 24 horas después de que la vecina del barrio Soldado Argentino efectuara su denuncia en la seccional 11ª, ya aparecieron otras dos mujeres que manifestaron formalmente que a ellas también les pidieron que entragaran la tarjeta magnética con la cual retirar sus remuneraciones: después les "dirían" cuánto les correspondía a cada una.
Si los hechos se circunscriben a las márgenes del río Salí es porque la Costanera es la sucursal de un verdadero inframundo. Esa porción del Gran San Miguel de Tucumán es, en sí misma, un paradigma del subtropical e impune tercermundismo provincial. Ahí adentro hay un universo de vergüenzas privadas y, simultáneamente, un cosmos de públicas desvergüenzas.
Es, sin más, el bestiario de la política tucumana. Y los monstruos que lo conforman detentan los más espantosos pelajes.
Cuando estalló ahí, durante el verano pasado, el alarmante flagelo del "Paco", el legislador peronista Pedro Hugo Balceda advirtió que había punteros políticos que, durante las campañas electorales, repartían drogas ilegales a cambio de votos. Luego, el parlamentario de Aguilares (al que muchos de sus pares hoy siguen sin saludar) se retractó de una manera rayana en lo vergonzante. Pero lo revelador de su denuncia consistió en que muchos tucumanos, y muchos dirigentes, no se sorprendieron con lo que se estaba diciendo.
Ahora llegó el turno de la extorsión. Como si fuera una retorcida sustanciación de la canción infantil "Los maderos de San Juan", los desocupados de Banda del Río Salí piden pan y no les dan. Peor aún: se lo quitan.
La buena noticia, en este punto, es que se está hablando sólo de dinero. Son infinitas -e infinitamente graves- las cosas que se pueden pedirle a un menesteroso, o a una menesterosa, aprovechándose de que su único menester es sobrevivir.
En el reino de la pobreza, lo único para repartir es miseria.

Marginalidad e ilícitos
El clientelismo es esto. No es la visión aburguesada de que, una vez cada dos años, se compra un voto a cambio de un bolsón.
El clientelismo es esta lacra mediante la cual la asistencia que da el Gobierno a los pobres, con fondos provenientes de los impuestos que pagan los que no son ricos, se desnaturaliza de tal manera que termina por dejar de ser un derecho. Por el contrario, se torna una prebenda, un favor que da un puntero a cambio de algo. Por ejemplo, de la mitad de ese "favor".
Esa expoliación no es un mecanismo: es la lógica clientelar en estado puro. El clientelismo y sus ejercedores no quieren que sus "clientes" vivan mejor, porque eso atenta contra su propia lógica: sólo quieren dar paliativos, pero mantener a todos en la perversa red de la dependencia.
No hay atenuantes para el hecho de que un desocupado que recibe un beneficio social, a cambio del cual tendrá que trabajar, deba entregar una parte a quien sólo le llenó una planilla y cuya única gestión consistió en conocer a un político que se encargará de inscribir el listado.
En esa relación existe solamente la marginalidad. Y, por pura coherencia existencial, esa marginalidad también pone a la víctima al margen de la ley. En muchos casos, deben estar de acuerdo con el que los extorsiona para prestarse al fraude en perjuicio del Estado: los programas nacionales no están hechos para el enriquecimiento ilícito del dirigente sino para paliar la hambruna de la mitad de los argentinos, que son pobres de toda pobreza.

Conocidos y apañados
El purgatorio en el que penan los empobrecidos tucumanos, que deben pagarle a un puntero para conseguir asistencia social del cada vez más millonario Estado, es patrocinado por la política.
Los punteros que someten a los desocupados, a su vez, trabajan para otros punteros. Y estos otros dirigentes no son ignotos personajes: los conocen concejales, intendentes y hasta funcionarios de del Ejecutivo. Es más, trabajan con ellos todos los "hombres públicos" cuya tarea no es diseñar políticas públicas sino mantener abonado el territorio, acicateándolo a fuerza de asistencialismo.
En rigor, el resultado de los comicios de 2003 en el distrito de la capital ya debería haber espabilado a toda la provincia respecto de que se pelea por cada voto como si fuera el último: en esas elecciones, el peronismo perdió la intendencia de la capital por 17 votos de diferencia, a manos de Fuerza Republicana.
Entonces, a los dirigentes que actúan violando la ley (presuntamente, claro está) no sólo los ubica sino que también los apaña la clase dirigente. Porque lo de "Argentina Trabaja" no es nuevo.
Para el caso, el fiscal general federal, Gustavo Gómez, precisó que es probable que este año se sustancie el juicio oral y público contra media docena de procesados, acusados de quedarse con un porcentaje de lo que se pagaba a beneficiarias del plan "Jefas y Jefes de Hogar Desocupados".
Complementariamente, dos detenidos por la reciente denuncia de Verónica Pedernera ya habían sido aprehendidos hace dos años, en diciembre de 2007, cuando lo Policía los sindicaba como cabecillas de lo que el Gobierno describía como "intentos de robo y del caos generado en los puestos comerciales" de Banda del Río Salí. Resulta cuanto menos llamativo que 24 meses después, estén directamente involucrados en las cooperativas de desempleados del programa nacional.
Pero esta situación, lamentablemente, tampoco es nueva.
Durante el electoralísimo 2007, dos comunas rurales fueron intervenidas por el Poder Ejecutivo: El Chañar y Cebil Redondo. La causa: sus respectivos comisionados habían sido detenidos por orden de la Justicia Provincial, por presuntas irregularidades en el nombramiento de personal. Consistían en que había vecinos pobres que recibían -casi a modo de caridad- unos pocos pesos a cambio de realizar, incluso, trabajos en domicilios particulares. Sin embargo, cuando se inscribieron en planes para desocupados, el Anses les informó que estaban nombrados en las comunas, con sueldos superiores a los $ 1.000. Hubo allanamientos y detenciones. Y, después, nombramientos de los ex delegados comunales en el Poder Ejecutivo.

Sufragios y derechos
Al final, y en contra de los discursos políticamente correctos, la verdad verificada en la práctica es que los votos sí le dan derechos a quienes los poseen. Al menos, ellos actúan como si efectivamente fuera de esa manera.
Hay punteros que, como gozan del favor de políticos que les dan cupos de planes, de bolsones y de colchones, se consideran con derecho a quedarse con parte de lo que reciben los pobres.
En otra escala, en la Legislatura el oficialismo considera que ser mayoría equivale a tener la razón: aprobó sin dar explicaciones el Presupuesto 2010: proclamó que hacía valer "los números del bloque".
La Casa de Gobierno da facilidades a la radicación de hoteles de capitales extranjeros, pero no de industrias con capitales tucumanos que deben ir a Santiago del Estero, porque ganar los comicios le dio ese derecho.
La Presidencia de la Nación atropelló el Banco Central y echó por decreto a su titular porque él no está de acuerdo con usar reservas para pagar vencimientos de la deuda externa. Y quien cuestione las conductas linderas con el unicato es golpista: el kirchnerismo llegó al poder con el voto del pueblo y con eso basta.
De paso, es evidente, las víctimas siempre serán los anónimos desocupados. Y los victimarios castigados nunca serán algo más que punteros barriales.

Ganar y perder
Lo ocurrido con el programa "Argentina Trabaja", sacado a la luz por LA GACETA, produjo sacudones en la Casa de Gobierno.
El gobernador, José Alperovich, rápido de reflejos, manifestó desde la primera hora que cualquier presión contra los beneficiarios debía ser denunciada. Sin embargo, propios y extraños lo notaron ayer meditabundo respecto del escándalo de las denuncias.
En su entorno se deshacen en explicaciones. En limpio, un par de funcionarios de primera línea advierten que el Gobierno, aún conociendo que podían darse situaciones como la denunciada por Pedernera, decidió implementar el programa (sólo se aplica aquí y en Buenos Aires) porque consideran que la relación "costo político / beneficio social" bien lo vale. Calculadora en mano, advierten que "Argentina Trabaja" dejará unos $ 35 millones mensuales entre los salarios de los cooperativistas y la inversión en materiales. Este mes, abundan, deben comprar 8.000 palas, 600 hormigoneras, 1.200 desgranadoras, 120.000 bolsas de cemento y miles de ladrillos. En síntesis, unos $ 210 millones en seis meses, que (les encanta repetirlo) irán al almacen del barrio y al comerciante tucumano.
Pero la discusión no es esa.
Un debate pasa por la multiplicación de municipalidades que hay en la Provincia. Lo que se vio en la Capital (además de la Secretaría de Obras Públicas del municipio tienen injerencia en los trabajos locales el Ente de Infraestructura Comunitaria y la Dirección de Arquitectura y Urbanismo) ahora se verá en los distritos aledaños. Por ejemplo, Yerba Buena tiene unos 700 empleados y, en esa ciudad, funcionarán 20 cooperativas, de 60 beneficiarios cada una. O sea, 1.200 trabajadores más con sueldos estatales.
Como agravante, buena parte de toda esta fuerza laboral deberá ser destinada a la limpieza y el desmalezamiento de los accesos del Gran San Miguel de Tucumán, servicio que deberían prestar las municipalidades formalmente constituidas. O sea que el trabajo de miles de cooperativas será destinado a tareas que las administraciones locales incumplen alegremente, porque no hay consecuencias por esta inacción.
Pero aún estas discusiones son, inclusive, secundarias frente a los sucesos que han salido a la luz en los últimos días. Lo que ha quedado expuesto en denuncias policiales, allanamientos judiciales y detenciones es que Tucumán exhibe, palmariamente, los síntomas de una provincia donde las precarias políticas laborales se han tornado crónicas. Por supuesto, lo que se ve no es culpa del alperovichismo, pero el alperovichismo tampoco es inocente.
Lo demuestra la propia estadística oficial, que a pesar de tener una confiabilidad sumamente escasa, aún denuncia lo crítico de la situación social tucumana. Un ejemplo son los datos esquizofrénicos sobre la desocupación: suben y bajan abruptamente de un trimestre para otro. Señal de que el trabajo legítimo es, aquí, un bien escaso.
Es decir, si se detuvo a los responsables de presuntas prácticas extorsivas, se ganó una batalla importante en una guerra trascendental que se viene perdiendo de manera apabullante.


Contra los discursos políticamente correctos, se verifica que muchos políticos asumen que los votos les dan derechos.

El clientelismo no es la versión aburguesada de que una vez cada dos años se compra un voto con un bolsón.
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el dispreciau dice: para la clase política la pobreza es un negocio monumental y así está demostrado en cualquier rincón del país donde inescrupulosos intendentes venden sus dignidades a inescrupulosos gobernadores que se muestran obsecuentes con el poder unitario que nos rige, todo ello rodeado de oportunismos piqueteros y conveniencias miserables de excluidos erigidos en líderes de la indigencia extrema. Todo es naturalmente curioso tanto como espantoso. La degradación social que se percibe en la Argentina enseña hasta qué punto la incapacidad de gestión y la necedad + soberbia + desprecio + burla + antojos + atropellos + vejaciones + disimulos, dan como consecuencia la desintegración de la república, mientras los discursos recitan lo bien que están (ellos). Patético. Enero 09, 2010.-

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