domingo, 31 de enero de 2010

VOLUNTARIOS


Editorial II
El voluntariado debe crecer
El trabajo social voluntario le hace bien a una sociedad que necesita reflejarse en quienes son ejemplo de solidaridad

Noticias de Opinión: Domingo 31 de enero de 2010 | Publicado en edición impresa

La catástrofe de Haití, entre tantas desdichas, permitió recuperar para la primera plana de los diarios una zona luminosa: la tarea denodada de los voluntarios de todo el mundo que, agrupados en distintas ONG y asociaciones, estuvieron junto al pueblo caribeño tratando de paliar su desgracia.

La labor social de los voluntarios, particularmente en la Argentina, a pesar de que viene desarrollándose con gran intensidad no ha recibido todavía la atención que merece. Justamente, el 5 diciembre pasado, en ocasión de celebrarse el Día Internacional del Voluntariado, el presidente de Cáritas, monseñor Fernando Bargalló, exhortó a los voluntarios a continuar con su trabajo "silencioso e incansable". El obispo los definió como "personas sensibles a la realidad de pobreza y sufrimiento".

Es cierto, la proeza de la inclusión de las comunidades más pobres y excluidas está quedando últimamente más en manos de esas personas sensibles que trabajan en todo el país, antes que en las de los funcionarios.

Es importante reparar en que, según el Indice Civicus de la Sociedad Civil Argentina, son casi 105.000 las entidades dedicadas a servicios comunitarios, en las cuales colaboran cerca de 1.800.000 personas. Y lo más importante es que, de esos participantes, muchos, cada vez más, son jóvenes estudiantes, secundarios y universitarios. Efectivamente, ya se ha vuelto una costumbre para muchos estudiantes secundarios transformar su viaje de egresados en un viaje solidario a alguna localidad del interior de la Argentina, sobre todo a escuelas, para aportar no sólo materiales de todo tipo, tan necesarios para continuar la vida allí, sino -lo que es más importante aún- para hacerse presentes para compartir la vida diaria de la comunidad durante una semana o más, según el tiempo que hayan destinado al viaje.

Otro tanto ocurre con los universitarios, que en toda la Argentina se suman a participar de proyectos solidarios. Hemos ya hablado en estas columnas, por ejemplo, de quienes integran la ONG Un Techo para mi País, y también están los que, proviniendo de distintas casas de altos estudios públicas o privadas, coinciden en sus esfuerzos por el bien común, como los que trabajan en Manos en Acción, y visitan a niños y adolescentes en las villas, para procurar alejarlos de la droga, o los que integran grupos de Noches de la Caridad, cuando, cargados de termos con café o sopa caliente y galletitas, salen por la noche a recorrer la ciudad y a acercarse a los que viven en la calle, gente de todas las edades, no sólo para compartir la comida, sino también para hablar con ellos y hacerles compañía.

Aunque, bueno es repetirlo, la tarea de los voluntarios no podrá nunca, por mejor que sea, reemplazar la función indelegable del Estado de velar por la seguridad y la dignidad de vida de los ciudadanos, debe alentarse el hecho de que esta actividad de personas sensibles e incansables crezca. Su presencia mayoritaria le hace bien a una sociedad que ha pasado por muchas crisis y necesita reflejarse en aquellos de sus integrantes que son ejemplo de solidaridad y compromiso con el prójimo.

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Editorial IIEl voluntariado debe crecer

El trabajo social voluntario le hace bien a una sociedad que necesita reflejarse en quienes son ejemplo de solidaridad

lanacion.com | Opinión | Domingo 31 de enero de 2010


el dispreciau dice: en un momento en que nuestra sociedad no encuentra el piso y elude el techo,... en un momento en el que el mundo es patrimonio de las patentes y los derechos intelectuales... en un momento donde reina la soberbia de los pocos y las pobrezas de los muchos... en ese momento, es bueno detectar las "referencias" que proporcionan aquellos que hacen una tarea "voluntaria" por el simple hecho de contribuir en algo a mejorar la vida del otro. Para algunos esto significa una estupidez, para otros una parte de las utopías, para no pocos esto es parte de la vergüenza "del no pertenecer"... esencialmente quien asume un aporte, liberado de ataduras, recibe una medalla virtual que se otorga a sí mismo por la simple satisfacción de "ayudar" al necesitado. Silenciosamente. Sin que nadie sepa más de su entorno y muchas veces sin siquiera ser interpretado ni tampoco valorado por el mismo. Hoy, para mucha gente todo tiene precio y ninguna mano se abre si no es por plata (dinero). El mundo está más proclive a dar vuelta la cara que a proporcionar una mano... eso lo provoca la desidia, pero también la necesidad íntima de evitar la burla de aquellos otros que desmerecen cualquier iniciativa solidaria, genuinamente solidaria (no para evitar impuestos y otros sucedáneos). Este mundo humano está definitivamente tergiversado y es por ello que demanda una lección de la naturaleza y sus órdenes superiores... una lección que no le deje dudas a nadie que los poderes naturales exceden largamente a las soberbias humanas y sus consecuentes desidias llenas de desprecios injustificables... pero claro, la soberbia no atiende a los valores y sólo se concentra en las necedades que fabrican negligencias. La historia está repleta de ejemplos no aprendidos... por eso, los hijos de las tinieblas superan en número a los hijos de la luz. Las miserias humanas dominan pero el tiempo disponible para depredar es ciertamente escaso, menor a un nanosegundo... ya que en el universo el reino de la luz es inapelable aunque sus condiciones no sean siempre comprendidas, menos aceptadas, poco asumidas... Enero 31, 2010.-

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