martes, 27 de abril de 2010

VOLUNTADES CONTRAPUESTAS


Roberto Delgado
Prosecretario de Redacción
rdelgado@lagaceta.com.ar

PANORAMA TUCUMANO
Mil esfuerzos para que nada cambie


Martes 27 de Abril de 2010 | La denuncia de las madres de chicos adictos muestra que, en prevención de adicciones, estamos en el mismo lugar que en diciembre de 2008.


El Estado logró que desde las denuncias de fines de 2008 de las "madres de la droga" hasta la marcha bajo la lluvia del viernes pasado de esas mismas madres se volviera al punto de partida. "No tenemos dónde rehabilitar a nuestros hijos" y "la venta de droga no ha disminuido y hay más quioscos en Villa 9 de Julio y La Costanera", dicen. Las denuncias son similares a las que desencadenaron espectaculares operativos sociales y policiales en los barrios de la costanera del río Salí y que merecieron el sorprendido elogio de la comunidad. Pero algo falló, si estamos en el punto de partida.

No es que no se haya hecho nada. Desde la Navidad de 2008, cuando un asesinato en La Costanera desató la furia vecinal contra un vendedor de droga, la Policía no paró de hacer detenciones e incluso se desmanteló la actividad de una familia de Villa 9 de Julio sindicada como la distribuidora de drogas. Desarrollo Social organizó un gigantesco operativo para trabajar con las familias de los jóvenes adictos. Se renovaron los acuerdos con ONGs para tratar a chicos drogodependientes. Se inauguró el centro Las Moritas para tratar con adictos mayores de edad: hay seis internados. Se sancionó una Ley provincial de Prevención de Adicciones elogiada por todos los legisladores. ¿Y entonces?

Un problema es que las vallas para contener la marea son o insuficientes o inadecuadas. En el caso de la acción policial, se sigue deteniendo a pequeños adictos o trafiadictos y no se ha buscado un enfoque global de lucha contra un fenómeno que supera ampliamente lo poco que puede hacer una Policía mal preparada para esto. Se detiene a bolicheros, no a narcotraficantes, mientras la corriente, como el agua del río, se ramifica por donde encuentra caminos.

Por el lado de la prevención, el fenómeno también los desborda. Mientras Desarrollo Social dice que recibe a dos o tres chicos adictos por semana en los talleres o en los centros de día, los juzgados de Menores reciben un aluvión de ocho o 10 menores adictos por día. "Son verdaderos esqueletos en vida. Ya tenemos gran parte de la juventud perdida", dijo el juez Raúl Ruiz.

La ley de Prevención de Adicciones aún no está vigente; no tiene presupuesto y la están reglamentando sin que se sepa cuándo se formarán los grupos operativos para hacerla efectiva.

Tampoco se entiende que el Gobierno insista con su proyecto de un centro de internación para mayores de 18 años sin causas penales, cuando la enorme mayoría de chicos adictos son menores y en problemas con la ley. La única explicación es que los funcionarios crean que es mejor reprimir al enfermo incurable y conflictivo y no tratar de salvar al chico que empieza a caer en la tentación de la droga. Los mismos médicos del Estado lo dicen: "El gran problema de Tucumán es no tener un lugar para internar pacientes adolescentes con causas penales", afirma Luis Carbonetti, jefe del servicio de Asistencia del Hospital Avellaneda.

¿Hasta dónde entendemos el fenómeno de las adicciones? ¿Sabrán el policía, el juez, ministro, el legislador, el periodista, lo que es caer en alguna adicción y luego tratar de dejarla? ¿Ser fumador y vivir el infierno de dejar el cigarrillo; obeso y tratar de comer menos, o tener alguna adicción más fuerte? Si a una persona con fuerte contención afectiva o económica le resulta difícil, ¿por qué piensan que esos adolescentes que tuvieron una infancia muy negra (al decir del juez Ruiz) y que viven en un contexto degradado, podrán salir solos de su drama?
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