viernes, 25 de junio de 2010

EL MAYOR DESASTRE INDUCIDO POR EL HOMBRE


El domingo, el pasto de la Bahía de Barataria, en la costa de Louisiana, Estados Unidos, estaba totalmente impregnado de petróleo
Foto:

6000 millones de litros diarios de petróleo derramandose en el mar
Accidente del tercer tipo
Fernando Diez
Para LA NACION

Noticias de Opinión: Viernes 25 de junio de 2010 | Publicado en edición impresa

El mayor accidente ambiental de los Estados Unidos ha sido causado por las nuevas tecnologías de exploración petrolífera subacuáticas, capaces, por primera vez, de perforar en el océano a profundidades descomunales. Su enorme costo puede ser afrontado por el alza del valor del crudo y por la creciente desesperación de la sociedad industrial para obtenerlo a cualquier precio.

La rotura de la boca del pozo de British Petroleum en el Golfo de México, a 1500 metros de profundidad, libera una cantidad imprecisa de petróleo crudo y gas a alta presión, entre 16000 y 25000 barriles diarios (más de 4 millones de litros que las más recientes evaluaciones han elevado a más 6 millones) varias veces lo admitido en un principio por BP. Y esto no es por sólo dos o tres días, porque nadie sabe exactamente cómo reparar el desperfecto. Varios intentos fallaron y un funcionario de BP declaró que eso nunca ha sido intentado antes respecto de "Top Kill", nombre con que se bautizó el más ambicioso intento (también fallido) de detener la pérdida.
El tiempo de la "duración" del accidente ya se mide en meses, mientras el petróleo sigue brotando libremente del fondo del mar, dispersándose en la superficie, dañando la fauna marina y contaminando las costas y playas. Destruye la industria pesquera, cuya temporada estaba por comenzar, así como también la del turismo de verano. Afecta no a miles, sino a millones de personas en un área geográfica del tamaño de países enteros.

BP ya perdió 70.000 millones de dólares en valor accionario, pero la cifra del daño ambiental es todavía imposible de cuantificar. Como no termina de acontecer, sino que acontece diariamente, el accidente se trasmite en vivo en los noticieros de CNN en EE.UU., y ante la pregunta de los periodistas sobre cuánto podría durar si no se lograba contener la fuga, los expertos contestaron que el agotamiento del yacimiento podría demandar varios años. Al escribirse esta nota, todavía nadie estaba en condiciones de asegurar que eso no sucedería. Es que precisamente el tamaño del yacimiento es lo que justificó tan costosa y profunda exploración. Hay allí una relación lógica entre las escalas del beneficio potencial, el riesgo ambiental y el accidente. Como dijo el presidente Obama: "[?] Tenemos que reconocer los riesgos inherentes de perforar 4 millas por debajo de la superficie de la Tierra, riesgos que sólo van a aumentar a medida que la extracción de petróleo se haga más difícil", anticipando su iniciativa para reducir la dependencia del petróleo de los EE.UU.
La ponderación del riesgo ambiental debe comenzar por distinguir el tipo potencial de accidente al que nos exponemos. El buque Exxon Valdez, que en 1989 derramó alrededor de 40 millones de litros de petróleo en Alaska, tenía una cantidad limitada de petróleo. El pozo de BP tiene la capacidad de seguir emitiendo una renovada y permanente cantidad de petróleo durante un tiempo ilimitado.

En este sentido, los acontecimientos de los últimos años revelan que el hombre ha creado las condiciones para dar lugar a la posibilidad de una nueva categoría de accidente que podemos llamar del "tercer tipo". El primer tipo de accidente sería el producido por causas naturales o, más precisamente, por la exposición del hombre a esas causas, clásicamente, la inundación o el terremoto, que afectan a una población. Fenómenos naturales poco frecuentes que sorprenden la imprevisión humana destruyen, a veces, ciudades enteras. Los accidentes del segundo tipo serían los producidos por el colapso de las invenciones humanas, un desastre producido por el propio defecto de las construcciones humanas o el modo en que son operadas, tal el caso del descarrilamiento de trenes, el choque de buques o la caída de un avión. Pero en estos casos, el accidente se consume a sí mismo. Se desencadena súbitamente y termina con el propio fin de la estructura fallida, el buque que se hunde, el edificio o la presa que se desploman. En los accidentes del tercer tipo, en cambio, el accidente no se consume a sí mismo, sino que continúa ocurriendo, produciendo activamente daño durante un tiempo ilimitado. Los accidentes del tercer tipo son accidentes artificiales, pues son producidos por un imprevisto fracaso de los dispositivos creados por el hombre, que desatan un proceso autoalimentado.

Estos accidentes eran desconocidos en los siglos anteriores, cuando la capacidad del hombre de alterar los equilibrios naturales era pequeña. Tal vez el primer accidente del tercer tipo haya sido la explosión de la central nuclear de Chernobyl, cuyo colapso liberó una radiación incontrolada que ha hecho inhabitables las ciudades vecinas. Chernobyl tiene la capacidad de seguir emitiendo radicación durante siglos, hecho momentáneamente conjurado por el sellado con hormigón de la central. Sin la heroica acción de más de mil bomberos (hoy todos muertos debido a su exposición a la radiación), la mitad oriental de Europa sería hoy probablemente inhabitable.

En el accidente del tercer tipo, el daño que el accidente sigue produciendo en el tiempo no es consecuencia de un efecto residual, sino de un efecto activo y expansivo continuamente renovado. Un accidente que tiene la capacidad de afectar el medio ambiente en una escala geográfica y en un lapso que puede ser fatal para la supervivencia de especies enteras o para el propio ser humano.

El filósofo francés Paul Virilio nos anticipó las emergentes formas del accidente artificial en tres escenarios: el accidente nuclear, el accidente biológico y el accidente informático.

El accidente del pozo del Golfo de México nos revela que el accidente geológico ahora también es posible; que la acción humana y su creciente capacidad técnica es capaz de desencadenar fuerzas cada vez mayores y desate accidentes de escalas antes desconocidas.

Las insaciables necesidades energéticas de la sociedad contemporánea están empujando los límites de la audacia técnica a fronteras desconocidas, lógica que nos conduce a accidentes cada vez mayores. La exploración petrolífera está demostrando que la mayor capacidad tecnológica no se detiene ante un riesgo que todavía no sabe medir. Los técnicos que luchan contra el pozo profundo del Golfo de México se parecen al Mickey Mouse de la película Fantasía de Walt Disney, desbordado por las escobas encantadas, a punto de ahogarse en el agua que les ha ordenado traer.

Somos empujados, por la ambición o la necesidad, al precipicio de nuestra propia destrucción. Pero como nos advirtió Goethe en la moraleja del aprendiz de hechicero: "No has de poner en marcha mecanismos que no sepas cómo detener". © LA NACION

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Fernando Diez

lanacion.com | Opinión | Viernes 25 de junio de 2010


el dispreciau dice: mientras deliberamos acerca de la potencial y eficiente contaminación del Río Uruguay, o de las mineras de San Juan, o la destrucción sistemática de los glaciares, o la contaminación con cianuro para extraer oro, entre otros actos acordes con la estupidez humana, otro desastre que arrastra la mente hasta los límites de la calamidad y la vergüenza está sucediendo mientras Usted trabaja, duerme, come, se ducha... y lo del Golfo de México ya duele, y mucho. Si mal no recuerdo, cursamos el día 67 del desastre sin que nada de la tecnología humana sirva para parar semejante atropello a la naturaleza. Esto ameritaría una reprobación conjunta de la raza humana, sin embargo nadie atiende este llamado a la sensatez, ya que todos estamos ocupados en vivir como se puede, mientras unos pocos se dedican denodadamente a apropiarse de nuestros esfuerzos, en nombre del Fondo Monetario Internacional y sus recetas viciadas de nulidad, o en nombre de otras organizaciones internacionales de crédito que sólo sirven para dar trabajo a los inútiles mientras se lo quitan a los que sirven... dicho esto (catarsis), me sorprende que ninguna organización internacional se haga eco del desastre y sus eventuales (para nada despreciables) consecuencias sobre el mar y sus especies, sobre las costas y las suyas, y sobre el hombre común que ve azorado como sus paraísos se ahogan en el lodo negro. Ni siquiera las sociedades científicas que permanecen en un curioso silencio... Ayer mismo he publicado en mis blog´s de salud en idioma español (http:herenciageneticayenfermedad.blogspot.com) un informe de la Biblioteca Médica de los Estados Unidos de Norteamérica (MedlinePlus) sobre el "derrame de petróleo", el cual se ha repetido en idioma inglés como "oil spills" en el otro blog conocido como CIENCIAS MÉDICAS NEWS (http://elbiruniblogspotcom.blogspot.com [DOS VECES ES CORRECTO])... pero nada alcanza ante las consecuencias potenciales y las otras que se desvelarán en el futuro. Este desequilibrio pone en evidencia la capacidad humana para vender realidades virtuales, que ocultan desde luego, la impericia y la negligencia para resolver el daño inducido... ¿será esto lo que la tecnología británica pretende hacer en las Islas Malvinas?... de ser así, patrañas políticas y diplomáticas mediante, se contaminará la única región del planeta que aún permanece resguardando la naturaleza... pero curiosamente, salvo las quejas argentinas, nadie dice nada sobre la aventura de extraer petróleo en los mares del sur. ¿Será que se han vuelto locos?... ¿Será que la avaricia les ha nublado la mente, ahogándoles el sentido común tan característico del mundo anglosajón?... algo anda mal, pero los que pagamos el pato somos siempre los mismos. Junio 25, 2010.-

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