sábado, 17 de julio de 2010

La escuela está arruinando a mis hijos - lanacion.com


La escuela está arruinando a mis hijos
Jorge Fernández Díaz

LA NACION
Noticias de Opinión: Sábado 17 de julio de 2010 | Publicado en edición impresa

No es una reunión de rutina, pero el director hace una pregunta rutinaria: "¿Qué espera de nuestro colegio?". Mi amigo Guinzberg, que nunca se agita, le responde:

-Espero que me devuelvan a mi hijo tan bien como se lo entregué.

El director se remueve en su asiento, intranquilo y perplejo.

-Bueno, por supuesto; acá le damos la mayor seguridad educativa y personal -atina a responder.

Al hijo de Guinzberg le han pegado dos palizas en el término de dos meses: una en el recreo y otra en el aula. El chico tiene 16 años; es promedio 9,50; devora libros desde los ocho y lee todos los días el diario. Guinzberg piensa, aunque no se lo dice a nadie, que a muchas de las maestras de 22 años que supuestamente le enseñan cosas importantes a su hijo él no las tomaría en su trabajo ni como recepcionistas. Y le rechinan los dientes cuando el chico vuelve del colegio y profiere frases insólitas sobre la política, el sexo, la divinidad y el destino. La mayoría de esas afirmaciones son políticamente correctas, cuando no directamente incorrectas, y son machacadas con gran pompa y certeza. Justo a Guinzberg, que hace de la duda intelectual toda una filosofía de vida. "Mi hijo está ocho horas por día expuesto a esa radiación, formateado por desconocidos que pronuncian verdades absolutas sobre cuestiones graves", piensa con alarma, pero nunca lo dice. Aunque ahora está más molesto que de costumbre porque, encima de todo, andan hostigando al pibe y el colegio no hace nada.

-Ya no pido que me devuelvan a mi hijo mejor de lo que se lo entregué -le repite al director-. Eso sería sobredimensionar a la escuela. Lo único que le pido es que no me lo devuelvan peor: mediocre, prejuicioso y lastimado.

El director le da, por supuesto, todas las garantías del mundo. Pero a las dos semanas, el chico vuelve a casa diciendo que la única explicación del origen del mundo es el Big Bang y que Wellington es bueno y Bonaparte es malo. Y al mes y medio tres compañeros lo emboscan, le vacían la vianda y le llenan la cara de dedos.

-¿Qué tengo que hacer? -me pregunta Guinzberg, más nervioso que nunca.

-Tu hijo es un genio -le respondo, para darle ánimo-. No conozco a ningún otro chico que lea tanto, y tan bien. Acordate de que los padres de Borges no querían mandarlo a la escuela porque temían que se contagiara de la escarlatina. En realidad, no querían que lo mal formasen los maestros. Al final, después de unos años tuvieron que enviarlo a clase. Borges parafraseaba la broma de Shaw y decía que en ese marzo la escuela había interrumpido su educación.

Guinzberg está impaciente.

-Ese aspecto está perdido, Fernández. ¡Lo están destrozando a trompadas!

Le cuento lo que me pasó en la infancia. Yo era un pibe tímido y soñador, escribía cuentos y leía libros, y en casa no me dejaban ver nada más que El Santo y El Zorro . Mi familia es asturiana, así que en Ravignani 2323 se hablaba en un castellano especial, y cada vez que se me escapaba una palabra española en clase o decía que no había visto tal programa en el recreo, me cargaban. Y luego me arrinconaban y me verdugueaban, y me daban sopapos. Mi vieja, que no había leído a Piaget, tomó una decisión histórica: me metió en una academia de judo. Cuando me hice cinturón amarillo mandé al piso a dos, y me trencé con uno más grande en el patio, ante todo el colegio, que aplaudía. Perdí, pero el respeto que me gané por atreverme fue tremendo: nunca más se metieron conmigo.

-Tiene que haber una solución más civilizada -dice Guinzberg, que es judío.

-Yo deseaba, cuando era chico, ser normal. Porque ser distinto era un gran pecado. Entonces, para que no me jorobaran y ser normal me volvía servil y veía las cosas que ellos veían, y hablaba como ellos.

-Nosotros queremos que los chicos sean distintos -dice Guinzberg, un poco exasperado-. Y ahí los uniforman. Cualquiera es un igual. ¡La gracia es ser un distinto, caracho!

Le damos muchas vueltas al asunto. Y al final, cuándo no, gana la irracionalidad. Guinzberg le mandará una carta documento al colegio.

-Qué racional lo tuyo -le digo.

-¡Ahora los preceptores lo van a tener que acompañar hasta al baño!

-Y qué contento que se va a poner tu hijo?

Los otros dos hijos de Guinzberg son más chicos y menos brillantes, pero más esforzados. Guinzberg últimamente está más concentrado en la trigonometría que en el periodismo. Y es periodista.

-Después está todo ese asunto de disponer de tu tiempo y de tu esfuerzo -dice-. Con el verso de que los padres tienen que involucrarse, el colegio dispone arbitrariamente de nuestras horas. No les enseñan a estudiar a los chicos, y descuentan que después de la doble escolaridad, nosotros nos sentaremos con ellos a estudiar horas tras horas, haciendo de maestros sustitutos. Todo para que no fracasen en los exámenes. Porque si fracasan ellos, fracasamos nosotros. ¡Nosotros, que pagamos el salario de los profesores! ¿Te das cuenta? Nos hacen ver la primaria y la secundaria todas de vuelta. Y ni hablar de las reuniones. Reuniones para cualquier cosa, ceremonias y carnavales escolares, y quermeses y la pucha que lo tiró.

Está intratable. Y cuando Guinzberg está así es mejor no decir nada. Al rato, paga el vermut y propone:

-¿Y si abrimos una escuela? Debe ser un buen negocio.

Le suena el celular. Lo veo irse por Ravignani hacia Santa Fe. Está hablando con uno de sus hijos. Lo sé porque todavía oigo su voz. Está hablando de la clorofila. Se detiene a ver un cartel de un gimnasio colocado en los altos de una casa. Hay una extraña palabra que está escrita en azul y que es más grande que todas las demás: Taekwondo.

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La escuela está arruinando a mis hijos

Jorge Fernández Díaz

lanacion.com | Opinión | S?do 17 de julio de 2010


el dispreciau dice: existen evidencias del burn out social tanto como de la desintegración que cursa la misma. Hoy, más comunicados que nunca antes, estamos recluidos cada uno en el mundo que le ha tocado, distante del otro, suceptibles ante la más mínima insinuación, y al mismo tiempo defendiendo una individualidad que preserve el "uno mismo"... y en las escuelas argentinas se suceden distintos problemas que se van acumulando sin recibir atención y desde luego sin contar con los aportes para una solución de fondo. Los contenidos que hacen funcionar a las escuelas están temiblemente desactualizados, al punto que los alumnos se sumen en una desmotivación constante, que sólo los habilita a mirar páginas pornográficas, jugar a asesinar a otros al tiempo que se les reponen las vidas como si se tratase de una góndola de supermercado, lo que da como consecuencia una definida de intención de aislar a aquellos que se salen de esa mediocridad, discriminándolos y si es posible, discriminándolos. ¿Cuál es la fuente de semejante calamidad social?... la tinelización de la televisión, la presencia de medios periodísticos que hacen de la descalificación un culto y de los dramas ajenos una telenovela, las telenovelas que enseñan lo m{as bajo de la condición humana, donde enseñan a la sociedad la importancia de ser "botinera" y correr tras cuentas bancarias, antes que estudiar biología molecular o física nuclear, y desde luego el facilismo se instala y tu escuchas que el discurso político y empresario indica: "usted puede cambiar el canal, es libre"... pero no te dicen que en todos los canales es la misma cantinela, triste, pésima. Como buen viejo mi vida se concentra en pocas emisoras: en radio, fm millenium [106.7]... y en televisión, por orden, el canal Encuentro (un hallazgo), canal 7 y su programación, a veces mejor, otras peor, pero al menos guardando cierta coherencia, y más allá el Discovery, H, y el Nat Geo, cuando los temas valen la pena, ya que me parecen aberrantes algunas de sus expresiones... caso contrario, lectura, ya que allí se baña la mente. Pero lamentablemente los docentes ya no están en condiciones de contener a sus alumnos, justamente porque no hay mecanismos genuinos para hacerlo, para abrirles la mente para que busquen otras horizontes, y así una porción importante de los jóvenes siguen el modelo del alcohol, la droga, el desprecio, y la disociación. El concepto "tribu urbana" los define bien, ya que se trata del primitivismo exacerbado aflorando en gente que no hace nada por nadie y tampoco por sí mismo. ¿Todos son así?... indudablemente son muchos más los que andan por las buenas sendas que los que van a contramano, pero los medios cultivan dedicidamente el morbo social, enseñando cuán importante es la basura. Quizás, la mediocridad de la sociedad se sustenta en la propia mediocridad de los medios... ¿y los esfuerzos de los muchos?, no son atendidos por los medios. No se destacan las capacidades ni tampoco los talentos, antes bien se chapea con títulos de "los más pobres" de condición, dejando de lado a las miles de cosas que diariamente se hacen para construir un país en serio... y eso mismo sucede en muchas escuelas, donde los padres depositan sus hijos encaminándolos hacia un destino incierto. Hoy, las casas y sus contenidos están en conflicto, el matrimonio lo está, la Iglesia lo está, las empresas lo están, y desde luego la clase política es ejemplo de perversidad... ¿entonces?, sólo cultivando valores genuinos y preservándolos de tanta barbarie podrá asegurarse la existencia armónica de una sociedad. Existen muchos nichos en Argentina donde se sostiene lo que se desprecia en los medios, pero el periodismo está muy ocupado en tratar de sostener a los modelos de las eternas conveniencias, sea en la selección de fútbol, o sea donde les facilitan las cosas para acrecentar el desmadre social. Mis mejores amigos eran judíos, brillantes, talentosos, capaces, esforzados... ninguno se quedó en el país. Algunos otros amigos que se han cruzado por la vida, han huido despavoridos o han muerto en el intento, y el país ha perdido materia gris a cambio de cultivar la zozobra. Triste. Hoy la historia se repite con mis hijos, ya adultos, y nietos. Pero el problema sigue sin resolver... porque no hay interés en atenderlo, y así nos vamos desmantelando, fabricando décadas infames como la del 70, en toda su extensión, o como la del noventa, con la instalación de la frivolidad y el fabuloso negocio del narcotráfico... la que cursamos en el nuevo siglo, enseña que aún no descubrimos dónde está el agujero del mate...por ahora, lo que es importante para nuestra deficiente clase política, no lo es para la sociedad que está ahogada por mediocres protegidos por el poder, mientras tanto, el ejemplo lo da quien deja la banca para no quedar mal con el diablo... Julio 17, 2010.-

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