martes, 3 de agosto de 2010

OBVIEDADES

La ciencia de revelar lo revelado
Marcelo Birmajer
Para LA NACION

Noticias de Opinión: Martes 3 de agosto de 2010 | Publicado en edición impresa

Con cierta frecuencia, nos llegan de ultramar titulares tales como "Científicos franceses descubren que la música favorece el acercamiento entre las personas" o "Científicos norteamericanos descubren que los frecuentes desacuerdos entre hombre y mujer se deben a sus diferencias biológicas".

El titular está seguido de una serie de estadísticas, de ejemplos, de los nombres de los científicos y de la universidad o la fundación en la que se desempeñan. Pero nunca me abandona la sospecha de que todo es una patraña.

El hombre de las cavernas ya conocía los detalles de lo que estos científicos acaban de descubrir en sus laboratorios; de modo que ¿por qué una universidad o una fundación subvencionarían a un grupo de lumbreras cuya tarea semanal es confirmar que los hombres son más proclives a mirar a las mujeres de formas opulentas que a respetar los semáforos?

Mi primera hipótesis, repito, es que se trata de una farsa: en algún lugar del planeta, sin más concurso que el de una computadora con conexión inalámbrica, un grupo de pícaros venden todas las semanas una revelación estridente: "Las goteras hacen difícil conciliar el sueño". Siempre según mi primera hipótesis, la epistemología de la "revelación" es tan falsa como el nombre de la universidad y de los científicos. Pero yo no soy de los que hacen encuestas ni investigan; así que no puedo confirmar el fraude.

Partamos de la base de que realmente se trata de un grupo de científicos franceses, ingleses o norteamericanos. Ahora esos países sufren una recesión, pero hubo momentos en que gozaron de una situación económica realmente holgada. Llegaban al laboratorio, no tenían mucho que hacer, en Francia o Inglaterra tal vez jugaban un picadito con alguna pelota hecha de fibra sintética; en Estados Unidos quizás improvisaban un diamante de béisbol, con cuidado de no romper las probetas. Miraban por la ventana. Escuchaban la radio. De pronto, alguno exclamaba: "¡¿A quién puede importarle cómo solucionar el tema del hambre en el mundo?! La humanidad está urgida por saber si un perfume agradable favorece la atracción entre las personas. Hagamos una encuesta. Viajemos de una punta a otra del Globo. Pasemos por Disney y terminemos la investigación en Cancún".

-¡De acuerdo! Y pidamos la subvención de una gran marca de fragancias.

Acto seguido, labraban un acta y lanzaban su primicia: "Existen fragancias femeninas levemente afrodisíacas que despiertan la curiosidad de los hombres". Las investigaciones posteriores confirmaban sus descubrimientos.

Es probable que la primera de estas conquistas científicas banales haya sido fruto de la casualidad o del aburrimiento; pero entonces, los mecenas de las ciencias vieron el filón: "La gente ya no se interesa por la novedad. Viajar a la Luna, al centro de la Tierra, descubrir un planeta nuevo no califica. La novedad está agotada como concepto. ¡La sorpresa actual es vender lo conocido como si fuera un descubrimiento! Presentemos como noticia el hecho de que las mujeres bonitas son mejor atendidas en los comercios".

-Pero eso lo sabe todo el mundo? Presentarlo como noticia es una paparruchada?

-No si lo dice un científico de Harvard. ¡Manos a la obra!

Y así se lanzó el nuevo género. "Mirarse a los ojos es una forma de intimidad." "Muchas personas no creyentes recurren a rezar ante situaciones de emergencia." "Los comercios ponen vendedoras bonitas para atraer la atención masculina."

Sin embargo, la cantidad de perogrulladas también es limitada. Y cada vez habrá que acudir a ejemplos más ramplones. Por ejemplo: "Comerse las uñas es un indicativo de ansiedad".

No hay que esperar a que se agote esta tendencia para propiciar, desde el mundo en desarrollo, un antídoto. Yo propongo el foro del respeto al lugar común. También podemos constituirnos como laboratorio y contratar científicos, incluso albañiles y jardineros. Nuestra tarea consistirá en negarnos a aceptar confirmaciones científicas de los lugares comunes de la condición humana.

Nuestro primer comunicado podría postular: "A la gente generalmente no le gusta andar transpirada. No sabemos bien por qué ni nos interesa. Nos bañamos, nos ponemos desodorante y se acabó." Nuestra segunda misiva: "Si me pago una carrera universitaria es para descubrir una vacuna o construir una nuevo tipo de transporte, no para repetir que las mujeres prefieren a los hombres con buena dentadura".

Este emprendimiento, aunque modesto, podría colaborar para que nuestros actuales Newton y Franklin dediquen su tiempo, por ejemplo, a prevenir los efectos de un terremoto, en lugar de informarnos que las personas prefieren ocultar antes que exhibir sus momentos ridículos. Bueno, excepto los científicos dedicados a revelar lo revelado.

© LA NACION

El autor es escritor. Su último libro es La despedida

La ciencia de revelar lo revelado

Marcelo Birmajer

lanacion.com | Opinión | Martes 3 de agosto de 2010


el dispreciau dice: cuando lo obvio es noticia, hay necesidad de llenar espacios, de allí que la raza humana esté infoxicada (saturada de informes que desbordan la comunicación... sin agregar nada), los medios propicien la infoxicación (intoxicación por información), y que todos los mecanismos de formación y manipulación de la opinión pública estén orientados justamente a desbordar y saturar, de modo que pocos analicen, menos reflexionen, los más acepten. Agosto 03, 2010.-

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