martes, 21 de septiembre de 2010

SIN EDUCACIÓN NO HAY VIDA

Editorial I
Sin educación no hay trabajo
El problema de los jóvenes que no estudian ni trabajan exige cambios para vincular más a la escuela con el mundo laboral

Martes 21 de setiembre de 2010 | Publicado en edición impresa

Los problemas cotidianos postergan a menudo el tratamiento de las cuestiones más severas que afectan a nuestra sociedad. Entre esas cuestiones pendientes, que afectan el presente y el porvenir, está el problema de los jóvenes que no estudian ni trabajan.

Se trata de un tema inquietante, cuya vigencia sólo promete mayores penas en el futuro. Recientes informes de distintas instituciones confirman anteriores datos sobre el tema. Así, la Escuela de Economía de la Universidad Católica Argentina (UCA), en un reciente documento, ubica al 25 por ciento de nuestros jóvenes entre 18 y 24 años en esa franja del no trabajar ni aprender. Por su parte, el Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa) señala que si sólo el 33 por ciento de los alumnos secundarios concluye los estudios de ese nivel en el tiempo previsto, en el 66 por ciento restante están los potenciales repetidores o los que se convertirán en desertores del sistema.

Es obvio que la mayor probabilidad de encontrar trabajo decente -como lo denomina la OIT- exige la posesión de habilidades que se adquieren a través del curso de la escolaridad primaria y secundaria. No prepararse, abandonar las aulas precozmente, torna luego inaccesible el ingreso a labores que den margen a un desarrollo positivo del empleado. Las opciones que suelen presentarse son limitadas, informales, de alta rotación, mal pagas. Esa es la oferta residual que queda para quienes no están mejor capacitados; de ahí que se estime en un 20 por ciento el desempleo de nuestros jóvenes, índice expresivo de la gravedad de la situación.

La dimensión del problema en el panorama mundial es, también, muy seria. La OIT ha estimado en 81 millones el número de desempleados juveniles. Se conjugan en esa cifra dos factores de distinto carácter: baja preparación de los aspirantes y pocas oportunidades laborales para ellos.

Es lógico interrogarse acerca de las causas que inciden en este problema, particularmente en los jóvenes de nuestro país. Al respecto, el director del Idesa, Jorge Colina, pone el énfasis en el deterioro socioeconómico de las familias; la crisis valorativa que padecen las actuales generaciones, en las que se margina el mérito del estudio, el trabajo y el esfuerzo, y la pérdida del sentido de la autoridad.

No es difícil, tampoco, vincular el problema con el descenso en la calidad de nuestra enseñanza. Desde otra perspectiva, el director de la Escuela de Economía de la UCA, Patricio Millán, subraya la importancia de las intervenciones tempranas de la escuela para resolver la problemática de los alumnos que van demostrando con sus ausencias el riesgo de su próximo abandono. Un inicio de ese control fue posible en la primera mitad del siglo pasado en el nivel primario. Esa gestión se llamaba obligación escolar.

Es claro que concierne al sistema educativo y, sobre todo, a la escuela media encarar parte de los cambios necesarios para modificar esta ingrata realidad de jóvenes sin iniciativas para capacitarse ni para proyectar sus vidas hacia el futuro a través de la dignidad del trabajo. Pero el problema es complejo y atañe a la sociedad en pleno.

Esto implica la necesidad de poner en marcha una mejor alianza de las modalidades laborales que ofrezca la escuela con las demandas actuales de la economía o bien una administración racional de planes de ayuda social que no tiente a permanecer en la pasividad a quien recibe un beneficio que lo hace rehén de un gobierno. Así, también, sigue siendo de la familia la tarea de cimentar un sentido de los derechos y también de los deberes que conciernen a los menores frente a la escuela y las obligaciones que ésta supone: aprender, disciplinarse y comprender sus responsabilidades sociales.
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1306667

el dispreciau dice:
1. ARGENTINA contiene hoy a 17 millones de pobres, marginados, indigentes, olvidados, omitidos...
2. Asumiendo que la población argentina es de 40 millones de habitantes (aproximadamente), es fácil pensar que el 50% de su sociedad está técnicamente "excluida"
3. Contener a una población de excluidos de semejante magnitud desmerece a la sociedad misma tanto como a la condición humana
4. Dicha marginación induce a un progresivo alejamiento de los valores, de las pautas educativas, de las responsabilidades, de los compromisos, de la cultura del trabajo, de la consideración de los esfuerzos, del cultivo de las voluntades, de la motivación, del ejercicio neuronal, pero peor aún, pierde el sentido de comunidad y de cultura de la comunidad
5. Argentina acumula en algunos sectores a tres generaciones que no saben qué es la educación ni tampoco qué es el trabajo, por ende está gestando una sociedad frustada y con su dignidad altamente custionada y/o dañada
6. La usencia de políticas públicas que reviertan el modelo de exclusión favorece que éste se expanda al modo de un tumor
7. El modelo de exclusión en Argentina ha cumplido veinte años de continuidad, de expansión, de atropello y de consumir personas y destinos
8. La marginación puede observarse a simple vista en la calle de cualquier ciudad del país, tanto como la exclusión puede apreciarse en el estado de las escuelas, en las vestimentas de los niños o de los adolescentes, en los rostros de los adultos
9. Curiosamente, la falta de pautas educativas y culturales también ha alcanzado a los jóvenes que están contenidos en familias con adecuados recursos económicos, prueba de ello es el alto consumo de estupefacientes, el alto consumo de psicotrópicos, el alto consumo de alcohol, el desprecio por la vida y el culto a "no hacer nada" durante todos los días
10. El Estado ya no es parte de la sociedad argentina, es un "ajeno" que se ha apropiado del poder y somete a las personas a sus designios por fuera de pautas republicanas o bien utilizando mecanismos democráticos para sostenerse al modo de una dictadura. El Estado desconoce las necesidades sociales tanto como las usa para su provecho propio, burlando el destino social tanto como los criterios públicos. Esta no es una conducta de tal grupo o de tales personas, antes bien es una conducta expresada por toda la clase política, sus funcionarios acompañantes, el sindicalismo, el empresariado, dirigentes sectoriales, la iglesia católica, que han descubierto que la "exclusión" es un negocio y que la "pobreza" les asegura perdurabilidad
Septiembre 21, 2010.-

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