lunes, 18 de abril de 2011

OLAS DE DOLOR | TSUNAMI DE SILENCIOS | Dos robots teledirigidos registran altos niveles de radiactividad en Fukushima · ELPAÍS.com

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Dos robots teledirigidos registran altos niveles de radiactividad en Fukushima
Tepco anuncia que necesita medio año para controlar la situación de la planta
AGENCIAS - Tokio - 18/04/2011


Dos robots estadounidenses teledirigidos han entrado en los edificios afectados de la central siniestrada de Fukushima I para medir las cifras de radiactividad, hidrógeno, temperatura y humedad. Los aparatos han detectado elevados niveles de radiactividad en los edificios de los reactores uno y tres, cuyo sistema de refrigeración quedó muy dañado tras el gran seísmo y el tsunami del pasado 11 de marzo. Desde entonces, los operarios de Tepco, la compañía que opera la central, han intentado sin éxito enfriar los reactores para evitar fugas de material radiactivo.

El objetivo de estas mediciones es determinar si los trabajadores de la central podían acceder a dichos reactores para reanudar las tareas de refrigeración, especialmente en el número tres, donde no ha entrado ningún operario desde la explosión de hidrógeno del mes pasado. La lecturas de ambos reactores muestran un "ambiente adverso", demasiado para que los seres humanos puedan trabajar allí, lo que complica las tareas de reparación del sistema de refrigeración. Las cifras se conocen un día después de que la compañía que opera la planta anunciara que espera tener la crisis nuclear bajo control a finales de año.

Mientras, nuevas encuestas de opinión muestran que la mayoría del pueblo japonés están insatisfecho con la gestión del Gobierno de la crisis atómica. Los sondeos, publicados en tres periódicos de ámbito nacional, indican que los japoneses están perdiendo la paciencia, más de un mes después de que el país fuera golpeado por un seísmo de escala 9 y un tsunami devastadores.

Dos terceras partes de los encuestados señalan que apoyan un aumento de los impuestos para pagar la reconstrucción, cuyo coste ha sido estimado en 300.000 millones de dólares, lo que lo sitúa como la catástrofe natural más costosa de la historia.

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REPORTAJE
La historia más triste del tsunami
Okawa llora la muerte de 77 niños y 10 profesores engullidos por la ola gigante
RAFAEL MÉNDEZ | Ishinomaki 18/04/2011



La historia más triste siempre está por llegar, aunque será difícil que alguna empeore la de la escuela de Okawa, donde 77 de sus 108 alumnos y 10 de sus 13 profesores fueron engullidos por el tsunami que el 11 de marzo azotó el noreste de Japón. La escuela, hoy reducida a escombros, ni siquiera está junto al mar, sino en el lecho de un río, el Kitakami, por el que la gran ola ascendió y ganó altura hasta superar los 30 metros. El sábado, el profesor de caligrafía del centro, Ryouichi Sakurada, llevó flores en memoria de los alumnos a los que daba clase cada lunes. "Es peor que un bombardeo", reflexiona.

Junto a los restos de la escuela solo hay silencio. Cuesta hablar. Los soldados retiran lentamente lodo del colegio y unos jóvenes rebuscan entre el fango en busca de objetos de los chicos y los colocan en un improvisado altar. Hay rotuladores, cuadernos, el zumo de la merienda, una manzana, latas de bebida... En medio, una foto de una clase ante un cerezo en flor, el árbol nacional de Japón. Diecinueve niños, acompañados por dos profesoras, hacen la uve de la victoria con los dedos. Los vecinos llegan, dejan flores, se arrodillan un tiempo y se van. Una joven no dice nada. Solo se tapa la boca para intentar contener las lágrimas.

Algunos de los que pasan por allí cuentan la peor de las historias. "Cuando hay un terremoto, la orden es salir al patio. Así que estaban los alumnos y los profesores en la calle", explica Sakurada, que rota por distintas escuelas de la comarca para enseñar los detallistas caracteres del japonés. Unos pocos padres acudieron a recoger a sus hijos tras el terremoto y tuvieron suerte. Del resto no hay noticias. El 70% de los alumnos, de entre 6 y 12 años, están fallecidos o desaparecidos. Y más de un mes después del tsunami una cosa y otra es casi lo mismo.

En ese grupo está Michiko Sato, una niña de 12 años. Su tío abuelo Seiki Sato está ante la escuela con ojos tristes. Él sostiene que "había llegado un autobús a recoger a los niños y que no pudo salir con el tsunami". En realidad ya no importa tanto si hubo autobús o no, o si intentaron subir a un monte cercano, como publicó un periódico japonés.

La gran ola topó contra un dique que hay junto a la escuela y eso hizo que subiera aún más de altura y de violencia. "Es mi opinión, pero si pasó por encima de ese puente llegó a medir unos 30 metros", explica el maestro de caligrafía. "Cuentan que la ola era como un mar negro que llevaba vacas y a gente que pedía auxilio".

Junto a los restos de la escuela hay coches desvencijados y volcados, un puente reventado por el tsunami y una planicie enlodada. Solo una serie de cuadrados de cemento en el suelo que asoman de vez en cuando dan fe de que ahí había un pueblo. De las casas no quedan más que los cimientos.

El terrible tsunami castigó especialmente la costa noreste del país, y dentro de ella, el municipio de Ishinomaki, al que pertenece Okawa, a unos 400 kilómetros al noreste de Tokio. La zona tiene rías por las que se coló el maremoto y ganó altura. Aún hoy es una sucesión de escombros durante kilómetros difícil de describir. Hay barcos en los tejados, redes enredadas en los árboles, carreteras cuarteadas, camiones de soldados, y solo el ruido de las gaviotas.

Parece una guerra, un futuro a lo Mad Max. No es fácil describirlo. Al circular en coche por la zona se comprenden las cifras de la catástrofe: al menos 13.802 muertos, 14.129 desaparecidos y 4.928 heridos. Uno de los pocos que puede dar gracias es Masashi Takeyama, un agricultor de 80 años cuya casa parece la única que se libró del agua. Está un poco más elevada y frente a un tramo del río más ancho. Diferencia suficiente entre la vida y la muerte. Takeyama ha visto cómo su arrozal es ahora un mar de escombros, pero pronto ha plantado cebollas en el patio trasero de su casa. Él es de los pocos que vio el tsunami. "Hubo tres olas. La primera llegó entre 35 y 40 minutos después del terremoto. La primera fue pequeña, media hora después llegó una más grande y después de una hora otra enorme", recuerda.

Takeyama no aparenta la edad que dice y carga una carretilla llena de tierra sin demasiados problemas. Viste un mono azul y una gorra blanca. Explica que cada vez que venía la ola, un grupo de un centenar de vecinos corrían a un túnel que hay en la carretera que da a otro valle y en el que estaban a salvo. Lo que más le impresionó del tsunami fue el rugido ("grrrrr", emula una y otra vez mientras con el brazo hace el gesto de una ola) y cómo subía el agua de forma violenta al chocar con los márgenes del cauce.

La única buena noticia en medio de la desolación la pone una pintada en rojo de alguien que ha querido dar señales de vida y tranquilizar a quien le buscara: "Setsuo Yamashita está en el centro de limpieza". Es lo mejor que alguien podía escribir en Ishinomaki después del tsunami.

La historia más triste del tsunami · ELPAÍS.com


el dispreciau dice: muchas historias se consumieron con las olas, otras tantas se las devoró el agua salada que no reconoce distancias ni tampoco espacios... tal vez lo peor no sea el tsunami en sí mismo, posiblemente lo peor sean los recuerdos de los que quedan de este lado asistiendo al lado amargo de la catástrofe, el tener que vivir sin los afectos y prescindiendo de las rutinas. Por ello, un minuto de silencio no es suficiente para rendir culto a las víctimas arrancadas de sus tiempos... tampoco lo es para sostener sus presencias espirituales. El abismo de silencios es lo único que justifica seguir la senda hacia el mañana necesario. Amen por las víctimas y otro Amén por los sobrevivientes. Abril 18, 2011.-

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