miércoles, 13 de julio de 2011

CRISPADOS POR LA MISERIA

el dispreciau dice: la sociedad argentina ha padecido mucho. Padeció la década de los setenta porque la sociedad se quebró entre ideas e ideologías, pero ya antes había padecido el quiebre entre peronistas y "libertadores", y antes de ello lo había hecho entre radicales y conservadores... la década del ochenta trajo nuevas divisiones entre un peronismo vernáculo y un radicalismo que siempre corre detrás de los problemas... siguió con una década de los noventa donde la infamia trepó al poder y arrasó con la patria, con los sentimientos, con los trabajos, con las voluntades, con los esfuerzos, robándole propiedades a los muchos para transformarlos en pobres inducidos por las conveniencias de una clase política impresentable... en 2001, Argentina se quebró ante el peso de las negligencias y otras tantas impericias jamás reconocidas por sus actores aliancistas. Lo que vino después ha sido padecido por muchos, esto se traduce como mayor pobreza, mayor exclusión, mayor división, transferencia del derecho privado a las anarquías regionales, unitarismo a ultranza, manipulación de la información por parte de las corporaciones de medios y manipulación de la información por parte de un estado cada vez más ausente, comprador de dignidades y atropellador de otras tantas voluntades... El 2011 nos encuentra una vez más, fragmentados, divididos, marginados, quebrados por una inseguridad interminable que es conducida por un narcotráfico que ocupa espacios a expensas de las inacciones "dirigidas" de aquel estado ausente. Pero nuevamente se percibe que Argentina se está adentrando en una nueva de etapa de enfrentamientos de falsas ideas contra falsas ideologías. Argentina necesita una clase política capaz de pensar cómo construir un país y no agregar más corrupción a la pre-existente. El vacío de poder es enorme, mal que nos pese y los éxitos económicos apenas si lo son de circunstancias... Argentina no ha descubierto cómo ser sociedad que agrega valor a sí misma para construir comunidad y desde allí hacer lo propio con el concepto de nación. Indudablemente la clase política está vacía, punto. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires ha triunfado el PRO, grupo político que no es de mi agrado, no por las personas que lo integran, no por las voluntades que convoca, no por las estrategias que se sustentan en acuerdos empresarios raros... pero la ciudadanía le ha dado la derecha y ello es suficiente ya que esas son las reglas de esta mentida democracia (según mi entender). El oficialismo nacional no tiene por qué descalificar a cuanto mal se le cruza... no es bueno para él y mucho menos lo es para la sociedad en su conjunto. Tampoco creo en los fantasmas del pasado que intentan regresar a diezmar aquello que omitieron cuando disponían del poder, no creo en los gobernadores de barro, tampoco en legisladores que transcurren sus días mirando hacia los costados de las necesidades sociales. Como humilde mortal no he coincidido con muchas de las decisiones presidenciales de esta etapa... no obstante ello, di mi derecha (sin significancia alguna) a la Señora Presidente, entendiendo que ella tiene capacidad para estar donde está, lamentando la impresentabilidad de muchos de sus funcionarios empecinados en despreciar a la sociedad argentina que no se les somete. Estamos crispados por la miseria humana, una miseria que está envolviendo un año electoral que condicionará los destinos de los próximos cuatro años. Creo que el modelo Kichner está agotado en sí mismo, agotado por insistir en recetas que sirven una vez pero no dos... también entiendo que no hay una sola alternativa válida que enseñe un valor agregado necesario de cara al futuro. La clase política es una mentira que se retroalimenta y promete males, más negligencias y nuevas impericias. Argentina no se puede dar el lujo de insistir en el fracaso, como tampoco se puede dar el lujo de seguir amontonando pobres (tenemos más de 17 millones de marginados). Peronistas, radicales, socialistas, coalicionistas, macristas, libres del sur o presos del norte, todos demuestran todos los días que el país les importa un bledo y que nosotros, ciudadanos, somos míseros mortales sin valor alguno (en sus consideraciones)... la crispación instalada desde el estado es una pésima guía, el quiebre renovado entre ideas e ideologías nos puede desbarrancar hacia un peor abismo, conocido por nosotros los viejos, desconocido por una juventud que quiere pero no tiene referencias sociales ciertas, todos rodeados por lavados de dineros, corrupciones, tráfico de drogas y personas, prostitución, delincuencia, vejación, burn-out o como quieran llamarle. Junto con ello, el mensaje que baja desde los medios hacia la sociedad es una montaña de basura que omite según sus conveniencias, ejerciendo una manipulación que agota el imaginario colectivo, reflejando lo peor de nuestras capacidades, quizás más de nuestros instintos, los bajos. Los triunfalismos no sirven y Argentina no los necesita. Necesita que sus administradores (los políticos no son otra cosa) aprendan, de una vez por todas, las lecciones y se dediquen a atender a la sociedad, a construir. Ya hemos sido suficientemente arrasados, divididos, quebrados, robados, por militares, sacerdotes, empresarios y políticos que poco y nada saben de patria, aún cuando llenen sus bocas con discursos que hacen referencia a ella. No nos engañemos más, la soja no es la solución de nuestro país... hemos lapidado una década ejerciendo ilusionismo político aprovechado por los pocos amigos del poder, estableciendo un país donde la justicia es una entelequia de intereses y oportunismos. La dirigencia agraria ha demostrado ser pobre e incapaz, nada distinto a lo ofrecido por sus amigos políticos... ninguno entiende que el país debe ser planificado hora a hora... ninguno entiende que este modelo perverso, sustentado sobre otras perversiones del pasado, no da para más... porque la sociedad argentina no lo merece. La clase política cultiva crispación y ello traerá más sufrimientos, sólo eso... pero no les da el alma para entenderlo. Julio 13, 2011.-

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