domingo, 14 de agosto de 2011

EL CULTO A LA ESTUPIDEZ HUMANA ► Un contagio de malas ideas · ELPAÍS.com

[1] ►Un contagio de malas ideas · ELPAÍS.com: "ANÁLISIS
Un contagio de malas ideas

JOSEPH E. STIGLITZ 14/08/2011

La gran recesión de 2008 se ha transformado en la recesión del Atlántico norte: son principalmente Europa y EE UU, no los mercados emergentes más importantes, los que se han visto afectados por el lento crecimiento y alto desempleo. Y son Europa y EE UU los que marchan, juntos o separados, hacia el desenlace de una gran debacle. La explosión de una burbuja condujo a un estímulo keynesiano masivo que evitó una recesión mucho más profunda, pero también impulsó déficits presupuestarios importantes. La respuesta -recortes masivos del gasto- garantiza que los niveles de desempleo inaceptablemente altos (un vasto desperdicio de recursos y un exceso de oferta de sufrimiento) se prolonguen durante años.

Europa y EE UU marchan, juntos o separados, hacia el desenlace de una gran debacle

La Unión Europea finalmente se ha comprometido a ayudar a sus miembros en dificultades financieras. No tenía opción: la agitación financiera amenazaba con extenderse desde países pequeños como Grecia e Irlanda a otros grandes como Italia y España, y la propia supervivencia del euro afrontaba peligros crecientes. Los líderes europeos reconocieron que las deudas de los países en problemas serían inmanejables a menos que sus economías pudiesen crecer, y que el crecimiento no se lograría sin ayuda.

Pero si bien los líderes europeos prometieron que la ayuda estaba en camino, reforzaron su creencia de que los países sin crisis deben recortar sus gastos. La austeridad resultante retrasará el crecimiento europeo y con ello el de sus economías con mayores problemas: después de todo, nada ayudaría más a Grecia que el crecimiento robusto de sus socios comerciales. Y el bajo crecimiento dañará la recaudación tributaria, socavando la meta proclamada de consolidación fiscal.

Las discusiones previas a la crisis ilustraron lo poco que se había hecho para reparar los fundamentos económicos. La oposición vehemente del Banco Central Europeo a algo esencial para todas las economías capitalistas -la reestructuración de la deuda de las entidades en quiebra o insolventes- evidencia la continua fragilidad del sistema bancario occidental.

El BCE argumentó que los contribuyentes deberían hacerse cargo del coste total de la deuda soberana griega en problemas, por miedo a que cualquier participación del sector privado pudiese disparar un evento crediticio que forzara importantes erogaciones sobre los seguros de impago crediticio (CDS) y posiblemente fomentara mayores problemas financieros. Pero si ese es un miedo real del BCE -si no se trata meramente de actuar en favor de los prestamistas privados-, tendría que haber exigido a los bancos que mantengan más capital.

Además, el BCE tendría que haber prohibido a los bancos operar en el arriesgado mercado de los CDS, donde son rehenes de las decisiones de las agencias de calificación sobre lo que constituye un evento crediticio. En efecto, un logro positivo de los líderes europeos en la reciente cumbre de Bruselas fue comenzar el proceso de limitar tanto al BCE como al poder de las agencias de calificación estadounidenses.

De hecho, el aspecto más curioso de la posición del BCE fue su amenaza de no aceptar los bonos reestructurados como garantía si las agencias de calificación decidían que la reestructuración debía clasificarse como un evento crediticio. La idea de la reestructuración era liquidar deuda y lograr que el resto fuese más manejable. Si los bonos eran aceptables como garantía antes de la reestructuración, ciertamente serían más seguros después de ella y, por tanto, igualmente aceptables.

Este episodio sirve como recordatorio de que los bancos centrales son instituciones políticas con una agenda política, y que los bancos centrales independientes tienden a ser capturados (al menos cognitivamente) por los bancos a los que supuestamente deben regular.

Y la situación no está mucho mejor del otro lado del Atlántico. Allí, la extrema derecha amenazó con paralizar al Gobierno de EE UU, confirmando lo que sugiere la teoría de los juegos: cuando personas racionales se enfrentan a quienes están irracionalmente decididos a la destrucción si no logran su objetivo, son estos últimos quienes prevalecen.

Como resultado, el presidente Barack Obama consintió una estrategia desequilibrada de reducción de la deuda, sin aumentos de impuestos -ni siquiera para los millonarios a quienes les ha ido tan bien durante las últimas dos décadas, y sin siquiera eliminar las dádivas impositivas a las empresas petroleras, que socavan la eficiencia económica y contribuyen a la degradación ambiental.

Los optimistas argumentan que el impacto macroeconómico de corto plazo del acuerdo para aumentar el tope del endeudamiento estadounidense y evitar el impago de la deuda soberana será limitado: recortes en el gasto de aproximadamente 25.000 millones de dólares para el año próximo. Pero el recorte en los impuestos sobre los salarios (que contribuía con más de 100.000 millones al bolsillo del ciudadano común estadounidense) no fue renovado, y seguramente las empresas, anticipando las consecuencias contractivas, serán aún más renuentes a otorgar créditos.

La cesación del estímulo es en sí misma contractiva. Y a medida que los precios de los inmuebles continúan cayendo, que el crecimiento del PBI vacila y el desempleo se empecina en mantenerse elevado (uno de cada seis estadounidenses que desean un trabajo a tiempo completo aún no puede obtenerlo), lo que hace falta es más estímulo y no austeridad -incluso para equilibrar el presupuesto-. El impulsor más importante del crecimiento del déficit es la baja recaudación fiscal debida a un pobre desempeño económico; el mejor remedio sería que EE UU vuelva al trabajo. El reciente acuerdo de la deuda es una jugada en la dirección equivocada.

Ha habido mucha preocupación sobre el contagio financiero entre Europa y EE UU. Después de todo, los errores de gestión financiera estadounidense desempeñaron un papel importante en el desencadenamiento de los problemas europeos, y la agitación financiera europea no será buena para EE UU -especialmente considerando la fragilidad del sistema bancario estadounidense y su continuo papel respecto de los poco transparentes CDS.

Pero el problema real surge de otro tipo de contagio: las malas ideas cruzan fácilmente las fronteras, y las nociones económicas equivocadas a ambos lados del Atlántico se han estado reforzando entre sí. Esto será también válido para el estancamiento que esas políticas conllevarán.

Joseph E. Stiglitz es profesor de la Universidad de Columbia y premio Nobel de Economía. © Project Syndicate, 2011. Traducido por Leopoldo Gurman
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[2] TRIBUNA: Laboratorio de ideas PAUL KRUGMAN
La crisis secuestrada


PAUL KRUGMAN 14/08/2011

Les ha dejado la agitación de los mercados con una sensación de miedo? Bueno, pues debería. Está claro que la crisis económica que empezó en 2008 no ha terminado ni mucho menos.


Deberíamos estar reconstruyendo escuelas, redes de distribución de agua, carreteras y demás

Pero hay otra emoción que deberían sentir: ira. Porque lo que estamos viendo ahora es lo que pasa cuando la gente influyente se aprovecha de una crisis en vez de tratar de resolverla.

Durante más de un año y medio -desde que el presidente Obama decidió convertir los déficits, y no los puestos de trabajo, en el tema central de su discurso sobre el Estado de la Unión de 2010- hemos mantenido un debate público que ha estado dominado por las preocupaciones presupuestarias, mientras que prácticamente se ha hecho caso omiso del empleo. La supuestamente urgente necesidad de reducir los déficits ha dominado hasta tal punto la retórica que, el lunes, en medio de todo el pánico en las Bolsas, Obama dedicaba la mayoría de sus comentarios al déficit en vez de al peligro claro y presente de una nueva recesión.

Lo que hacía que todo esto resultase tan grotesco era el hecho de que los mercados estaban indicando, tan claramente como cualquiera podría desear, que nuestro mayor problema es el paro y no los déficits. Tengan en cuenta que los halcones del déficit llevan años advirtiendo de que los tipos de interés de la deuda soberana de EE UU se pondrían por las nubes en cualquier momento; se suponía que la amenaza del mercado de los bonos era la razón por la cual debíamos reducir drásticamente el déficit. Pero esa amenaza sigue sin materializarse. Y esta semana, justo después de una rebaja de calificación que se suponía que debía asustar a los inversores en bonos, esos tipos de interés en realidad se han hundido hasta mínimos históricos.

Lo que el mercado estaba diciendo -casi a voces- era: "¡No nos preocupa el déficit! ¡Nos preocupa la debilidad de la economía!". Porque una economía débil se traduce tanto en unos tipos de interés bajos como en una falta de oportunidades empresariales, lo que, a su vez, se traduce en que los bonos del Tesoro se convierten en una inversión atractiva aunque la rentabilidad sea baja. Si la rebaja de la deuda de EE UU ha tenido algún efecto, ha sido el de acrecentar los temores a unas políticas de austeridad que debilitarán aún más la economía.

¿Y cómo llegó el discurso de Washington a estar dominado por el problema equivocado?

Los republicanos radicales, cómo no, han tenido algo que ver. Aunque no parece que los déficits les importen demasiado (prueben a proponer cualquier subida de los impuestos a los ricos), han descubierto que insistir en los déficits es una forma útil de atacar los programas del Gobierno.

Pero nuestro debate no habría llegado a estar tan descaminado si otras personas influyentes no hubiesen estado tan ansiosas por eludir el asunto del empleo, incluso ante una tasa de paro del 9%, y secuestrar la crisis en defensa de sus planes previos.

Repasen la página de opinión de cualquier periódico importante, o escuchen cualquier programa de debate, y es probable que se topen con algún autoproclamado centrista afirmando que no hay remedios a corto plazo para nuestras dificultades económicas, que lo responsable es centrarse en las soluciones a largo plazo y, en concreto, en la "reforma de las prestaciones", o sea, recortes en la Seguridad Social y Medicare. Y cuando se topen con alguien así, sean conscientes de que esa clase de gente es uno de los principales motivos por los que tenemos tantos problemas.

Porque el hecho es que, en estos momentos, la economía necesita desesperadamente un remedio a corto plazo. Cuando uno sangra profusamente por una herida, quiere un médico que le vende esa herida, no un doctor que le dé lecciones sobre la importancia de mantener un estilo de vida saludable a medida que uno se hace mayor. Cuando millones de trabajadores dispuestos y capaces están en paro, y se desperdicia el potencial económico al ritmo de casi un billón de dólares al año, uno quiere políticos que busquen una recuperación rápida en vez de gente que le sermonee sobre la necesidad de la sostenibilidad fiscal a largo plazo.

Por desgracia, lo de dar lecciones sobre la sostenibilidad fiscal es un pasatiempo de moda en Washington; es lo que hacen las personas que quieren parecer serias para demostrar su seriedad. Así que, cuando la crisis estalló y nos arrastró a unos grandes déficits presupuestarios (porque eso es lo que pasa cuando la economía se contrae y los ingresos caen en picado), muchos miembros de nuestra élite política tenían muchas ganas de utilizar esos déficits como excusa para cambiar de tema y pasar del empleo a su cantinela favorita. Y la economía seguía desangrándose.

¿Qué conllevaría una respuesta real a nuestros problemas? Ante todo, por el momento conllevaría más gasto gubernamental, no menos; con un paro masivo y unos costes de financiación increíblemente bajos, deberíamos estar reconstruyendo nuestras escuelas, carreteras, redes de distribución de agua y demás. Conllevaría unas medidas agresivas para reducir la deuda familiar mediante la condonación y la refinanciación de las hipotecas. Y conllevaría un esfuerzo por parte de la Reserva Federal para tratar por todos los medios de poner la economía en movimiento, con el objetivo intencionado de generar más inflación a fin de aliviar los problemas de endeudamiento.

Lógicamente, los sospechosos habituales tacharán esas ideas de irresponsables. Pero ¿saben lo que es de verdad irresponsable? Secuestrar el debate sobre la crisis para conseguir las mismas cosas que uno defendía antes de la crisis, y dejar que la economía siga desangrándose.

Paul Krugman es profesor en la Universidad de Princeton y premio Nobel de Economía. © 2011. New York Times Service. Traducción de News Clips
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http://www.elpais.com/articulo/primer/plano/crisis/secuestrada/elpepueconeg/20110814elpneglse_5/Tes




[3] ► REPORTAJE: PRIMER PLANO
Se agotan las opciones
Gobiernos y bancos centrales apuran los recursos a su alcance para evitar un desastre tras dos semanas de confusión y volatilidad en los mercados


J. P. VELÁZQUEZ-GAZTELU 14/08/2011

Miedo, confusión, volatilidad. Bastan tres palabras para describir lo sucedido en los mercados en la primera quincena de este tórrido agosto; lo difícil es saber con exactitud qué hay detrás de esos vaivenes, qué fuerzas mueven la montaña rusa emocional en que se han embarcado los inversores y, sobre todo, qué se puede hacer para cambiar una situación que recuerda cada vez más a la de 2008.


Una certeza: nadie está a salvo, llámese Francia, EE UU o incluso Alemania


Agosto está siendo cruel: apenas ha dado una buena noticia para levantar los ánimos. Como si de una burla se tratara, las Bolsas han abierto muchos días al alza, para después caer a plomo con cualquier excusa. "De los muchos acontecimientos económicos del último mes, la caída en picado de los precios de las acciones ha sido, probablemente, el más preocupante", afirma una nota enviada por el banco de inversión Goldman Sachs a sus clientes.

El mes comenzó con la prima de riesgo de España e Italia por las nubes, reflejo del miedo a que ambos países no puedan pagar sus deudas. Volvía a hablarse de rescate como solución. Luego cayó una tormenta de malos datos económicos, que despertaron el temor a una nueva recesión en el mundo desarrollado. El oro, refugio en tiempos de incertidumbre, superó por primera vez la barrera de 1.800 dólares la onza. El viernes 5, casi con nocturnidad y alevosía, Standard & Poor's anunciaba la retirada de la calificación AAA a la deuda de EE UU por primera vez en 70 años. Nuevo batacazo en los mercados.

Después le tocó el turno a Francia. El presidente Nicolas Sarkozy tuvo que abandonar el miércoles la espléndida mansión de la Riviera donde veraneaba -propiedad de la familia de su esposa, Carla Bruni- y viajar a París para asistir a una reunión de urgencia con varios ministros de su Gabinete y el gobernador del Banco de Francia. El país comenzaba a sonar como próxima víctima de los mercados de deuda, y hubo rumores de que Standard & Poor's se disponía a rebajar su nota crediticia, todavía en el nivel más alto. De pronto se disparó la preocupación por la salud de los bancos franceses, especialmente de Société Générale, cuyas acciones recibieron un durísimo castigo.

Para frenar los ataques de los especuladores, el Banco Central Europeo (BCE) se decidió por fin a comprar bonos españoles e italianos. La decisión, que detuvo la sangría, fue adoptada in extremis -como viene siendo habitual en Europa desde el comienzo de la crisis financiera- tras lograrse el visto bueno de una reticente Alemania.

En medio de toda esta confusión, una certeza: nadie está a salvo, llámese EE UU, Francia o incluso Alemania. El índice de la Bolsa de Fráncfort es el que más ha bajado en estas dos últimas semanas (13,75%), por encima de los de Nueva York, Londres o Madrid. Al regresar a Berlín de sus vacaciones en el Tirol, la canciller Angela Merkel ha tenido que hacer frente a duras críticas de sus socios liberales del FPD y socialcristianos de la CSU, contrarios a la compra de deuda de países con problemas por parte de la autoridad monetaria europea. Mervin King, gobernador del Banco de Inglaterra, también fue duro con la decisión, por considerar que el BCE se ha extralimitado en sus competencias. "Un Banco Central no puede (...) ser un sustituto de la incapacidad para resolver los problemas fiscales de la zona euro", dijo King. "Eso es problema de los Gobiernos".

La profunda división sobre cuáles son las mejores herramientas para atajar la crisis es una muestra palpable de que, en tiempos difíciles como los que corren, los intereses partidistas y nacionales siguen estando por encima de los generales, tanto en Europa como en EE UU. La indecisión y la animosidad política son precisamente dos de los factores que más alimentan la incertidumbre en los mercados, como no se cansan de repetir los analistas.

Con una Francia debilitada por el lento crecimiento de su economía y el acoso de los mercados, Sarkozy y Merkel se verán el próximo martes en París para analizar los problemas de la eurozona. Ambos están obligados a enviar un mensaje contundente para calmar las aguas. El ataque de los especuladores ha dejado de afectar solo a la periferia europea y ha alcanzado el corazón del continente.

¿Qué más pueden hacer los líderes políticos? ¿Qué recursos disponibles les quedan a los Gobiernos y los bancos centrales para evitar un desastre?

"La capacidad de maniobra es limitada, pues las políticas monetarias y fiscales no dan más de sí", afirma Keith Wade, economista jefe de la gestora de activos Schroders. "Lo mejor que pueden hacer las autoridades para encarrilar la economía es seguir con una política monetaria laxa, utilizando métodos como el Quantitative Easing (la inyección de dinero en el sistema financiero a cargo de la Reserva Federal) o proporcionando liquidez al sistema bancario si es necesario". En la vertiente de política fiscal, agrega el experto, "conviene evitar el tipo de indecisión que ha marcado el debate en EE UU".

Una mayor coordinación de las políticas fiscales de los países de la zona euro ocupa un lugar destacado de la agenda para los próximos meses. El jefe de los liberales alemanes y ministro de Economía, Philipp Rösler, aboga por la creación de un consejo de estabilidad con capacidad para supervisar las políticas fiscales de los 17 países de la moneda única. El poderoso ministro de Hacienda, Wolfgang Schäuble, se ha limitado a calificar de "interesante" la propuesta.

Una vez efectuados enormes recortes del gasto público, parece que la crisis está agotando la imaginación de las autoridades, como demuestran algunas medidas anunciadas en las últimas semanas para seguir reduciendo el déficit fiscal: Portugal ha aprobado un impuesto especial del 50% a la paga de Navidad; el Gobierno español quiere que las empresas incrementen el adelanto a cuenta del impuesto de sociedades; Italia ha puesto en marcha el copago sanitario...

El secretario de Estado de Economía, José Manuel Campa, ha descartado esta semana que el Gobierno español vaya a aplicar nuevas reformas fiscales, por considerar que con las medidas propuestas se alcanzarán los objetivos de déficit fijados para este año.

Limitar las ventas a corto, que permiten a los inversores apostar por la bajada de precio de un valor en Bolsa, es otro de los recursos que las autoridades tienen a su alcance. Varios países europeos, entre ellos España, suspendieron el jueves este tipo de operaciones especulativas -a las que muchos analistas culpan de buena parte de los males del mercado- sobre las acciones de los bancos. El efecto inmediato fue favorable y alivió algo el sufrimiento. Su eficacia a largo plazo está por ver.

Hay otros recursos, aunque de largo alcance y políticamente más complejos: la reforma del sistema financiero prometida por los líderes mundiales tras el estallido de la crisis, en 2008, no se ha hecho realidad, y las esperanzas de que la idea se retome pronto son escasas.

En EE UU, la Reserva Federal reconoció el martes su incapacidad para frenar una recaída de la economía, que crece al ritmo más lento desde la recesión de 2008-2009, con una tasa de paro enquistada en el 9%. El banco central estadounidense ha echado mano de todo su repertorio en los últimos años: ha recortado los tipos de interés a casi cero, ha comprado bonos y deuda hipotecaria por valor de 2,3 billones de dólares y ha puesto en marcha complejos mecanismos de rescate de instituciones financieras. En un intento de calmar el último brote de ansiedad en los mercados, su presidente, Ben Bernanke, ha prometido mantener los tipos de interés cercanos al cero al menos hasta 2013, una declaración de intenciones sin precedentes en la historia de la institución. Las dificultades para encontrar el camino correcto se hicieron también patentes en la reunión del Comité Abierto de la Reserva Federal, responsable de la política monetaria. Por primera vez desde que Bernanke asumió la dirección de la Fed, tres de sus siete miembros discreparon de la opinión mayoritaria.

El propio Barack Obama se dirigió a la nación poco después de que Standard & Poor's rebajase la nota crediticia de EE UU para asegurar que, diga lo que diga la agencia de calificación de riesgo, su país sigue teniendo la máxima solvencia. De poco sirvió la intervención del presidente. Así de crudo lo veía Dana Milibank, columnista del Washington Post: "El hombre más poderoso de la tierra parece extrañamente impotente e indeciso, mientras fuerzas mayores hacen caer a su país y a su presidencia".

Lo que sí parece descartado por ahora, tanto en Europa como en EE UU, es un incremento del gasto público para fomentar la creación de empleo y estimular la actividad económica. Fue lo que se hizo durante la Gran Recesión de 2008-2009, y funcionó, pero la mayoría de los Gobiernos se han quedado sin fondos y la austeridad, por ahora, sigue siendo el dogma a uno y otro lado del Atlántico. The New York Times censuraba el jueves esta actitud. "Una desacertada política de recortes presupuestarios", rezaba su editorial, "ha puesto a la Unión Europea y a EE UU en caminos que prolongarán su estancamiento económico y quizá los hagan caer en otra recesión". Keith Wade, de Schroders, opina que aquellos Gobiernos que aún puedan pedir dinero prestado deberían invertir en infraestructuras para generar empleo y aportar a la economía activos valiosos a largo plazo.

El BCE decidió no tocar los tipos de interés en su reunión del 4 de agosto, tras haberlos subido dos veces este año para atajar la inflación. ¿Repetirá el error de subirlos de nuevo, como hizo en 2008, cuando abundaban -como ahora- los indicios de que venían malos tiempos para la economía? Parece poco probable. De hecho, empiezan a oírse voces en favor de un recorte del precio del dinero antes de fin de año en vista de que la inflación ha caído a una media del 2,5% en la zona euro.

En manos de las autoridades europeas -las monetarias, pero sobre todo, las políticas- están la reactivación de la actividad económica y la salvación del euro. Las próximas semanas dirán si están a la altura.

Un lector del Financial Times alababa el otro día en una carta al director la figura de Alexander Hamilton, primer secretario del Tesoro de EE UU. Hamilton, recordaba el lector, forjó junto a su rival Thomas Jefferson un difícil consenso para que el Gobierno federal saldase las deudas asumidas para financiar la guerra por la independencia, evitando así que la nueva nación se declarase en suspensión de pagos nada más nacer. "¿Dónde está el Alexander Hamilton europeo?", se preguntaba el autor de la carta. Si alguien lo ha visto, que avise.
http://www.elpais.com/articulo/primer/plano/agotan/opciones/elpepueconeg/20110814elpneglse_2/Tes



el dispreciau dice: y todo está arribando al final tan negado... el FMI y sus socios están asistiendo al ocaso de sus herramientas, a bordo de un Titanic humano que promete llevar a todo el mundo al abismo de las profundidades de la estupidez humana. Los empecinamientos han dado como resultado miles de millones de excluidos, sistemas de educación y salud perimidos que se han consumido a sí mismos, modelos de producción masiva inútiles, ciencias mentidas, académicos de conveniencias, un mundo sin justicia, ¿qué más?... los conflictos armados no sirven para nada, tanto como tampoco sirve amparar la producción de drogas y sumir a la población mundial en un estado de permanente estupidez, nada deja la corrupción político-empresaria, nada han aportado las corporaciones y sus soberbias, nada deja el tráfico de personas, la prostitución, la pornografía, el vivir de los pobres ha llegado a su fin, el único esperable... ¿entonces?, todo está en tela de juicio y los reinos europeos se preocupan de desmentir aquello que se ve como evidente, el gran imperio de los últimos siglos, Gran Bretaña, se está hundiendo ante las miopías de sus líderes, incapaces y negligentes hasta el hartazgo. Con ellos se arrastra todo el concierto de la europa medieval, una europa que aún no ha descubierto la dinámica de los tiempos y sus culturas, y que pretende conservar un sistema que le sirvió a pocas familias durante apenas tres siglos. Ya no hay atrás. Aún cuando los falsos optimistas pretendan dibujar resultados, el mundo humano asiste al final de un sistema económico super-perverso y falaz. Comience a imaginar un mundo sin bancos. Comience a imaginar un mundo sin empresas. Comience a imaginar un mundo que no está en los planes del G8 ni tampoco en las cabezas del G20... Comience a pensar, de una vez por todas, en un mundo sin políticos atrasados y empresarios inútiles. Se ha demostrado que las potencias mundiales, sólo eran potencias de barro sustentadas en las conveniencias de unos pocos ciegos, sordos pero no mudos. Comience a pensar... antes que sea tarde. Agosto 14, 2011.-

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