domingo, 27 de mayo de 2012

CIUDAD OCULTA ► Vivir en el verdadero Elefante Blanco - 27.05.2012 - lanacion.com  

Vivir en el verdadero Elefante Blanco - 27.05.2012 - lanacion.com  

Ciudad oculta / Un centenar de familias marginadas del mundo

Vivir en el verdadero Elefante Blanco

Detrás del éxito de la película de Pablo Trapero, se revela una prolongada y dolorosa historia de décadas de abandono
Por Marina Herrmann  | LA NACION


 
 

Si el edificio Elefante Blanco fuera solamente el protagonista de una película, su historia no sería tan dolorosa. Pero el Elefante Blanco es una realidad olvidada, el sueño de una Argentina inconclusa. Un monumento a la frustración, en cuyo subsuelo anegado por el agua de las cloacas flotan ventiladores rotos, heladeras viejas y ratas en pleno festín.
En el emblemático predio, situado en Villa Lugano, viven casi cien familias que parecen haberlo perdido todo. Una de ellas es la de Estela Alvarez, que recibe a LA NACION en su departamento. No hay ventanas y las paredes son de chapa; la luz entra por las hendijas y el resto de la iluminación corre por cuenta de la tele. "Acá, las ratas viven mejor que yo", dice Estela. Oriunda de Laferrere, 20 de sus 51 años los quemó entre las nieblas del paco. Su marido y su hija también son adictos. Frente a unos precarios estantes donde colecciona juguetes en miniatura, habla con angustia de su nieto. El niño nació hace un mes; dadas las condiciones en las que malvive, Estela no puede llevarlo a su casa. Sobre los estantes hay tres fotos del bebe. En la pared descansa un muñeco, un oso negro, que alguna vez fue rosa. "Y es que yo vivo entre la mugre. Me doy para olvidarme de todo, pero ya ni eso puedo", dice, entre lágrimas. Toma aire para aclarar que nunca robó, que vive de lo que la gente le da. Al lado del oso, un gato come restos de comida desparramados en el suelo.

De la ficción a la realidad

"Acá vinieron Néstor, Cristina y Telerman. Todos vinieron a hablar de la construcción de viviendas", dice en la escalera de entrada al edificio, Martín, de 28 años, que acaba de cumplir una pena de cinco años de prisión por robo a mano armada. Cuenta que no tiene trabajo. Su consuelo es que antes robaba para comprar paco y, ahora, según dice, consume, pero no vende.


 
Ramona, una de las primeras vecinas. Foto: Santiago Filipuzzi
María Prudencia Bernal, de 67 años, es la madre de Martín y está a cargo de su nieto, Jonathan, de 9 años. El niño, que es portador de VIH, se mueve por las calles de barro con dificultad. Un defecto motriz hace que renguee cuando camina, y le mantiene tiesa la parte superior del cuerpo. Su madre murió de sida y su padre perdió la vida en un accidente. En su desesperación, la mujer -que vive en las inmediaciones del edificio, como otras 200 familias- llegó a escribirle a la presidenta Cristina Kirchner "para conseguir una vivienda digna". La Presidenta le respondió que se acercara al Instituto de la Vivienda de la Ciudad (IVC), donde le darían una respuesta. En el organismo le dijeron que le iban a dar un lugar, pero no sabe cuándo porque hay lista de espera. Cuando carga a su bebe de seis meses, Paula Martínez sigue con la mirada al otro, de dos años, que juega con un primo en un pasillo oscuro. Paula se mudó del edificio a la villa -los vecinos distinguen entre "el edificio" y Ciudad Oculta- porque los médicos le dijeron que su hijo de dos años tenía problemas para respirar, como muchos otros chicos del edificio que tienen broncoespasmo.
En la casa de Aída Martínez, la madre de Paula, viven 16 personas, dos perros y dos gatos. El espacio está dividido en cuatro y en cada uno duermen algunos de sus 11 hijos, con su respectiva familia. La casa la completan un horno y un baño con una cortina de puerta, para los 16.
Héctor, otro de los hijos de Aída, tiene 16 años, y está internado para hacer rehabilitación por drogas: "Se metió en el paco. Hace poco lo persiguieron a los tiros por la villa. Yo lo iba a buscar todos los días cuando salía a fumar y lo traía de vuelta", dijo la madre. Héctor tiene un hijo de dos años. "Los pibes esos son muertos vivos. No veo la hora de irme de acá", cuenta la mujer.

En las entrañas del Elefante

El edificio tiene dos almacenes, un comedor, una peluquería y una escuela de danza árabe, entre otros servicios, y cada vecino cuida el sector en el que vive. El resto está cerrado y custodiado por personal de seguridad.
La entrada principal suele estar repleta de gente. Allí se reúnen niños a jugar, y los vecinos a discutir sus problemas. En la otra entrada, en cambio, hay tres hombres sentados que no responden al saludo. Esa parte tiene todos los accesos bloqueados.


 
Las escaleras de la entrada, punto de reunión de los vecinos. Foto: Santiago Filipuzzi
Las casi cien familias que viven allí ocupan dos pisos de uno de los dos módulos de la estructura de 14 pisos. El resto permanece vacío hace 77 años, es decir, más abandonado que la parte ocupada. En las puertas, cada uno puso lo que encontró o lo que pudo. Algunas tapias son de chapa, otras de tela, todas de diferentes formas y tamaños. Algunas se han convertido en rejas, otras en puertas con candados.
Ramona Leiba tiene 70 años, y sus ojos son de un celeste casi transparente. "Cuando me mudé, hace diez años, éramos diez familias nada más, y tenía miedo porque acá no había ni luz. Subíamos la escalera a oscuras. Vine porque era más seguro que vivir en la villa", dice, en la cocina de su casa. Aunque es uno de los departamentos mejor mantenidos, en el baño desembocan las cloacas de los pisos superiores.
"El otro día había unos pibes escondidos dándose con paco, en una parte que clausuramos porque se incendió en Año Nuevo", dice Graciela, hija de Ramona y encargada del comedor que atiende a 185 personas por día. Graciela trabajó para la Fundación Madres de Plaza de Mayo hasta noviembre. Hoy recorre los pasillos y saluda a los vecinos por sus nombres. Muestra orgullosa el tendido eléctrico que casi le roza la cabeza. No hay nadie que no conozca a Graciela. Es que ella vivió ahí, y luego consiguió una vivienda de las Madres. El comedor tiene unas diez mesas con manteles y unos dibujos infantiles en las paredes. Detrás del comedor hay un espacio que usa la gente para los eventos sociales, como casamientos, o velorios.
El edificio fue el sueño de muchos. Primero de Alfredo Palacios, luego de Perón y las Madres de Plaza de Mayo, pero sobre todo el de las familias que viven ahí. Es el sueño inconcluso de miles, que hoy se preguntan si algún día se va a terminar de construir, o seguirá ocultando lo que nadie quiere ver de Ciudad Oculta.


el dispreciau dice: la conozco de dentro, aunque en otra época, allí nos "vacunaban"... y mi escuela primaria quedaba a escasas dos cuadras y media, mientras que el taller de mi padre lo hacía a cinco... cerca de la Cancha de Nueva Chicago, y estoy hablando de la década de los cincuenta... y allí existe la evidencia que la "patria" de la que tanto se habla ha ido permanentemente para atrás, con gobiernos legítimos tanto como con las dictaduras, ya a que ningún gobierno le ha importado la gente... sí para usarla y abusarla, nunca para resolver sus legítimos problemas. A viejos como yo, le cuesta creer que la degradación persista de la mano de los discursos... me cuesta creer que la "gente" se acostumbre a padecer y a aceptar (finalmente) ser usada y abusada por las omisiones políticas de turno, sean bajo el escudo peronista (del que nada queda a pesar que digan lo contrario) o radical (del que nada queda a pesar de los artilugios de sus protagonistas)... y lo demás no existe... no tenemos socialismo ni nada, todo es parte del palabrerío inútil que se repite de manera interminable. Debo decir que soy parte de la república de Mataderos, con evidencias históricas propias... y estoy orgulloso de ello, tanto como de haber pasado y vivido en Villa Celina, del otro lado de  la General Paz, cuando aún era pleno campo y hasta Villa Lugano parecía lejana. La caída de Juan Domingo Perón asesinó al "ser" nacional... e impuso un estado barbarie que sostiene hasta hoy mismo, donde la pobreza es el mejor negocio de un estado ausente que no ha aprendido lección alguna. Con o sin Darín, con o sin película, la CIUDAD OCULTA lo está más que nunca antes... dejando en claro que las políticas sociales no son ni políticas ni tampoco sociales. Jamás renegaría de "ser" ni tampoco de "pertenecer", ya que aún habiendo transcurrido más de sesenta años, de haber andado por el mundo y de ser quien soy, aún siento y veo que "todo sigue igual", lo cual significa que está muchísimo peor... ya que si en sesenta años, problemas sociales elementales no fueron resueltos... ello habla MUY MAL de toda la historia política de la ARGENTINA, aún cuando la clase política insista en fabricarse medallas. Mayo 27, 2012.-
A algunos les gusta aparentar, mostrar lo que no son, no han sido... para mí, despreciau hasta el tuétanos, es parte de mi "orgullo"... a pesar de estar extinguiéndome en Salta, sigo perteneciendo a la República de Mataderos que me crió!, permitiéndome sostener en alto la enseña nacional (azul y blanca) por el mundo donde me tocó pasar. Debe ser por eso que me han despreciado tanto, por jamás renegar a las genuinas pertenencias...

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