jueves, 15 de agosto de 2013

DIVORCIO ▼ Ciudadanía fraccionada | Opinión | EL PAÍS

Ciudadanía fraccionada | Opinión | EL PAÍS


La plaza de toros con la pintada / @MARXATTACK2
Un intruso en el encierro de Pinto | Madrid | EL PAÍS


TRIBUNA

Ciudadanía fraccionada

Ser político en sentido auténtico es preferir enmendar errores a linchar culpables


En una de sus cartas, Voltaire asegura que los humanos tenemos un número determinado de dientes, cabellos e ideas que con los años vamos perdiendo paulatinamente hasta quedar reducidos al despojado modelo que la vejez presenta al público. Puedo dar fe personal de ese desguace, pero no todos sus registros me parecen igualmente deplorables. En concreto el adelgazamiento de la provisión ideológica tiene bastante de beneficioso.

La experiencia demuestra que rebosar de ideas no es señal de gran inteligencia, sino más bien de lo contrario: los sabios las someten al mismo régimen que las juergas y se permiten muy pocas. A quienes no lo somos, nos viene bien que el tiempo nos desbroce de la excesiva facundia, sobre todo en lo político. A mí me ha dejado reducido al ideal socialdemócrata y poco más. Ya sé que el término les suena peyorativo y anticuado a amigos a los que intelectualmente aprecio, porque les recuerda la propaganda ineficaz o nociva de ciertos socialistas al hispánico modo, pero a mi juicio equivale al sentido común (un punto escéptico) aplicado a la gestión de lo común. Aún más, creo que se trata ni más ni menos de lo que George Orwell (a quien por cierto ahora algunos, a propósito de Snowden, confunden con Mercedes Milá) llamaba common decency, la decencia corriente en lo que toca a lo común.


Defender los derechos
de lo común a todos, como la lengua, se toma como  una agresión 

Ahora estamos viendo que la socialdemocracia, con su combinación cívica de derechos y deberes, su énfasis en la defensa de un espacio vital y unos servicios públicos no sometidos a la mera regulación comercial y su principio de que toda riqueza es social y por tanto debe ser socialmente responsable, no es una aspiración política facilona ni aburridamente modesta como algunos han podido suponer. Aún menos, desde luego, una suerte de totalitarismo light que marchita o proscribe la excelencia individual. Más bien se trata del auténtico esfuerzo revolucionario de la era contemporánea, contra la que han ido creciendo obstáculos institucionales y económicos que revelan el fondo subversivo de sus aparentemente sosegadas propuestas. Lo que parecía un ideal domesticado se ha convertido por la zapa de intereses reaccionarios en casi una utopía. En efecto, la socialdemocracia nunca ha pedido el sol a media noche, sino una red de alumbrado público eficaz cuando se pone oscuro. Eso la enfrenta por igual a quienes claman que debemos resignarnos a las tinieblas pues son naturales (salvo para los héroes capaces de conseguir su propia linterna) y a los que recomiendan apedrear las pocas farolas que pueda haber y exigir el amanecer ya o nada.

En el fondo, los movimientos ciudadanos como el 15-M y derivados, aunque peraltados en ocasiones por declamaciones radicales de hoja caduca (véase el párrafo primero de esta nota), lo que coinciden en exigir es la recuperación de los puntos perdidos o jibarizados del ideario socialdemócrata. Zarandeados por una crisis que exige reformas de calado, pero también se presta a servir de coartada a retrocesos antiigualitarios, los más adormecidos han cobrado conciencia de que el llamado Estado de bienestar no tiene piloto automático y que nada socialmente bueno está garantizado para siempre si sus beneficiarios no quieren o no saben empeñarse políticamente en conservarlo y actualizarlo.

Se nos ha dicho que no solo los ciudadanos de a pie padecen la tormenta actual, sino también grandes inversores, entidades bancarias y hasta Gobiernos, nacionales o regionales, para cuya recuperación debemos consentir en sacrificios… por nuestro bien. Pero aunque puede que, lo queramos o no, los problemas de los poderosos sean nuestros problemas, “lo que es seguro es que sus soluciones no son nuestras soluciones”. Tomo la cita del muy sugestivo y didáctico libro que ha dedicado Félix Ovejero a la teoría de la democracia a partir del 15-M: ¿Idiotas o ciudadanos? (ed. Montesinos). Un oportuno prontuario de cómo mantener y poner al día las reivindicaciones de la socialdemocracia en la estación poco propicia, sin abandonismo resignado ni autocomplacencia.


Se extiende en España el separatismo manso: esa gente que solo se siente unida al resto ante un accidente grave o un triunfo deportivo

A mi juicio, lo primero que hay que recobrar es la dimensión política de cada uno y todos en la palestra democrática. Ser político en el sentido auténtico del término, no en el insultante y pueril, es preferir enmendar errores a linchar culpables. Para ello no basta con tener claros los legítimos intereses particulares sino buscar la forma de encuadrarlos y defenderlos en el conjunto de todos los afanes sociales, que también debemos considerar como propios para no fraccionar nuestra ciudadanía. Una de las exigencias más repetidas, sea con honesto fervor o por rutina demagógica, es que los políticos que ocupan cargos representativos deben salir de sus despachos y acercarse más a los problemas de la gente; pero, puesto que esa gente también está formada por políticos y no por idiotas aislados en sus reclamaciones, no menos oportuno sería que cada cual intentase imaginarse en el despacho del representante de turno, teniendo que armonizar demandas y urgencias contrapuestas. No vale monopolizar en provecho propio, aun legítimo, la voz del pueblo, porque esta rara vez suena con la unanimidad del orfeón. “La argumentación pública obliga a mostrar que, en algún sentido, las tesis defendidas se corresponden con principios generalmente aceptables, de interés general, y con la realidad del mundo” (F. Ovejero, op. cit.).

En España, el peor sabotaje al uso racional de la ciudadanía es el separatismo bravo o manso que se ha generalizado. Este último, el separatismo de los no separatistas, es el más extendido y por tanto el más dañino. Esa buena gente que solo se siente unida al resto de sus compatriotas cuando hay un accidente trágico o un triunfo deportivo, nunca en la gestión política. En las peores épocas del terrorismo, oíamos decir a gente bienintencionada (creo yo): “Eso es algo que tenéis que resolver los propios vascos”. Y hoy se discute si el derecho a decidir en Cataluña es legal o ilegal, pero pocos mencionan que excluye antidemocráticamente de la decisión al resto de los españoles de cuyo país forma parte Cataluña. Es el patriotismo de la vaca que ríe: cada región una porción separada envuelta en su papel de plata, que comparten la misma cajita, pero se comen por separado. Y eso en el mejor de los casos…

Defender los derechos de lo común a todos (por ejemplo, la lengua y el derecho a ser educados en ella) es una agresión a idiosincrasias sacrosantas, a veces de cuño reciente. El lenguaje políticamente correcto decreta que “euskaldunizar”, “catalanizar” o “descentralizar” pueden llevar a abusos, pero son términos aceptables; en cambio “españolizar” o “recentralizar” son voces reaccionarias en sí mismas, incluso fascistas. Los políticos antiseparatistas, si quieren ser gente progre, serán vasquistas, catalanistas o galleguistas y proclamarán que ya no tiene sentido reivindicar la nacionalidad estatal, pasada de moda. Y ni siquiera se puede culpar de este fraccionamiento a los nacionalistas, lo mismo que no llamamos “ladrón” a quien entra en una casa de puertas abiertas y se lleva algo precioso que nadie protege ni reclama como suyo. ¡Qué difícil es que los ciudadanos puedan luchar eficazmente por actualizar el proyecto socialdemócrata en estas condiciones!
Fernando Savater es escritor.


EDITORIAL

Guerra civil

La represión contra los Hermanos Musulmanes hunde a Egipto en la confrontación armada


Si alguien tenía todavía dudas sobre el golpe de Estado militar que derrocó al presidente Mohamed Morsi el pasado mes de julio, ayer quedaron más que definitivamente despejadas de la forma más sangrienta y brutal posible. Egipto está repitiendo el guion que conoció Argelia hace 20 años, cuando el Ejército interrumpió violentamente entre la primera y la segunda vuelta las elecciones democráticas que iban a dar la victoria al Frente Islámico de Salvación y abrió las puertas del infierno de una guerra civil que costó al país magrebí más de 150.000 víctimas mortales.

La responsabilidad por la matanza de ayer es fundamentalmente de las autoridades que han ordenado el levantamiento a sangre y fuego de los campamentos instalados por los Hermanos Musulmanes en sendas plazas de El Cairo, donde han exigido la imposible devolución de la presidencia a quien hizo todos los méritos para perderla tras obtener el aval de las urnas. La cofradía islamista buscaba la confrontación más violenta posible con el Ejército, una vez perdido el poder que no supo gestionar, pero era responsabilidad del Gobierno interino y de los militares evitar la provocación de los partidarios de Morsi, dispuestos al martirio en reivindicación de su líder.

La guerra civil no enfrenta tan solo a conciudadanos sino que divide y obliga a tomar partido, en muchos casos con gran disgusto, por el bando que representa el mal menor. Esto es lo que está sucediendo ahora con los sectores laicos que promovieron la revolución contra Mubarak y de forma todavía más cruda con la minoría cristiana copta, perseguida y culpabilizada por los Hermanos. Al final, entre el Ejército y el islamismo radicalizado y violento no queda espacio para que nadie respire.

La comunidad internacional también se halla escindida entre la condena del comportamiento criminal del régimen militar y el temor a la deriva violenta emprendida por el islamismo, evidenciada ayer mismo en la destrucción e incendio de iglesias coptas. A Estados Unidos le costará seguir mirando hacia otro lado sin aplicar las represalias que prevé su legislación para los casos de deposición por la fuerza de un jefe de Gobierno, puesto que a fin de cuentas los militares egipcios son sus aliados y quienes garantizan la aplicación de los acuerdos de paz con Israel.

Aunque ya ha fracasado la misión de diálogo mandada por los europeos, enfrentada sobre todo con la intransigencia islamista respecto a la presidencia de Morsi, nada podrá construirse en Egipto en el camino de la paz y de la recuperación democrática con los Hermanos Musulmanes en actitud insurreccional. Pero restablecer el diálogo con el islamismo político es algo que ahora parece más fácil para Turquía y Catar que para Washington y Bruselas. El primer ministro Erdogan y el emir catarí apoyaron en su momento a los Hermanos, en abierta contradicción con Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Kuwait, y ahora probablemente se encuentran entre los escasos amigos de la cofradía que pueden ayudarles a salvarse de sí mismos.


el dispreciau dice: la ausencia de los estados y las connivencias ilícitas entre clases políticas y corporaciones, están dando como consecuencia el renacimiento veloz de un nazismo mucho más voraz que el fundacional... ¿cuánto tiene que ver en esto Bruselas?... mucho... ¿cuánto tiene que ver en esto la función del FMI?... mucho... ¿cuánto tiene que ver con esto la estrategia político corporativa del G-8?... demasiado... ¿qué tiene que ver con esto el desmadre sembrado en el mundo árabe?... satura sólo el pensarlo... ¿qué se augura?, la intencionalidad de divorciar las sociedades humanas al precio que sea... desde luego el mundo árabe provee una singular visión, ya que sectorizado, segmentado, y sectarizado, habilita a dividir y favorecer la estrategia del divorcio a gran escala... una vez que el divorcio está sembrado y es manipulado, favorece un estado de permanente confrontación, tal el caso de Israel y sus enemigos en la Tierra, casi todos, muchos, en especial cuando las pobrezas amenazan con aislamientos... la fórmula es bien conocida: palestina y la franja de Gaza... pero no concluye allí... sembrar zozobra ayuda y contribuye a generalizar el divorcio... pobres contra ricos... ricos contra pobres... pocos contra muchos... muchos contra pocos... católicos contra musulmanes... musulmanes contra católicos y contra judíos... judíos pobres aislados... judíos ricos empecinados en negar las evidencias sociales... indudablemente la receta es la división que conduzca al enfrentamiento, para que luego éste suba, ascienda la escala hasta transformarse en divorcio, en posiciones irreconciliables, habilitando un todos contra todos, o mejor aún, pobres contra pobres. Lamentablemente, otra vez, muchas sociedades se dejan insultar por esta estrategia y caen en sus finalidades... ya que insultar la inteligencia pública es algo que ha sido bien aprendido por los "dueños del mundo", y cuentan con la entrañable colaboración de los medios corporativos en todo el mundo y en todos los idiomas... cuanto mayor sea el divorcio, más será la depredación y más la apropiación de los recursos cada vez más diezmados. A veces parece increíble que luego de lo cursado durante la Segunda Guerra Mundial, se repita la tragedia, se repita el genocidio, se repita el holocausto, se reiteren las amenazas, y el mundo humano se vista de víctimas, al tiempo que los victimarios desaparecen como por arte de magia, protegidos por extraños aliados, que eran enemigos pero que se amigan para hacer invisibles a sus agentes. Claro está, el problema es que las generaciones humanas se renuevan, y al no reconocer la experiencia de sus antecesoras, reiteran los errores... cabe esperar que la sociedad europea se separe de sus estados ausentes y de sus políticos impresentables, victimarios por excelencia, exigiendo un cambio en el pensamiento corporativo, cada vez más depredador y negador... de no lograrse, la sociedad europea será una víctima propiciatoria de esas perversas conveniencias de pocos... El mundo humano está vestido de injusticias... esto es que la injusticia domina cualquier paisaje, haciendo del estado de indefensión social un común denominador... haciendo de la vulnerabilidad social un eje militar. El panorama mundial enseña un "estado terminal"... Egipto quedaba lejos, pero ya no lo hace... Siria quedaba lejos, pero ya no lo hace... el drama endosado a cientos de miles de españoles es un directa agresión a toda América Latina, pero eso no difiere de los dramas de los portugueses por el mundo, de los italianos por el mundo, de los griegos por el mundo, de los turcos por el mundo, de cualquiera afectado por el mundo... y como siempre: "cuando los hermanos se pelean... los devoran los de afuera"... algo que la humanidad ya no está en condiciones de admitir, porque el divorcio derivará en la extinción, indefectiblemente. AGOSTO 15, 2013.-


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