sábado, 2 de noviembre de 2013

NADA QUE ESCONDER || No queremos que nos desnuden | Opinión | EL PAÍS

No queremos que nos desnuden | Opinión | EL PAÍS

No queremos que nos desnuden

Las nuevas tecnologías no solo facilitan el trabajo de los servicios secretos, sino también el de los periódicos sensacionalistas. Proteger la intimidad personal, sin embargo, es crucial para la libertad y la seguridad

 


ENRIQUE FLORES
 
El Gran Hermano nunca lo ha tenido tan fácil. ¿Por qué? En una palabra, por la tecnología. El volumen de información privada que compartimos en nuestro smartphone y la facilidad de acceso a esos datos que tienen hoy los espías hacen que, a su lado, la Stasi sea una reliquia de la Edad Media. Por desgracia, los espías no son los únicos que “leen nuestras cartas”, por usar una expresión pasada de moda, y que siguen todos nuestros movimientos. También lo hacen periodistas británicos que pinchan teléfonos y empresas estadounidenses de Internet que devoran datos en busca de beneficios.

También basta con una palabra para decir qué bien fundamental es el que está amenazado por todos esos agentes reforzados por la tecnología: la privacidad. “La privacidad ha muerto. Hay que hacerse a la idea”, dijo una vez, por lo visto, un directivo de Silicon Valley. Pero algunos no estamos dispuestos a aceptarlo. Queremos que no nos desnuden por completo. Creemos que proteger la intimidad personal es crucial, no solo para la dignidad humana, sino también para otros dos bienes fundamentales: la libertad y la seguridad.

El problema es que la privacidad es esencial para la libertad y la seguridad pero, al mismo tiempo, está en tensión con ellas. Un ministro del Gobierno que le paga las sábanas de raso a su amante a expensas del contribuyente francés no tiene derecho a protestar cuando la prensa divulga sus vergüenzas. La libertad del ciudadano para examinar la conducta de los personajes superiores es más importante que el derecho a la intimidad del ministro. La pregunta es: ¿Dónde y cómo trazamos el límite entre lo que redunda en interés de la gente y lo que solo “interesa a la gente”? Del mismo modo, si queremos estar protegidos frente a atentados terroristas cuando vamos a trabajar, es necesario pinchar los teléfonos y leer los correos de algunos personajes posiblemente peligrosos. La pregunta es: ¿Quiénes, cuántos y con qué controles?

La conclusión principal de lo que han sacado a la luz las informaciones de The Guardian, The New York Times y otros periódicos sobre las filtraciones de Edward Snowden es que esos controles no han funcionado bien ni en Estados Unidos ni en Gran Bretaña. La NSA y el GCHQ se dedicaron a absorber demasiados datos sobre demasiadas personas particulares en demasiados países, aprovechando el margen que les otorgaban unas leyes caducas y poco específicas y una supervisión insuficiente del Congreso y el Parlamento, respectivamente. El hecho de que, al parecer, el Gobierno de Obama y el Congreso estadounidense quieran establecer ahora unos controles más estrictos y Reino Unido esté avanzando en esa misma dirección indica que algo estaba mal. ¿Tomarían estas medidas hoy si no hubiera sido por las filtraciones y la existencia de una prensa libre? La pregunta se responde por sí sola.

 
La NSA y el GCHQ han conseguido demasiados datos sobre demasiadas personas particulares
En las últimas semanas, el debate se ha desviado hacia el problema de los Gobiernos supuestamente amigos que se espían entre sí. Esa es otra cuestión. Si yo soy el Gobierno del país X, por supuesto que quiero que mis secretos estén totalmente seguros mientras accedo de forma clandestina a los de todos los demás Gobiernos. En la práctica, todos lo intentan. Algunos podrían alegar —y así lo hicieron los espías de los dos bandos durante la guerra fría— que, si los ministerios de Defensa de todo el mundo se miran mutuamente hasta la ropa interior, el mundo quizá acabe siendo un lugar más seguro.

Parafraseando a George W. Bush, habrá menos peligro de que unos y otros se valoren demasiado.
Pero ese no debería ser el tema central de este debate. Lo prioritario es la privacidad de los ciudadanos particulares e inocentes. La libertad de prensa ha asestado un golpe a esa privacidad cada vez que los controles legales y parlamentarios no han funcionado. Ahora bien, los espías no son los únicos que aprovechan las posibilidades de las tecnologías contemporáneas de la comunicación, muy superiores a lo que pudo soñar Orwell, para violar la intimidad de las personas sin motivos legítimos. La revista satírica británica Private Eye lo resume de manera genial. Bajo el titular “La furia de Merkel por las escuchas telefónicas de Obama”, muestra una foto de la canciller alemana sujetando su móvil mientras frunce el ceño. En el bocadillo que tiene encima se lee: “¿Pero quién te crees que eres? ¿Rupert Murdoch?”.

Mientras el primer ministro británico David Cameron y los columnistas de los periódicos de Murdoch acusan al Guardian de poner en peligro la seguridad nacional, comienza el juicio de Rebekah Brooks, antigua directora del difunto diario sensacionalista de Murdoch News of the World. Los cargos se remontan a las escuchas telefónicas realizadas a particulares por periodistas que trabajaban a sus órdenes cuando era directora. Unas escuchas que no se practicaron en interés de la seguridad nacional, sino del morbo nacional y cuyo propósito era, por tanto, obtener beneficios económicos con la venta de más periódicos.

 
El diario de Murdoch realizó escuchas telefónicas para alimentar el morbo nacional

Por eso, aunque necesitamos una prensa libre que controle los excesos del Estado con su espionaje secreto, los británicos, en su mayoría, quieren limitar también los excesos que comete esa prensa libre. Pero no quieren dejarlo en manos de los políticos, y hacen bien, a juzgar por el reciente intento del presidente del Partido Conservador, Grant Schapps, de manipular a la BBC con vistas a las próximas elecciones generales, en mayo de 2015. Pese a ello, el miércoles presenciamos un intento torpe y anticuado de reforzar la autorregulación de la prensa británica mediante una Cédula Real aprobada en el Consejo Privado. El Consejo Privado consiste, en la práctica, en unos cuantos ministros de los partidos en el Gobierno que asisten (de pie, no sentados) al acto por el que su británica majestad se limita a decir “aprobado”. Y ya está. Si Estados Unidos tiene su magnífica, clara y sencilla Primera Enmienda, nosotros tenemos a la reina IsabelII que declara que, “gracias a nuestra prerrogativa real y nuestra gracia especial, conocimiento certero y mero gesto”, se establece “un órgano corporativo llamado Comité de Reconocimiento”. Lo único que ha hecho es crear un mecanismo para dar reconocimiento oficial a un órgano autorregulador de la prensa al que muchos de los grandes periódicos (incluidos los de Murdoch) han dicho ya que no se van a someter. Ni Washington podría hacerlo peor.


Más aún, la mera idea de regular algo llamado “la prensa” en un marco puramente nacional se está quedando anacrónica. ¿Dónde termina “la prensa” y empieza una persona que dice algo en Twitter o Facebook? Además, los datos, las palabras y las imágenes se difunden sin tener en cuenta medios ni fronteras nacionales. La UE quiere proteger mejor la privacidad de los europeos frente a los gigantes estadounidenses mediante una nueva directiva sobre protección de datos. Pero eso puede llevar a que Internet se fragmente en territorios soberanos, algo que sería del agrado de regímenes autoritarios como China y Rusia. Defender la intimidad de unos pocos podría costarnos a todos la libertad de expresión en la Red.

¿Qué solución hay? Ninguna fácil; pero al menos no perdamos de vista lo fundamental, que no es que unos Estados espíen a otros, sino la merma masiva de nuestra privacidad.
 
Timothy Garton Ash es catedrático de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford, donde dirige www.freespeechdebate.com, e investigador titular de la Hoover Institution, Universidad de Stanford. Su último libro es Los hechos son subversivos: Ideas y personajes para una década sin nombre.Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.


Espionaje de alto coste

La desconfianza de los ciudadanos aumenta a la par que la complacencia de los políticos europeos

 

 
Con cada lote de novedades sobre lo que la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense (NSA) hace o deja de hacer aumenta el grado de alarma en la opinión pública europea y la complacencia de sus dirigentes políticos. Cada vez resulta más insostenible la resistencia norteamericana a dar explicaciones a países que apenas cuestionan las operaciones de inteligencia de Estados Unidos —entre otras poderosas razones, porque cooperan con ellas— y que habían adoptado un perfil bajo respecto a las cárceles secretas de la CIA, por ejemplo. Las delegaciones del Parlamento Europeo y de Alemania enviadas a Washington logran pocas o ninguna respuestas, mientras la Administración de Obama gana tiempo gracias a la falta de determinación que se advierte entre no pocos dirigentes europeos.

Para indignación de muchos, las filtraciones sobre el espionaje masivo tampoco han provocado una aceleración de la prometida ley de protección de datos, que la última cumbre de la Unión Europea aplazó sin fecha. El escándalo del espionaje se produce en medio del intenso seguimiento ejercido por altos funcionarios y expertos norteamericanos respecto a la nueva ley europea en preparación.

Les preocupan la obligación de guardar los datos de los europeos en servidores alojados en Europa o hasta qué punto las empresas norteamericanas de Internet (Google, Facebook y otras) podrían verse obligadas a responder ante las leyes y la justicia de los países europeos, entre otros asuntos. Teniendo todo eso en cuenta, se comprende aún menos la relación coste / beneficio, para Estados Unidos, del espionaje ejercido sobre dirigentes políticos como la canciller Angela Merkel y, tal vez, sobre la presidencia del Gobierno español o la jefatura del Estado francés. ¿Merece la pena derruir la confianza entre los líderes europeos y la Administración estadounidense por unos gramos de información de más que dudoso alcance?

Cuando el general Keith Alexander, director de la NSA, viene a decir a los europeos que se preocupen de sus propios servicios secretos, ni siquiera se molesta en disimular el menosprecio que le inspiran esas denuncias. Claro que él es un militar y jefe de espías, no un político ni un diplomático, pero la ligereza de su respuesta es una tosca versión del lema “la mejor defensa es un buen ataque”.

Si un Gobierno lo quiere, si los servicios secretos lo quieren, es obvio que la tentación de rastrillar la vida electrónica de los políticos, las empresas o los ciudadanos seguirá siendo muy fuerte, sea por auténticas razones de seguridad o por otras mucho menos confesables. Y en ese terreno, Estados Unidos lleva gran ventaja. Pero la Unión Europea no puede renunciar a la seguridad de las comunicaciones de sus dirigentes y a la protección de sus intereses económicos, ni a dar por olvidado el derecho de los ciudadanos a la vida privada. Europa no debe perder esta batalla.
Espionaje de alto coste | Opinión | EL PAÍS



el dispreciau dice: ya he tratado este tema en varias oportunidades... internet, las redes, los navegadores, los mails, los sms, conforman un vínculo extraordinario porque unen personas, ideas, pensamientos, necesidades, reclamos en tiempo real, abriendo un universo de conexiones otrora impensadas... ello ha permitido a las gentes comunes, anónimas, desconocidas quebrar las realidades que describen los medios periodísticos, poniendo sobre el tapete una realidad que contiene más grises que aquellos blancos y negros que proponen los intereses y las conveniencias, corporativas, empresarias, que conllevan otros intereses ocultos, o bien que esconden otras conveniencias no declaradas... traducido... la información ha sido y es manipulada de acuerdo a intereses que no se ven, pero están y tienen peso específico propio, peligrosamente propio... los medios y/o las cadenas de medios, no han escatimado esfuerzos en crear visiones propias de los fondos y de los trasfondos de los conflictos, moviendo opiniones que han determinado la creación de escenarios acordes a otras conveniencias, para nada solidarias, para nada altruistas... morigerando dramas, descalificando víctimas, enalteciendo victimarios, promoviendo un modelo de "inquisición a escala", donde se puede ser brujo sin siquiera haber asistido jamás a un aquelarre... de allí que prevalezca aquello que "el fin justifica los medios", y cuando los medios no tienen escrúpulos, el fin será la cristalización de las peores perversidades... los ejemplos son muchos, demasiados, tediosos... entonces, ¿para qué traerlos a estos renglones?... el buen entendedor sabe de qué se habla.
El mundo se ha achicado... y lo ha hecho tanto, que aún en las distancias, todos estamos hermanados por una vecindad que espanta... nada queda lejos... todo duele... nada es ajeno...
No debemos omitir que los estados políticos están ausentes, y por ende las banderas y las fronteras que otrora cobijaban los nacimientos y sus derechos, hoy ya no contemplan derecho alguno y todo se mueve al antojo de una clase política que ha entregado su dignidad a cambio de poder... hecho lamentable si los hay... hecho espantoso si los hay... hecho vergonzoso si los hay... curiosamente, las corporaciones, con bandera propia, no tienen fronteras y ocupan el mundo asumiendo un poder peligroso, porque parte de la premisa de que "el fin justifica los medios"... y donde hay intereses de pocos, las necesidades de los muchos no encajan en ninguna parte...
No termina aquí...
Tampoco se debe omitir que el mundo humano ha aprendido a inducir circunstancias para fabricar pobres, marginados, indigentes, excluidos, que no encajan en aquellos medios que justifican el fin de algún trasnochado que, nacido en cuna de oro, no tiene escrúpulos para matar a su propia madre, así sea por un centavo, así sea por una pizca de poder... nuevamente los ejemplos abundan, y cada uno de ellos son tan delesnables, que es preferible no traerlos a estas letras... Léase... se han inducido demasiados dramas... y luego se han mentido todas las eventuales soluciones, estableciéndose un universo de necesidades insatisfechas y gentes frustradas que hoy, hoy mismo, representan más de dos tercios de la humanidad, con todo lo que ello significa...
Desde luego, el pensamiento imperial no mira los contraluces de sus aberraciones, antes bien sus facilismos prefieren crear enemigos, perseguirlos, y eventualmente exterminarlos... siempre y cuando no se les pueda sacar jugo...
En este punto, internet, las redes, son el gran aporte de una herramienta singular... todo está bajo observación... todo está bajo sospecha... y no debe pasarse por alto que, dado que el espionaje es en idioma inglés, las convicciones sociales y personales en cualquier otra lengua, es potencialmente "un enemigo declarado", o bien "un enemigo sin declarar"... de allí que el poder se haya convertido un promotor de los terrorismos de estados... esto es, estados ausentes que atentan contra los derechos ciudadanos y humanos de todos aquellos que, siendo anónimos, no caben en la consideración de nadie... en tal caso, Europa es un excelente ejemplo de terrorismos en curso... donde los intereses deciden destruir a España, a Grecia, a Portugal, a Italia, o a quien sea, con tal de salvar a los amigos y salvarse... ¿lamentable?... demasiado... ya que eso quiebra cualquier vínculo... y retrotrae a la civilización a un estado de dinosaurios depredadores donde todos se comen a todos...
desde luego, cada gestión política se llena de argumentos suficientes como para apabullar a la opinión pública con razones y sin razones... pero las evidencias que ha dejado la intromisión de occidente en el mundo árabe, impone reflexionar acerca del lamentable papel cumplido... las víctimas han sido inocentes sin voz... y los victimarios están a buen resguardo...
Traducción final: aunque no tengas nada que esconder, el modelo perverso que domina los escenarios, ha aprendido a exterminar por descalificación a la víctima... por consiguiente, el mundo humano ha ingresado a un estado de indefensión peligroso, porque habla de derechos que son letra muerta en cualquiera de las prácticas... estados ausentes mediante...
Mal que nos pese todos estamos desnudos... así como las corporaciones graban las conversaciones de sus empleados, colaboradores... así como se leen los mails antes de que estos se entreguen a sus legítimos destinatarios... así como se filman y se graban las conversaciones en los baños... la tecnología vigente es suficiente como para espiar a cualquiera en cualquier parte, incluyendo ello el estar bajo tierra... en este punto, el problema ya no es ni facebook ni twitter... en este punto el problema pasa porque los estados son verdaderos terroristas que avanzan contra el hecho privado... y esto, en sí mismo, es inaceptable, aún cuando no se tenga nada para esconder.
NOVIEMBRE 02, 2013.-



 

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