viernes, 28 de febrero de 2014

LA HORA SOCIAL ▲ Democracia sin política | Opinión | EL PAÍS

Democracia sin política | Opinión | EL PAÍS



LA CUARTA PÁGINA

Democracia sin política

Los que critican o protestan no tienen necesariamente razón ni el espacio público se reduce a una agregación apolítica de preferencias. Alguien tiene que ordenar y gestionar las demandas de la sociedad abierta



ENRIQUE FLORES


La narrativa dominante asegura que vivimos en una época postdemocrática. Esta denuncia se declina de diversas maneras: como primacía de los Ejecutivos frente a los Parlamentos, como distanciamiento de las élites respecto de los gobernados, como desplazamiento de los partidos hacia un centro que hace imposible las alternativas, como desconsideración de lo que realmente quiere la sociedad... Yo no lo veo así, ya lo siento. ¿No será que tenemos, más bien, una democracia abierta y una política endeble? La democracia es un espacio abierto donde, en principio, cualquiera puede hacer valer su opinión, que posibilita mil formas de presión, e incluso tenemos la posibilidad de echar a los Gobiernos. Esto funciona relativamente bien. En nuestras sociedades democráticas no faltan espacios abiertos de influencia y movilización, redes sociales, movimientos de protesta, manifestaciones, posibilidades de intervención y bloqueo.
Lo que no va tan bien es la política, es decir, la posibilidad de convertir esa amalgama plural de fuerzas en proyectos y transformaciones políticas, dar cauce y coherencia política a esas expresiones populares y configurar el espacio público de calidad donde todo ello se discuta, pondere y sintetice. Algo tiene que ver con esto el hecho de que para quienes actúan políticamente cada vez sea más difícil formular agendas alternativas. Estamos en una era postpolítica, de democracia sin política. Tenemos una sociedad irritada y un sistema político agitado, cuya interacción apenas produce nada nuevo, como tendríamos derecho a esperar dada la naturaleza de los problemas con los que tenemos que enfrentarnos.
Dicen los expertos que el retroceso de la participación electoral no viene acompañado por una falta de desinterés hacia el espacio público. La ciudadanía huye de las formas clásicas de organización, lo que es compatible con crecientes modalidades de compromiso individual, un activismo que no está ideológicamente articulado en un marco ideológico que le proporcione coherencia y totalidad, como podía ser el caso de las tradicionales ideologías omnicomprensivas.


Tenemos una sociedad irritada y un sistema agitado, cuya interacción apenas produce algo
El espacio digital ha abierto nuevas posibilidades de activismo político. Plataformas de movilización en torno a causas concretas —como Change o Avaaz— permiten ejercer un clicktivismconcreto a favor de buenas causas que contrasta con las adscripciones ideológicas abstractas, objeto de una general incredulidad. Para amplios sectores de la población, la realidad representada por los partidos jerárquicos ya no resulta atractiva, mientras que la cultura virtual de la Red les permite articular cómodamente sus disposiciones políticas fluidas e intermitentes, e incluso situarse off line en cualquier momento.
No faltan tampoco ejemplos de activismo y “soberanía negativa” en el espacio físico, ahora también vinculados a la movilización digital: manifestaciones y performances que obtuvieron una cierta celebridad, como los foros alternativos con motivo de las cumbres mundiales; Occupy Wall Street, todo el movimiento en torno al 15-M, las plataformas contra los deshaucios, la paralización de la privatización de la sanidad en Madrid, la intervención de las acusaciones particulares en los procesos judiciales, la resistencia exitosa contra ciertas obras públicas e infraestructuras: desde Burgos hasta Stuttgart pasando por Nantes…
No pongo en cuestión la bondad de estas actuaciones de resistencia cívica o campañas on line; me limito a señalar que al no inscribirse en ningún marco político que les dé coherencia, pueden dar a entender que la buena política es una mera adición de conquistas sociales. No funciona la articulación de las demandas sociales en programas coherentes que compitan en una esfera pública de calidad; en definitiva, falla la construcción política e institucional de la democracia más allá de la emoción del momento, de la presión inmediata y la atención mediática.
A quien reivindica algo que le parece justo no tenemos por qué exigirle que lo acompañe de un programa político completo y una memoria económica, por supuesto. Pero el espacio público no se reduce a la mera agregación apolítica de preferencias incoherentes, agrupadas como si no hubiera ninguna prioridad entre ellas e incluso ciertas incompatibilidades. Alguien se debería ocupar de ordenar esas reivindicaciones con criterios políticos y gestionar democráticamente su posible incompatibilidad. Pero, ¿hay alguien ahí? Si la política (y los tan denostados partidos) sirve para algo es precisamente para integrar con una cierta coherencia y autorización democrática las múltiples demandas que surgen continuamente en el espacio de una sociedad abierta. Se bloquea la construcción de infraestructuras, que seguramente no deberían hacerse, o no de ese modo, pero seguimos sin saber qué debería hacerse en materia de infraestructuras; detenemos los desahucios —porque podíamos y debíamos hacerlo— pero eso no sirve sin más para incentivar el crédito y hacer una política de vivienda más justa; podemos parar la privatización de los hospitales públicos, pero eso no determina qué tipo de política sanitaria debe hacerse. La política cuya presencia echo en falta es la que comienza cuando se terminan las buenas razones de la sociedad, donde se acaba la tarea del soberano negativo y comienza la responsabilidad del soberano positivo.


Los sectores duros de los partidos dificultan reformas que requieren pactos con adversarios
Al hecho de que las demandas sociales estén desarticuladas se añade la circunstancia de que tales reivindicaciones son plurales, lógicamente, y en ocasiones incompatibles o contradictorias: unos quieren más impuestos y otros menos, unos software libre y otros protección de la intimidad y la propiedad, a unos les preocupa que haya menos libertades y a otros que haya demasiados emigrantes… Sin una valoración política es difícil saber cuándo se trata del bloqueo de reformas necesarias o de una protesta frente al abuso de los representantes. La protesta contra ciertas infraestructuras puede estar motivada por razones ecológicas, pero también por otras menos confesables como el célebre Not In My Back Yard (no en mi patio trasero) o por sentimientos xenófobos si lo que se va a construir es una mezquita. En cualquier caso, a quienes tienden a celebrar la espontaneidad social conviene recordarles que la sociedad no es el reino de las buenas intenciones. La legitimidad de la sociedad para criticar a sus representantes no quiere decir que quienes critican o protestan tengan necesariamente razón. El estatus de indignado, crítico o víctima no le convierte a uno en políticamente infalible.
Existe además otro fenómeno de resistencia social antipolítica que merecería una especial atención. Me refiero al hecho de que alrededor o en los extremos de los partidos se han configurado tea parties que se erigen como protectores de los valores, representantes de las víctimas, portavoces de la multitud o de alguna revolución pendiente. Desde estas trincheras apolíticas parecen dominarse las cosas con una claridad de la que no disponen quienes tratan habitualmente con el principio de realidad. La ira de esos grupos no se dirige tanto a los adversarios como a los propios cuando amagan con rebajar el nivel de lo políticamente innegociable. Extienden una mentalidad antipolítica porque no han entendido que la política comporta siempre ciertos compromisos y concesiones. Los sectores duros de los partidos marcan el paso de una manera que probablemente no les corresponde con criterios de representatividad y dificultan ciertas reformas para las que se requiere el acuerdo político con los adversarios.
Dicen las encuestas que la política se ha convertido en uno de nuestros principales problemas y yo me pregunto, para terminar, si en esta opinión se expresa una nostalgia por la política desaparecida, una crítica ante su mediocridad o más bien un desprecio antipolítico hacia algo cuya lógica no se acaba de entender. En cualquier caso, los ciudadanos tendríamos más autoridad con nuestras críticas si pusiéramos el mismo empeño en formarnos y comprometernos. Y tal vez entonces caigamos en la cuenta de que nos encontramos en la paradoja de que nadie confía a la política lo que solo la política podría resolver.
Daniel Innerarity es catedrático de Filosofía Política y Social, investigador Ikerbasque en la Universidad del País Vasco y profesor visitante en la London School of Economics.


el dispreciau dice:
1. las gentes del mundo humano están indignadas, y no les falta razón, carecen (muchas veces) de orden para efectuar los reclamos, pero razón no les falta ya que nadie atiende sus necesidades, sus observaciones, sus cuestiones y sus cuestionamientos, ya que los estamentos políticos, siempre, siempre, siempre patean la pelota afuera o por fuera del estadio, de modo que nadie la encuentre... las mayoría de los reclamos referencian a huecos de las administraciones y a vacíos en las gestiones... que por supuesto, jamás se corrigen, porque en eso consiste la política y la administración públicas...

2. las gentes del mundo humano, al verse cercadas por los intereses y las conveniencias de las corporaciones asociadas a las ausencias de los estados políticos cómplices, se han divorciado de hecho de sus políticos, de sus estados, y por consiguiente de los intereses y las conveniencias de las corporaciones, entendiendo que éstas (corporaciones) representan al imperio, sin comprender que en verdad, ellas son el verdadero "imperio" y que todas, aún fragmentadas, responden al mismo esquema, al mismo modelo, al mismo sistema, y hasta un mismo "dueño del mundo", que escondido en algún lugar recóndito de la EUROPA MEDIEVAL, hace de las suyas mediante antojos y atropellos, según suelen proceder los poderes... lamentablemente, el divorcio es significativo, porque aún cuando no haya leyes que lo traduzcan, las gentes no soportan más a los políticos, ni tampoco soportan más a las corporaciones y sus funcionarios, porque entienden que nada de lo que hagan coincide con razón legítima alguna... y dado que todo es paradojal... también lo es "insoportable".

3. para las gentes del mundo humano, las democracias son mentiras... las dictaduras son mentiras... las derechas son mentiras... las izquierdas son mentiras... los reinos son mentiras... los virreinos son mentiras... al tiempo que los príncipes, los condes y los duques, no son más que oportunistas caídos del medievo... nada distinto a lo que sucede con los sacerdotes pedófilos, con los obispos con cara de piedra, y con los cardenales ridículos, que protegen siempre a las mafias para recibir favores a cambio... de allí que las gentes no crean en nada ni en nadie, motivos les sobran, y nunca les faltan, aún cuando estén en muchos casos, incapacitados para realizar lecturas intermedias de las realidades y las circunstancias... 

4. no se puede ni se debe vivir a costillas de los estados... pero los propios estados han fabricado tantos pobres y tantos ignorantes... que es el primer responsable de que un universo de "inútiles" vivan a costillas de él... ellos se han asegurado los votos a cambio de las dignidades, pero cada vez que estos "inútiles" ven cercenados  sus raros derechos, salen a reclamar por lo que se les antoja les pertenece, sin darse cuenta que el mundo se mueve sin ellos, salvo a la hora de los votos... léase, cambiar dignidades por votos da como resultado dramas y tragedias, pero hasta ahora, todos conviven en la misma sopa, perversa sí, pero sopa al fin...

5. las gentes hartas han dado muestras, a lo largo de cualquier historia, que cuando se les quiebran sus paciencias son capaces de cualquier cosa, y dado que hoy, los servicios de inteligencia de las grandes potencias, son funcionales a los intereses que convergen sobre los dramas sociales ajenos, no les cuesta nada sembrar el caos donde antes, apenas un segundo antes, todo parecía en armonía... los ejemplos son tantos que apabullan... la caída de los zares... antes la revolución francesa... después Vietnam... Irak... Irán... Afganistán... Siria... Líbano... la franja de Gaza... por no hacer referencia a Guatemala... Honduras... Venezuela... México y su narco... Colombia y su narco... Tibet... Cachemira... Nigeria... Myanmar... y qué se yo, son tantos que la memoria me juega en contra... pero como sea, sobran los ejemplos de cosas que jamás se resuelven, salvo que sean funcionales los intereses del "imperio" disgregado en corporaciones que hacen del mundo sus jolgorios, y de las gentes sus materiales descartables...

6. en todo orden hay caos... y en todo caos hay un orden... pero en el mundo humano ambos están en colisión paradojal, y eso es más que peligroso, porque las paradojas pueden dar lugar a las extinciones estrepitosas y repentinas, tipo dinosáuricas, y hacia allí vamos, todos los días un poquito más cerca estamos de irnos todos a la misma m... (se entiende, no es cierto?)...

7. la democracia no es política, antes de política es social... las sociedades humanas han olvidado esto, pero esta geometría funciona así... la democracia es social... por ende demanda de una justicia académica y superior, liberada de compras y ventas comunes a los intereses y sus conveniencias... por ende demanda una educación pública dinámica y superior que vaya perfeccionando y perfeccionándose para expedir mejores mentes y destacadas capacidades... por ende demanda una salud pública y universal de nivel académico genuino, que se mejore de manera continuada mediante mecanismos de investigación asociados a los actos médicos habituales... por ende demanda el derecho al acceso a una vivienda digna por el sólo hecho de nacer y existir... por ende demanda el derecho a un trabajo digno de por vida... por ende demanda un retiro digno cuando los años pesen y el cuerpo diga hasta aquí llegué... hoy, todo lo descripto y más, está al revés... esto es que los estados ausentes quitan y nunca dan... dan a veces, para luego quitar... quitan sin siquiera considerar... imponen sin consultar... imponen sin escuchar... imponen sin atender... luego desprecian y descalifican a discreción de sus partes... se burlan de las víctimas, protegiendo a los victimarios... y propician los miedos para condicionar a las gentes anónimas... traducido: el divorcio es un hecho, aún cuando no se traduzca en papeles de justicia alguna... y eso, es muy malo... no por el divorcio en sí mismo, sino por sus consecuencias potenciales... ¿ejemplo?... Ukrania, bien actual... 

8. la política es una ciencia que hace al hecho humano y da como resultado un acto humano... pero hoy, esa política idealizada, está en manos de mediocres, perversos, cínicos, hipócritas, mentirosos, delincuentes, traidores, y oportunistas... por consiguiente, no funcionan los estados ni tampoco sus políticas, que no son más que negocios de ida y vuelta manipulados por mercaderes de las dignidades ajenas...

9. esta política mediocre, no le sirve a nadie... sí a los pocos que se han apoderado de ella... pero no le sirve a las sociedades humanas comprendidas en ellas... 

10. las corporaciones, tal lo acontecido con los estamentos políticos, se han llenado de "mierda"... mucho título y poca ética... mucho cinismo y poco resultado genuino... mucha hipocresía y nada de valor agregado social... mucha mentira científica y mucho uso de las gentes, propiciando siempre su carácter de víctimas funcionales a un monumental daño colateral... mucho ejercicio virtual de mercados que no existen, pero que justifican lavar dineros del poder para devolver favores eternos a inútiles que conviven con sus respectivos estados de "mierdas" en suspensión límbica... 

fin de fiesta: esto, así como está, no sirve, ni tampoco da para más... los estados ya no promueven afectos, antes bien siembran odios, y quien siembra odios, recoge tragedias.
FEBRERO 28, 2014.-



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