jueves, 1 de mayo de 2014

MEDIATISMOS ▼ HOY PUEDE SER UN GRAN DÍA ► Una mirada crítica a nuestro periodismo | Opinión | EL PAÍS

Una mirada crítica a nuestro periodismo | Opinión | EL PAÍS



LA CUARTA PÁGINA

Una mirada crítica a nuestro periodismo

Tenemos medios de comunicación de todas las orientaciones políticas, pero con muy poca pluralidad interna. Los periodistas tienen una visión sacerdotal de su trabajo que privilegia la declaración sobre los hechos





EDUARDO ESTRADA


Hay dos formas de ejercer el periodismo político. La primera consiste en retransmitir lo que ocurre arriba (el poder político) a los que están abajo (los ciudadanos). El periodista se ve a sí mismo como una especie de sacerdote que interpreta las palabras de los dioses para el común de los mortales. En oposición a este periodista-sacerdote encontramos al periodista-detective, que trabaja más bien de abajo hacia arriba y, desde la escena del crimen, va tirando del hilo de un problema determinado. Esta segunda forma de periodismo político predomina en otros países europeos y ayuda a entender por qué su debate público tiende a ser mejor que el nuestro.
En términos comparativos, hay madera para hacer muy buen periodismo en España. Para empezar, las altas notas de corte para estudiar periodismo han llevado a la profesión a muchos de los más listos de cada generación. Además, la vocación y dedicación profesional de nuestros periodistas es encomiable, como atestiguan los incontables abusos de poder destapados por la prensa. A ello hay que sumar unos recursos materiales nada desdeñables, aun a pesar de la crisis. Los medios españoles pueden permitirse unos despliegues de corresponsales (en Libia, Ucrania, Burgos o el carril-bus de la Gran Vía) impensables en otros países europeos más pequeños —o sea, casi todos—.
Una primera debilidad de nuestro periodismo se encuentra en la estructura de los medios de comunicación. El “pluralismo polarizado” de la comunicación en España —es decir, que tenemos medios de todas las orientaciones políticas, pero que estos, a su vez, tienen muy poca pluralidad interna— actúa de barrera para el consenso social en asuntos clave. Es un asunto que merece reflexión y leerse los trabajos de investigadores como Antón Castromil.


En Europa predomina el periodista-detective, que investiga desde abajo y permite debates concretos



Pero el problema más fundamental de nuestro periodismo es la visión “sacerdotal” de su trabajo que tienen los profesionales de la comunicación. Un problema independiente de la estructura de los medios de comunicación, pues se da también en la teóricamente más libre prensa digital. La visión sacerdotal induce a tres sesgos: 1. El periodista prioriza las declaraciones de los políticos a costa de asuntos sustantivamente más relevantes. 2. Cuando trata asuntos sustantivamente relevantes, otorga demasiada responsabilidad sobre el devenir de los mismos a los políticos, vistos casi como seres omniscientes y omnipotentes, a expensas del papel de otros actores clave (como usuarios, profesionales o expertos). 3. El análisis periodístico de la noticia tiende a construir discursos abstractos en lugar de un contraste de alternativas políticas concretas y factibles.
En primer lugar, el periodismo español es muy declarativo. De hecho, elleitmotiv de muchas noticias —en televisión, radio o prensa escrita— no es tanto un acontecimiento como las declaraciones de turno de un político. La importancia de quien habla cuenta más que qué pasa. Las ruedas de prensa de los portavoces o de los sacrosantos secretarios generales de los partidos mayoritarios se convierten automáticamente en noticia. Se diga lo que se diga y, sobre todo, si no se dice lo que los periodistas esperan que se diga. Esos silencios de los dioses hacen correr ríos de tinta.
Comparemos este encuadre, o framing, de las noticias con el de medios de comunicación más pobres —tanto estéticamente como en número de periodistas— del norte de Europa. Una noticia estereotípica puede comenzar con el informe de unos expertos alertando sobre un problema puntual: el estado de las infraestructuras ferroviarias, quejas tras la privatización de un determinado servicio social, etcétera. A partir de ahí, los periodistas, cual detectives, interrogan a todos los “sospechosos” de tener información relevante: usuarios del servicio, funcionarios de primera línea o cargos medios de la Administración, expertos académicos y así hasta llegar —si es necesario, pero no necesariamente— hasta los políticos con competencias o conocimientos del tema.
Obviamente, muchas noticias en España también están basadas en la publicación de informes y no en el periodismo declarativo. Sin embargo, fijémonos cómo nuestros periodistas adoptan enseguida el rol de los sacerdotes ancestrales que lo primero que hacían cuando las aguas del río subían era correr al templo para interrogar a los dioses. El foco de cualquier problema político se traslada, casi de inmediato, al ministro y a la oposición. Así, el debate sustantivo no se da entre actores sociales diversos, sino entre el Gobierno actual y el anterior (o posterior). El papel de los políticos está sobredimensionado en nuestros medios de comunicación. Son actores importantes, pero la película de la realidad es mucho más coral.


En España, los problemas se discuten en paquetes globales, no de forma independiente



Como en los antiguos sanedrines sacerdotales, los periodistas analizan los designios de los dioses en ese cónclave tan nuestro llamado tertulia política. En el peor de los casos, la tertulia premia la frase impactante a costa del análisis frío y reposado. En el mejor de los casos, cuando tenemos a periodistas excelentes, el formato propio de la tertulia —mucha gente hablando de muchos temas— genera incentivos para que los participantes inviertan en dos enemigos del rigor: los contactos personales con políticos, que les permitirán ofrecer una exclusiva sobre, por ejemplo, los “movimientos de fondo” en un partido; y los discursos basados en conceptos abstractos (ejemplo “Estado de bienestar”, “desigualdad”, “neoliberalismo”), que les permitirán hablar con solvencia de cualquier asunto, en lugar de argumentos sobre temas concretos (ejemplo, “hasta qué punto un copago en el servicio sanitario X es apropiado”, “cuál es el salario adecuado para un profesor de primaria”, etcétera). Los problemas no se discuten de forma independiente, sino en paquetes globales. Por ejemplo, el debate sobre la subida del transporte público se torna enseguida una crítica a la política de recortes o a Merkel y el “pensamiento neoliberal imperante”.
Frente a las multitudinarias tertulias españolas, el debate en otros países se limita con frecuencia a un par de expertos con opiniones enfrentadas. El resultado es que el público obtiene información sobre las ventajas e inconvenientes de las diferentes soluciones alternativas a un problema X. El objetivo es diseccionar una realidad compleja a sus componentes manejables, a las opciones factibles. No es de extrañar que estos países tiendan a adoptar, o como mínimo a discutir seriamente, reformas impopulares, pero necesarias para la sostenibilidad del Estado de bienestar a largo plazo —como la introducción de copagos sanitarios, la reforma de las pensiones o la flexibilización del mercado laboral—. Sus votantes están expuestos a la opinión informada a favor de la iniciativa concreta A (que es fea) y de su alternativa B (que es mucho más fea y, por tanto, peor).
El objetivo de nuestro periodismo (en las tertulias en particular, pero también en muchos de los análisis escritos) parece el opuesto: agregar problemas concretos en entes abstractos. En demasiadas ocasiones, los ciudadanos españoles no reciben un contraste de ventajas e inconvenientes sobre cursos de acción alternativos, sino un choque improductivo de cosmovisiones del mundo. Por ejemplo, en cuanto se sospecha que una reforma huele a derechas, movemos la discusión al terreno de la especulación progresista vaga: que si forma parte de una “agenda oculta” para desmantelar el Estado de bienestar, que si es una expresión más del “triunfo del neoliberalismo” o de la “incapacidad de la socialdemocracia para presentar una alternativa”, etcétera. Esta abstracción contribuye a que la mayoría de reformas que nuestro país necesita queden desprestigiadas rápidamente en el debate público.
En resumen, nuestro periodismo —demasiado declarativo, demasiado jerárquico y demasiado abstracto— es un factor más que ayuda a entender la paradójica situación de que, en medio de una crisis tan brutal a todos los niveles, España se haya reformado tan poquito.
Hay, sin duda, muchas excepciones y ejemplos de gran periodismo en España. Razón de más para replantearnos esas programaciones rebosantes de tertulias y esas crónicas con tantos políticos y tan pocas políticas públicas.
Víctor Lapuente Giné es profesor en el Instituto para la Calidad de Gobierno de la Universidad de Gotemburgo


el dispreciau dice: un puede ser un gran día... 01 de mayo de 2014... no es un día más... en el mundo humano las gentes están hartas de sus políticos... hartas de sus estados ausentes y de las ausencias de dichos estados... hartas de la máquina de impedir que reina manipulada desde el "imperio"... ¿y el imperio... dónde está?... esté donde esté, el problema social en el mundo humano crece de manera geométrica, mientras que las clases políticas se extravían en discursos que no dicen nada, y en soluciones que son prolijamente esquivadas...

la estrategia de salvar bancos y banqueros, para inmediatamente condenar a las gentes, ha dado resultados dramáticos y el desconcierto social se ha transformado en indignación masiva...

en medio de ello... el paisaje enseña corporaciones de medios que esclavizan las opiniones y los editorialismos de sus colaboradores, cada vez más mediocres, cada vez más felpudos, cada vez más autoconvencidos de una rara visión del mundo humano de las conveniencias, los intereses, las propiedades intelectuales y hasta de las patentes, ejerciendo una peor interpretación de cualquier realidad... y empujados permanentemente a "descalificar" a la víctima para luego crear escenarios convenientes a los intereses de sus supuestos protectores... traducido, las corporaciones de medios proceden del mismo modo que las corporaciones editoriales, inventando escenarios para imponer tragedias a escalas... ¿espantoso?... sí, pero real...
ello indica que el cuarto poder se ha tergiversado a sí mismo... por una simple razón de negocios...

en medio de ello... la clase política mundial insulta a la inteligencia pública y, curiosamente, las corporaciones de medios y las corporaciones editoriales hacen lo propio con la consciencia pública, deformándola o bien intentándolo... ambos hechos son condenables, ya que son una forma de hacer terrorismo con las necesidades de las personas... pero desde luego, en un mundo cada vez más descartable... todo se entremezcla confiriendo un singular sentido a la estregia de los desechos... las basuras... los vertederos... y otros agujeros...

en ARGENTINA... donde una porción de la cultura prodigiosa de los sesenta/setenta se viene recuperando... hay otra porción de la cultura que sigue leyendo la realidad del siglo XXI según las creencias vigentes en el XIX... es decir, mientras unos ven semejanzas, igualdades, equivalencias, otros aprecian la discriminación, la intolerancia, y el cabecismo negroide que, utilizado por los blancos... condena a los de piel un poco más oscura, procediendo de distintas formas... usando las pobrezas de los unos en contra de las marginaciones de los otros... manipulando las realidades y sus circunstancias... mostrando las miserias comunes al arrastre de un país arrasado, justamente, por infamias provenientes desde la política liberal... neoliberal... o de raras derechas... o de trasnochadas izquierdas... todas recitantes de propias conveniencias, adecuadamente ocultas...

en medio de ello... alianzas extrañas... enemigos eternos que se han hacen sinfónicos y sincrónicos en la ocasión... denuncias... otras condenas... pero en dicho paisaje nada ni nadie agregan valor, y por ende, la máquina de impedir crece...

el periodismo tiene exponentes gigantes... pero también contiene a miserables de la opinión... y todo coexiste entre la independencia y la sumisión... la dignidad y lo indigno... lo soportable y lo insoportable... algo que puede aplicarse a esta tierra como cualquier otra... ya que hoy la globalización corporativa ha hecho estragos con las gentes y sus sapiencias, así como con sus capacidades de lectura e interpretación de cualquier realidad...

tal vez... sólo tal vez... de una vez por todas... sea bueno pensar en un periodismo que agregue valor social... algo que existió allá lejos y hace tiempo, y que se perdió a manos de muy malos ejemplos... comunes a armar noticias en estudios de televisión para luego vender espacios generando nuevos crédulos... algo que el imperio conoce bien desde el tiempo de los romanos... algo que supo copiar el nazismo, pero que mejor conoce y se reconoce en las recetas del Fondo Monetario Internacional, organismo mundial que administra los "campos de concentración"...

insisto... la deuda política es temible... pero insisto... la deformación programada de la opinión pública también lo es... porque en este mundo humano todo se compra y todo se vende, por ende, siempre se miente... tema no menor a la hora de las consideraciones genuinas, las de fondo, las que hacen a la esencia de las cosas y los hechos...

¿sirve este paisaje?... indudablemente no... este modelo ha llegado a su fin... en todo sentido... en lo político... en lo económico... en lo formativo... en lo informativo... en lo social... en lo laboral... y desde luego, en lo personal... ya que lo que no agrega valor, siempre resta... y si te das cuenta de ello... y corriges el rumbo... por el bien de todos, ello puede derivar en un gran día... pero si procedes en contrario, insistiendo con el modelo infame impuesto por el imperio globalizador desde los noventa en más... estamos en el horno... porque todo se torna inconsistente e incoherente... lo cual no es bueno para nadie... más aún cuando se observa que, matemáticamente hablando, las reiteradas recetas del FMI, están viciadas de nulidad... al igual que las expresiones periodísticas que condenan a los que van a contramano de estas políticas fabricadas para ir en contra de las gentes, de las personas, de las sociedades... en un mundo que no da para más... donde el imperio está al caer... igualito a la Roma que se dedicó a enaltecer a los inútiles...

cuando las corporaciones asumen que sus colaboradores son descartables, pierden ellos, y pierde la civilización... cuando esas mismas corporaciones asumen que sus objetivos no deben guardar escrúpulos, también sucede lo mismo... cuando dichas corporaciones compran dignidades y venden ilusiones, también denigran a la cultura humana... cuando esas corporaciones proceden en contra de los intereses de las personas, generan un agujero negro que devora la consciencia pública... al sólo efecto de obtener un resultado demasiado efímero, demasiado lavado en un concierto de lavaderos... demasiado traficado en un concierto de traficantes... o si se quiere, demasiado pirateado en un concierto de piratas... ¿sirve?, sí a unos pocos... no a la gran mayoría... y los resultados están a la vista, en cualquier ámbito humano lo está... de allí que una sociedad desintegrada no tenga capacidad para integrarse y apreciar en conjunto, cómo se la ha condenado a una tragedia común...

insisto... no es poca la gente que está despertando de esta pesadilla inducida... ¿te sumas?... indígnate!, lo mereces. MAYO 01, 2014.-

posdata: libertad no es sinónimo de atropello...

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