domingo, 29 de junio de 2014

CRÓNICA DE UNA EXTINCIÓN ANUNCIADA ▼ ▼ ▼ abejas: “La colmena desaparece en un día” | Sociedad | EL PAÍS

abejas: “La colmena desaparece en un día” | Sociedad | EL PAÍS



“La colmena desaparece en un día”

Los insectos enfermos vuelan desorientados y se pierden lejos de casa



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Un apicultor manipula un panel con miel de una colmena de abejas. / MARGARET CLARKIN  (AP )


Una mañana llegó y simplemente ya no estaban: “En una noche puedes perderlo todo”. Jesús Asorey es el secretario técnico de la Asociación Gallega de Apicultores, una de las cinco regiones de España más amenazadas por la desaparición de abejas, según Greenpeace. Asorey tiene dos colmenares en Pontevedra, uno sano y otro moribundo, en el que nueve de las diez colmenas ya están despobladas. Aunque el enjambre puede desaparecer de un día para otro, el proceso comienza mucho antes: “Las abejas entran en la colmena al llegar el invierno con el cuerpo impregnado de pesticidas, se intoxican y, con los primeros rayos primaverales, salen desorientadas y ya no encuentran el camino a casa y mueren”.



Desde 1996, el número de colmenas ha aumentado un 50%; la producción de miel, solo un 10%



El sector gallego denuncia que ha perdido el 56% de sus colonias desde el año 2000. Los productores apuntan a los pesticidas como principales causantes de las muertes. La fumigación de grandes cultivos, como el maíz forrajero, es lo que más les preocupa. Según Greenpeace, el consumo de insecticidas en España ha aumentado un 56% en los últimos 20 años. En 2013, la Unión Europea dio la razón a los agricultores y prohibió el uso de cuatro pesticidas “clave” en la muerte de los insectos. “Gracias a eso, los agricultores tomaron conciencia de un problema que muchos desconocían”, comenta Ángel Díaz, apicultor sevillano y responsable del sector en la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG). En su zona de cultivo, entre el Guadalquivir y el parque natural de Grazalema, trabaja 600 colmenas. En la década de los ochenta sufrió la plaga del parásito Varroa; después, en 2004, una caída de la producción de miel; y ahora, “el alzhéimer de las abejas”, como describe Díaz al fenómeno que les impide regresar a las colmenas. En los peores años ha llegado a perder a la mitad de sus abejas. No está en contra de los insecticidas, no quiere que los agricultores se queden indefensos ante las plagas, pero reclama que no se liberen productos de los que no se conocen sus consecuencias.
El principal fabricante a nivel mundial de estos químicos es la multinacional Bayer, la cual se declara “consciente” de la disminución de colonias de abejas, pero lo achaca a condiciones climáticas y a parásitos. Los agricultores reconocen que “quizá” los fitosanitarios no matan directamente a las abejas, pero aseguran que llevan 20 años, desde que se comercializan estos productos, viendo cómo se debilita el sistema inmunitario de los insectos, haciéndolos más vulnerables, desorientándolos y “borrándoles la memoria a través de las neurotoxinas”.
La multinacional afianza sus conclusiones en el aumento de colmenas. El último censo, de 2012, registró más de 2.500.000, lo que supone un ligero ascenso respecto al año anterior (1,4%). Los apicultores reconocen la mejora y la subida en la producción de miel. España es el principal fabricante de la Unión Europea y su censo de colmenas no ha dejado de ascender desde 2006, tras el annus horribilis que vivió el sector. Pero los expertos explican que este aumento no está en contradicción con la disminución de la población de insectos. El número de enjambres aumenta porque también lo hace el porcentaje de apicultores. Estos incentivan la reproducción de las abejas, pero no impiden que su tasa de mortalidad siga aumentando, del 10% en la década de los ochenta al 20% actual. Desde 1996, el número de colmenas ha aumentado un 50%; la producción de miel, solo un 10%.
Otro factor que maquilla los datos es la división de colmenas. Los apicultores “las multiplican para suplantar las enfermas”, intentando así salvar la colmena y “las subvenciones que reciben y sin las que no pueden mantenerse”, explica Asorey. Díaz añade que cuando la colmena enferma y no muere “puede ser peor” para el productor, porque se vuelve improductiva y requiere mayor inversión para su recuperación.

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