sábado, 25 de octubre de 2014

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Enviado por xbrito on 15/9/2014 11:48:15 (328 Lecturas)
La medicalización de la vida en el capitalismo: El bricolaje de lo Bio

Xavier Brito Alvarado



A manera de introducción

La Revolución Industrial, Siglo XVIII, posibilitó una apertura de las políticas públicas de salud, sobre todo en la parte occidental de Europa y en los Estados Unidos de América. En gran medida, este cambio se debió a las fuertes disputas entre las clases burguesas y obreras, debido a un incremento en las desigualdades sociales y económicas, que causaron el aparecimiento de nuevas formas de pobreza que repercutían directamente sobre el cuerpo. Esta idea de dominio social parte de un orden político que concedía al cuerpo una categorización política-ideológica, que determina el condicionamiento hacia el trabajo, especialmente en las fábricas, que implicaba a un determinismo sobre vida de los obreros y de sus familias, es decir, de la sociedad en sí.

Estas disputas desnudaban los cálculos del poder, donde Marx advertía que la economía capitalista lleva consigo una “animalización del hombre” que “invierte a lo animal por lo humano y lo humano por lo animal” (Marx, 2003: 145).

La lucha del bienestar de las clases obreras ha conjugado las líneas críticas sobre el acceso a la salud como derecho fundamental. Adam Przeworski alega que aun estas disputas no han cambiado, especialmente en el sistema capitalista:

El capitalismo es un sistema en el cual los trabajadores compiten unos con otros excepto en el caso en que estén organizados como clase. Una posición social similar no produce la solidaridad dado que los intereses que comparten los obreros son precisamente los mismos que les hacen entrar en competencia unos con otros sobre todo al bajar su salario cuando buscan empleo […]. (Przeworski, 1988:31).



El capitalismo, en el siglo XVIII, creó lo que Michel Foucault denominó “Medicina del Estado” y en el siglo XX se ha denominado como Medicina Social, influenciado por la ideología del “Estado de bienestar social.” La “Medicina del Estado” surgió bajo el siguiente contexto:

La "medicina de Estado" se desarrolló principalmente en Alemania a comienzos del siglo XVIII. Sobre este problema específico conviene mencionar la afirmación de Marx en el sentido de que la economía era inglesa, la política francesa y la filosofía alemana, pues fue en Alemania donde se formó en el siglo XVIII -mucho antes que en Francia e Inglaterra- lo que puede denominarse ciencia del Estado. El concepto de "Staatswissenchaft" es producto de Alemania, y bajo el nombre de "ciencia de Estado "(Foucault, 2005: 88).



El uso regular de la "medicalización" se acentuó tras la Segunda Guerra Mundial, bajo la sombra del modelo sanitario existente en el mundo occidental, el modelo de bienestar fue utilizado como el paradigma de la cultura de la salud, pero también fue comprendido desde la llamada sociedad terapéutica y farmacológica.

La crisis económica de la década de los setentas fue el pretexto, más importante, para comenzar a reflexionar sobre los límites de la medicina, donde la economía ha desempeñado un papel fundamental a la hora de delinear las políticas de salud implantadas sobre todo en los países capitalistas. La estrecha relación entre el consumo y la producción de medicamentos influyeron en los médicos para construir discursos morales sobre la conducta de los enfermos. Dichos discursos se agrupaban en delinear conductas y estilos de vida, enfocados en el consumo de medicamentos como eje central para lograr una vida saludable.

Las sociedades actuales, especialmente las occidentales, están atravesando un panorama en materia de salud fuertemente marcada por la influencia de la política económica de las industrias farmacéuticas. “La medicalización de la vida no es sino un solo aspecto del dominio destructor de la industria sobre nuestra sociedad.” (Illich, 1975:77). El poder de estas industrias es tan importante que su accionar ha sido polémico, así lo describe Marcia Angell:

Lo que vale la pena para el gorila de 350 kilos también vale la pena el coloso en que se ha convertido la industria farmacéutica. Está acostumbrada a hacer lo que le da la gana. […] De 1960 a 1980 las ventas de medicamentos bajo receta se mantuvieron más o menos estables en términos del porcentaje de producto interno bruto de los Estados Unidos, pero de 1980 a 2000 se triplicaron. (Angell, 2004:25).



Foucault, fue uno de los teóricos que más se preocupó por el problema de la medicalización. Para sostener sus hipótesis sobre la medicalización de la vida argumenta que los acontecimientos de salud ocurridos en los siglos XVIII, XIX y la primera mitad del XX, ocasionaron el nacimiento de una nueva política de salud, para ello consideró a la tuberculosis, como la excusa, para la implementación de este proceso político.

Sostengo la hipótesis de que con el capitalismo no se pasó de una medicina colectiva a una medicina privada, sino precisamente lo contrario; el capitalismo, que se desenvuelve a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, socializó un primer objeto, que fue el cuerpo, en función de la fuerza productiva, de la fuerza laboral. El control de la sociedad sobre los individuos no se opera simplemente por la conciencia o por la ideología sino que se ejerce en el cuerpo, con el cuerpo. Para la sociedad capitalista lo importante era lo biológico, lo somático, lo corporal antes que nada. El cuerpo es una realidad biopolítica; la medicina es una estrategia biopolítica. (Foucault, 2005:87).



En este sentido, la medicalización se puede comprender como una serie de mecanismos donde la existencia de una intromisión a la salud de la población por parte del poder emanado del Estado, bajo el presupuesto de la dependencia de la sociedad hacia los profesionales de la medicina y la farmacología, visibilizado en las prácticas de atención médica, en las políticas de salud y en el consumo de medicamentos. De acuerdo con una categorización de la población que abarcaba el género, la edad y las condiciones socioeconómicas. “La gente acepta como verdad trivial que las personas necesitan atenciones médicas sistemáticas por el simple hecho de que van a nacer, están recién nacidas, en la infancia, en su climaterio o en edad avanzada. (Illich, 1975:53).

La dependencia farmacológica ha creado la idea de que en las diferentes etapas de la vida es necesarias atenciones y tratamientos especiales, así como en determinados hechos sociales como: el trabajo, la sexualidad, el estudio, entre otros.

Esta especialización degrada la calidad del hogar, de la escuela, de la calle, y de la plaza del mercado. El médico comienza a apoderarse de la vida con el examen prenatal mensual, cuando decide cuándo y cómo habrá de nacer el feto; termina con su decisión de suspender las actividades de resurrección. El ambiente llega a considerarse como un útero mecánico y el profesional de la salud como el burócrata que asigna a cada quien su lugar adecuado. (Illich, 1975:54).



Esto ha creado la formación de una esfera en que la vida depende de los mecanismos impuestos por el discurso científico-médico, que implica la mercantilización de la vida, un negocio donde la prevención, la asistencia, la enfermedad y la asistencia médica, son un discurso económico. “La extensión del control profesional sobre la atención de personas sanas es otra expresión de la medicalización de la vida. Las personas se han vuelto pacientes sin estar enfermas” (Illich, 1975:54).

En el modelo neoliberal el campo farmacéutico constituye un escenario ideal para examinar las profundas desigualdades sociales existentes entre ricos y pobres, un ejemplo de estas políticas es lo sucedido en Argentina a inicios de los años noventa, tal como lo ha descrito Andrew Lakoff (2003:44). Desde principios de 1990, y luego de una serie de fracasos políticos, el gobierno entrante de Carlos Menen desarrolló una fuerte política de corte neoliberal, que entre otras cosas, privatizó sectores claves para la sociedad argentina. Con la intención de mermar la capacidad del Estado en la elaboración de políticas sociales como la educación y la salud. Un espacio ideal para que la iniciativa privada pueda elaborar programas sociales y ofrecerlos a un precio de mercado, sin la intromisión por parte del gobierno.

Nikolas Rose ha conceptualizado este momento histórico como: “El riesgo pasa a ser algo manejable mediante nuevas relaciones distanciadas de control entre los centros políticos de decisión y procedimiento, dispositivos y aparatos no políticos, tales como escuelas, hospitales o empresas, sobre las que recae de nuevo la responsabilidad de la salud, la riqueza y la felicidad.” (Rose, 1996:35).

Rose (1996,35) objeta que la mercantilización pretende regular la pluralidad de intervenciones de los expertos en salud sobre las decisiones de la población, convirtiéndose los primeros en agentes de bienestar. En la misma lógica Joao Biehl argumenta que la globalización y la economía han influido en la toma de decisiones dentro de las industrias farmacéuticas.

En general, he estado interesado en las artes de gobierno que acompañan a la globalización económica y la reconstrucción de las personas como segmentos de mercado (específicamente, los mercados terapéuticas). Como los pacientes son ciudadanos actúan para acceder a los recursos del gobierno al negociar los caprichos del mercado y la supervivencia ¿Cuándo y condiciones se consideran las personas marginadas de la población objetan nuevos regímenes biomédicos? (Biehl, 2001:264)



Los argumentos expuestos permiten construir un puente epistemológico con tres de los conceptos (Biopoder, Biopolítica y Bioética) más utilizados al momento de tratar los problemas de la vida, la salud y la enfermedad.

Bricolaje o la provincialización conceptual: Lo Bio

Unos de los conceptos más utilizados, y controversiales, en las últimas décadas es “Bio” y sus derivaciones epistemológicas: Biopoder, Biopolítica y Bioética. Los usos dados a estas categorías han sido fuentes de profundas discrepancias dentro del campo académico. Desde la década de los setentas la política y la vida han cruzado múltiples relaciones. Michel Foucault , aunque no fue el primero ni constituye la única voz en teorizar estas relaciones, ha constituido un hilo conductor para los debates actuales. Los teóricos que hoy resaltan con nuevos argumentos son: Giorgio Agamben, Roberto Esposito y Nikolas Rose . Sin duda, la pregunta de estos teóricos es sobre el ejercicio del poder sobre la vida.

Biopoder

Los conceptos Biopoder y Biopolítica, se sostienen en la conceptualización de un Estado como un organismo vivo, que necesita de un lugar para poder sostener su fuerza, que consiste en una sumisión de los seres humanos para el beneficio de poder.

Esta categoría permite analizar las acciones políticas de seguridad y control por parte del poder estatal hacia las poblaciones civiles, acciones que se remontan al siglo XVII. En el texto “La historia de la Sexualidad I, la Voluntad del saber” (1976) dejó sentados los fundamentos para el análisis político del Biopoder dentro del contexto de la Modernidad. No obstante, en su texto “Defender a la sociedad” (2006) traza una conceptualización aguda sobre el Biopoder al que lo describe así:

El soberano absoluto ejerce potestad sobre la vida de sus súbditos que son el potencial bélico mediante el cual se defiende el poder contra amenazas o ataques. El poder soberano sobre la vida se manifiesta dejando vivir y haciendo morir. Con la declinación de poderes absolutos, incluyendo el biopoder de dictaminar impunemente quién podía vivir y quién debía morir, se desarrollan dos formas de poder político (…). (Foucault, 2006: 231-233).



Bajo esta esfera conceptual el “Biopoder” puede comprenderse como una epistemología, un campo de dominio del quehacer político que se destina a una nueva forma de administración pública sobre la vida por parte de un poder soberano del Estado. El Biopoder se convierte en el “poder sobre la vida”.

Con el Biopoder se produce una trasformación social radical, en la manera de construir los mecanismos de poder en la organización de la sociedad que se somete a un nuevo espacio de poder y control, basado en la fuerza y el orden emanado del poder soberano, la infiltración del Estado en la administración de los espacios de la vida de la población con el fin de garantizar un control absoluto de los mecanismos sociales y biológicos.

Para Nikolas Rose y Paul Rabinow (2003) el Biopoder puede ser argumentado desde un posicionamiento, no solo de control de la vida misma, sino de cómo una práctica deseable, legítima y eficaz del poder sobre la población.



At its most general, then, the concept of ‘biopower’ serves to bring into view a field comprised of more or less rationalized attempts to intervene upon the vital characteristics of human existence. The vital characteristics of human beings, as living creatures who are born, mature, inhabit a body that can be trained and augmented, and then sicken and die. And the vital characteristics of collectivities or populations composed of such living beings.

And, while Foucault is somewhat imprecise in his use of the terms, within the field of biopower, we can use the term ‘biopolitics’ to embrace all the specific strategies and contestations over problematizations of collective human vitality, morbidity and mortality; over the forms of knowledge, regimes of authority and practices of intervention that are desirable, legitimate and efficacious. (Rose, Rabinow, 2003: 197)

Biopolítica

En relación con la Biopolítica, Foucault en el texto “Defender a la Sociedad” (2000) hace referencia al nacimiento de una forma de racismo proveniente del Estado moderno, donde la Biopolítica se centra en la creación de formas disciplinarias encaminadas al control de la sociedad, donde el Estado toma como deber la disposición de la vida. Como eje conductor de sus análisis biopolíticos, Foucault hace un marco explicativo de “los procesos históricos”, entre las relaciones de poder y los discursos sobre la guerra.

Estas categorías se agrupan en tres esferas, según el teórico francés, las nacionalidades, las clases sociales y la raza. En esta circunstancia la guerra quedó como un “un poder central” excluyendo a esta como un asunto individual, esto puede entenderse como “un ejercicio del poder sobre el hombre en cuanto ser viviente” (Foucault, 2000: 217).

En la clase de 1978 llamada “Seguridad, territorio y población” Foucault argumenta que el concepto de Biopolítica era complejo y delimitado ; por lo tanto, aparece un nuevo espacio de reflexión al cual llamó “gubernamentalidad” que para Foucault (2006: 136) puede ser agrupada primeramente como conjunto de instituciones, procedimientos, análisis y reflexiones, relacionadas al poder que recae sobre la población; la segunda la fuerza del poder sobre la soberanía, disciplina, que constituyen los aparatos de gobierno, incluidos los saberes; por último la ‘gubernamentalidad’ puede ser comprendida como un proceso, en que el Estado de justicia de la Edad Media se convirtió en el poder administrativo capaz de controlar la vida de la población. La “gubernamentalidad” es un paso epistemológico de Foucault de la Biopolítica al Biopoder, es decir, una nueva manera de control sobre la vida.

Otra conceptualización sobre Biopolítica es la realizada por el filósofo italiano Giorgio Agamben que en su libro “Homo Sacer, El poder soberano y la nuda vida” (1999) describe las nociones de soberanía y poder en el mundo contemporáneo. Para Miguel Kottón (2010: 7) Agamben posee una visión negativa de la Bipolítica ya que es un ejercicio de poder destinado a menoscabar al individuo.

Desde un método arqueológico Agamben explora la figura romana del “homo sacer” para explicar a la política contemporánea desde una visión global. El autor argumenta que el poder en las democracias actuales despoja a los ciudadanos de sus derechos, para someterlos a los intereses del nuevo orden capitalista mundial.

Para Agamben el poder soberano tiene la potestad de administrar la vida y los cuerpos, por lo tanto, este posee los mecanismos de disponer la vida de quienes son útiles al sistema político y para decidir quiénes son presidiables para seguir viviendo.

El espacio de la nuda vida que estaba situada originariamente al margen del orden jurídico, va coincidiendo de manera progresiva con el espacio político, de forma que exclusión e inclusión, externo e interno, bíos y zoe, derecho y hecho, entran en una zona de irreductible diferenciación. (Agamben, 2003:19).



Agamben describe los límites donde las democracias contemporáneas y las leyes se asientan, estos límites son el temporal y el espacial, el primero constituye lo que se ha denominado el “Estado de excepción” donde la ley deja de tener efectos de legalidad, aunque la propia ley ejerce la fuerza.

En el límite espacial Agamben argumenta que en los campos de concentración y exterminio el derecho y la ley dejan de existir por el funcionamiento propio de la sociedad. Kotton argumenta que el filósofo italiano describe una nueva política de la muerte sustentada en el racismo en contra de las masas poblacionales más débiles.

La biopolítica tanática descrita por Agamben practica el corte entre vidas a proteger y vidas dispensables, recurriendo a doctrinas racistas en los campos de concentración y en algunos estados de excepción. Se detecta la misma política de segregaciones sociales entre ciudadanos y marginales, integrados y desempoderados, autorizados e ilegales, reconocidos e invisibles, estableciendo un lenguaje racista que discrimina entre protegidos y dispensables. (Kottow, 2010:10).



Roberto Esposito, es otro de los teóricos contemporáneos que aborda a la biopolítica en su libro “Bios: política y filosofía” (2006) deconstruye el concepto de Biopolítica argumentado por Foucault y Agamben.

Para Esposito la vida constantemente se encuentra amenazada por la “tanatopolítica” destructiva de la sociedad, que se da por la idea de maximizar a los ciudadanos puedan llegar a ser útiles al sistema.

Ninguna porción de esta [la vida] puede ser destruida a favor de otra: toda vida es forma de vida y toda forma de vida ha de referirse a la vida (…) No es este el contenido ni el sentido último de la biopolítica, pero al menos es su presupuesto: que se lo niegue una vez más en una política de la muerte, o se lo afirme en una política de la vida, también dependerá del modo en que el pensamiento contemporáneo siga sus huellas. (Esposito, 2006:17).



Esposito, argumenta al igual que Foucault, que la Biopolítica es un concepto que tiene raíces desde el inicio del siglo XX, cuando el mundo en especial el europeo, comenzó una nueva reconfiguración del poder, en el cual se debía tener un espacio para el control de la vida de las poblaciones.

Una tercera visión sobre la Biopolítica es la expuesta por Nikolas Rose, en su texto “The Politics of life itself” (2000) texto en que hace referencia a una política de la vida. Rose, conjuntamente, con Paul Rabinow condensan una serie de argumentos positivos de la biotecnología en el mundo contemporáneo, sin dudas, para estos autores la genética encabeza la lista de las nuevas esperanzas para la humanidad, muchos de estos avances se encaminan “al control de los procesos vitales del cuerpo y de la mente ” (Rose, 2012, 16).

Rose pretende realizar una cartografía de la vida en el presente, “The Politics of life itself” propone diagnosticar el presente, se ocupa de imprimir un colorido unívoco al repertorio contemporáneo de ejercicios biopolíticos. “Se trata de reconciliar a las sociedades con sus políticas y saberes, de deponer el nodo oscuro del Biopoder, aquel de racismo, las eugenesias, en fin, las tanatopolíticas.” (Hidar, 2009:23).

La politización de la vida, según Rose, se sustenta en una optimización de la tecnología de la salud, en los avances científicos que configuran nuevos escenarios para que la vida pueda cumplir una función legítima y productiva. “Las tecnologías contemporáneas de la vida no están más constreñidas, si es que alguna vez lo estuvieron, por los polos de la salud y la enfermedad. Esos polos se mantienen, pero, además, muchas intervenciones buscan actuar en el presente en orden a asegurar el mejor futuro posible para aquellos que son sus sujetos.” (Rose, 2007:6) .

Para Rose la existencia de un vitalismo tecnológico se sustenta en que las viejas prácticas biopolíticas instauradas en el “dejar vivir, dejar morir” han sido desplazadas por los nuevos discursos de la “felicidad” y de la “calidad de vida.” Que estrechamente se vinculan con las tecnologías de la vida, para esto conseguir este resultado la biomedicina ha logrado conjugar una “ingeniería biológica de la vitalidad.”

Las tecnologías médicas contemporáneas (...) no buscan solo curar los daños orgánicos o la enfermedad (...) sino cambiar lo que sea el organismo biológico, haciendo posible la reconfiguración –o la expectativa de reconfigurar- de los procesos vitales en sí mismo en miras a maximizar su funcionamiento (...) Su principal característica es su visión hacia adelante: estas tecnologías de la vida buscan remodelar el futuro vital a través de la acción en el presente vital. (Rose, 2007:17/18) .



Para este teórico, el mundo contemporáneo se encuentra atravesado por una biopolítica que gobierna las acciones de los individuos y de los grupos sociales, con el pretexto de la maximización de la vida, para ello la calidad de vida desempeña no solo la práctica, sino el discurso al que hay que seguir. Rose argumenta que estas prácticas y discursos están democráticamente repartidos, aunque reconoce que de por medio hay implicaciones biopolíticas de selección de individuos, que provocan circuitos de exclusión, a pesar de este fatalismo Rose argumenta que la “tanatopolítica” carece de sentido en el mundo actual, marcada una diferencia con Agamben.

Mientras las vidas, las enfermedades y los problemas de muchos pueden ser ignorados o marginados en las economías políticas contemporáneas de la vitalidad, dejar morir no es hacer morir —ningún soberano desea o planea la enfermedad o la muerte de nuestros jóvenes ciudadanos— Si podemos acordar con Agamben que hoy la vida misma es doblemente valorada y sujeta a recurrentes juicios de valor, los problemas de nuestros tiempos no son reactivaciones del pasado. (Rose, 2007:58) .



Otro concepto propuesto por Rose es el “biosociabilidad”, que ha sido utilizado sobre todo por la antropología y sociológica británica, para referirse a un proceso donde los ciudadanos moldean su relación con su cuerpo y con el mundo a partir de determinadas condiciones biológicas, lo que Rose y otros teóricos llaman “ciudadanía biológica”. Para Gregoric (2012,124) la “biosociabilidad” es un conjunto de acciones y reclamos reivindicativos, que pretenden construir en la esfera pública determinadas repercusiones para una intervención estatal en el acceso de recursos, servicios y derechos sobre la vida y la salud, es decir, la “biosociabilidad” se la puede comprender como procesos políticos encaminados a buscar una política de vida, lo otros antropólogos ha denominado “ Políticas de vida” (Fassin, 2007) o “Políticas de supervivencia” (Biehl, 2007).

Tanto el Biopoder, la Biopolítica y la “Biosociabilidad” son categorías controversiales, con limitaciones y aciertos, pero a la vez útiles para analizar los dominios de la vida, estas categorías, con sus alcances y limitaciones, seguirán dominando, por algún tiempo, los debates sobre la vida, salud e incluso la muerte, lo importante es poder analizarlas desde un argumento particular, para así no perder el sentido crítico y reflexivo.

La Bioética

Los importantes avances médicos, tecnológicos, farmacéuticos, entre otros, de las últimas décadas, han marcado un notorio cambio dentro de la sociedad científica, como en la población civil, que ha obligado a una nueva interpretación de los objetivos de la ciencia y de la medicina. Una paradoja se alza frente a este panorama, los avances médicos han permitido un progreso para la solución de múltiples enfermedades, pero a la vez tienden a abrir profundos dilemas éticos sobre la vida y la posibilidad de manipularla.

Nancy Scheper-Hughes (2005: 195) ha descrito que el contexto contemporáneo las políticas económicas reajustes neoliberales, especialmente en las sociedades occidentales, han creado -"vacío"- tanto en pensamiento ideológico, un divorcio entre las prácticas culturales tradicionales con la modernidad y una crisis de valores de las ideologías. Que dan paso a nuevos discursos que justifican una estrecha vinculación entre el desarrollo de la biotecnología y su injerencia sobre la vida de los humanos. Estos discursos, que en muchas ocasiones, tienden a justificar un abuso de la tecnología sobre la vida, se agrupan en lo que se ha llegado a denominar como una ética de la vida más conocida como la Bioética.

En un espacio académico la Bioética es una disciplina relativamente nueva en los discursos éticos contemporáneos, su uso se ha hecho recurrente para los análisis donde la ciencia, tecnología y sociedad se juntan. La Bioética se enfoca en un nuevo contexto de los Derechos Humanos; conceptos como dignidad humana, autonomía, son centrales en los debates.

Se ha dicho que la Bioética es uno de los grandes temas del nuevo milenio y que trae consigo un cambio cultural de importancia ya que el debate bioético no puede estar condicionado por los marcos de creencias determinadas, que afecten a quienes las poseen pero no a la sociedad en su conjunto. (Casado, 2007:17).



La Bioética comenzó su desarrollo en un ambiente anglosajón en la década de los setentas, época de profundos cambios tanto sociales como tecnológicos, entre los que se encuentra la medicina. La Bioética nace con la intención de articular los discursos biológicos y sociales con el fin de tomar una posición laica frente a las corrientes dogmáticas y morales religiosas.

Nace así la bioética, un nuevo discurso asociado al enorme desarrollo de los conocimientos y tecnologías biomédicas y a la preocupación por el riesgo de abuso de los mismos y por el mal empleo de la medicina. Es más, el discurso sobre las obligaciones y responsabilidades éticas o deontológicas del personal sanitario se inserta en la actualidad en este discurso más amplio de la bioética. (De lora, Gascón, 2008:20).



Los nuevos entornos médicos hicieron necesaria una nueva teorización acerca de la injerencia tecnológica en la vida de los seres humanos; es así que en 1970 Van Renseelaer Potter, bioquímico estadounidense, de la Universidad de Wisconsin, acuña un nuevo concepto al que denominó Bioética, que puede ser explicada como “disciplina encaminada a tender puentes entre las ciencias médicas y las ciencias sociales, con el fin de encontrar soluciones a las complejidades relacionadas a la toma de decisiones éticas sobre conflictos sociales resultantes de prácticas médicas.”(Casado, 2006: 24).

Carlos Ribero argumenta que el concepto de bioética ha cambiado con el tiempo y que hoy puede ser presentada como “El estudio sistemático e interdisciplinario de las cuestiones morales teóricos y prácticas de las ciencias de la vida y de la relaciones de la humanidad con la biosfera.” (Ribero: 2007:18).

Sin embargo, los principios filosóficos y éticos fundadores han permanecido casi inmutables elaborados en 1979, por Tom Beauchmap y James Childres, que engloban a la Bioética bajo la teoría denominada “principalismo”, principios que se han extendido a todo el campo de accionar bioético y son: “El deber de respetar la autodeterminación del paciente, (autonomía), el deber de hacer el bien (beneficencia), el deber de evitar el mal (maleficencia) y el deber de promover la igualdad (justicia)” (de Lora, Gascón, 2008:71). La teoría del principalismo, admite concebir a la Bioética como un método encaminado a debatir sobre los problemas que se presentan al final de la vida.

No obstante, la Bioética también ha estado marcada por críticas como la expuesta por Nancy Sheper-Hughes, quien argumenta que la Bioética obedece a políticas económicas neoliberales.

La episteme neoliberal, un discurso político basado en los conceptos jurídicos del sujeto individual autónomo, igualdad, al menos igualdad de oportunidades, libertad radical, acumulación y universalidad, expansión de los derechos médicos y la ciudadanía médica. La Bioética, el artificio de la medicina de libre mercado (…) ha sido finamente elaborada para satisfacer las necesidades de la biomedicina/biotecnología avanzada y los deseos de los consumidores médicos postmodernos. Incluso un académico tan conservador como Francis Fukuyama (2002) se ha referido a la “comunidad de bioéticos” que ha “crecido al unísono con la industria biotecnológica…y han sido, a veces, meros sofisticados, y sofista, valedores de aquellos que quiera hacer la comunidad científica, (Fukuyama, 2002:204). No por casualidad, los bioéticos han ofrecido poca resistencia al florecimiento de personas y partes corporales. (Scheper-Hughes, 2005: 5-11).



Para Sheper-Hughes (2005: 5-11) este proceso bioético se encarna en una línea donde los seres humanos son colocados dentro de las concepciones neoliberales, por tanto, el cuerpo, el trabajo, y los derechos pasan a conformar un punto de inserción neoliberal.

La Bioética se encasilla en debates confusos donde los estados y sus instituciones no han podido solucionar determinados problemas de salud. La Bioética se encasillaría en un artificio conceptual que pretende dar legitimación o no a determinadas prácticas de salud. Sin duda, una de las críticas más duras realizadas por Sheper-Hughes, es que la voz de la antropología no se escucha en estos debates, su voz ha sido silenciada, para dar paso a los médicos, abogados y economistas, que han conformado el debate bioético, “qué otra disciplina y ciencia humana está mejor pertrechada que la antropología para interrogar valores y prácticas desde una apertura epistemológica y para ofrecer alternativas…en el pensamiento bioético.” (Scheper-Hughes, 2005: 17).

Por tanto, en un contexto crítico la Bioética puede ser entendida como un conocimiento especializado, destinada a poder evaluar las acciones y toma de dediciones, destinadas para la aplicación de gobernar y legitimar el conocimiento biomédico tanto en el desarrollo científico como en el beneficio del mercado de la salud.



Bibliografía

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Haidar, Victoria, “Biopolíticas post-foucaultianas. Pensar el gobierno de la vida entre la filosofía política, la sociología y la cartografía del presente, disponible en:http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=76512778007, fecha de consulta: 27,01, 2013.



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Scheper-Hughes, Nancy, 2005, “El comercio infame: capitalismo milenarista, valores humanos y justicia global en el tráfico de órganos”, en Revista de Antropología Social, año: 2005 v.14, Madrid, Universidad Complutense de Madrid.















El capitalismo, en el siglo XVIII, creó lo que Michel Foucault denominó “Medicina del Estado” y en el siglo XX se ha denominado como Medicina Social, influenciado por la ideología del “Estado de bienestar social.” La “Medicina del Estado” surgió bajo el siguiente contexto:

La "medicina de Estado" se desarrolló principalmente en Alemania a comienzos del siglo XVIII. Sobre este problema específico conviene mencionar la afirmación de Marx en el sentido de que la economía era inglesa, la política francesa y la filosofía alemana, pues fue en Alemania donde se formó en el siglo XVIII -mucho antes que en Francia e Inglaterra- lo que puede denominarse ciencia del Estado. El concepto de "Staatswissenchaft" es producto de Alemania, y bajo el nombre de "ciencia de Estado "(Foucault, 2005: 88).



El uso regular de la "medicalización" se acentuó tras la Segunda Guerra Mundial, bajo la sombra del modelo sanitario existente en el mundo occidental, el modelo de bienestar fue utilizado como el paradigma de la cultura de la salud, pero también fue comprendido desde la llamada sociedad terapéutica y farmacológica.

La crisis económica de la década de los setentas fue el pretexto, más importante, para comenzar a reflexionar sobre los límites de la medicina, donde la economía ha desempeñado un papel fundamental a la hora de delinear las políticas de salud implantadas sobre todo en los países capitalistas. La estrecha relación entre el consumo y la producción de medicamentos influyeron en los médicos para construir discursos morales sobre la conducta de los enfermos. Dichos discursos se agrupaban en delinear conductas y estilos de vida, enfocados en el consumo de medicamentos como eje central para lograr una vida saludable.

Las sociedades actuales, especialmente las occidentales, están atravesando un panorama en materia de salud fuertemente marcada por la influencia de la política económica de las industrias farmacéuticas. “La medicalización de la vida no es sino un solo aspecto del dominio destructor de la industria sobre nuestra sociedad.” (Illich, 1975:77). El poder de estas industrias es tan importante que su accionar ha sido polémico, así lo describe Marcia Angell:

Lo que vale la pena para el gorila de 350 kilos también vale la pena el coloso en que se ha convertido la industria farmacéutica. Está acostumbrada a hacer lo que le da la gana. […] De 1960 a 1980 las ventas de medicamentos bajo receta se mantuvieron más o menos estables en términos del porcentaje de producto interno bruto de los Estados Unidos, pero de 1980 a 2000 se triplicaron. (Angell, 2004:25).



Foucault, fue uno de los teóricos que más se preocupó por el problema de la medicalización. Para sostener sus hipótesis sobre la medicalización de la vida argumenta que los acontecimientos de salud ocurridos en los siglos XVIII, XIX y la primera mitad del XX, ocasionaron el nacimiento de una nueva política de salud, para ello consideró a la tuberculosis, como la excusa, para la implementación de este proceso político.
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