jueves, 2 de abril de 2015

CUCARACHAS DESORDENADAS || NEURONAS DESALINEADAS ▼ Andreas Lubitz: Alemania, una lección de humildad | Opinión | EL PAÍS

Andreas Lubitz: Alemania, una lección de humildad | Opinión | EL PAÍS



Alemania, una lección de humildad

El desastre del avión de Germanwings se ha convertido en una tragedia nacional. No es solo que se hayan perdido numerosas vidas. Se percibe un sentimiento de vergüenza y también de enojo, rabia e impotencia





Avión de Germanwings

EVA VÁZQUEZ


A la hora acostumbrada, en mi caso las ocho de la tarde, se sienta uno ante el televisor con la idea de informarse de las últimas noticias de la jornada. Los noticieros alemanes tienen un toque didáctico que me complace sobremanera. Quizá lo que yo conceptúo de complacencia no sea sino la sensación de que se cumple un rito diario exento de drama, como la certeza de que uno cenará sin problemas y más tarde dormirá tranquilo.
Lo mismo que en otros países, el reportero de turno acostumbra sondar la opinión de la calle, acercando, por ejemplo, el micrófono a un transeúnte. Yo no sé si los eligen a conciencia, después de un riguroso casting; pero el caso es que, a diferencia de los que veo en similares circunstancias en mi país de origen, todos ellos, jóvenes o mayores, se expresan con respeto de las normas gramaticales.
Junto a la gente de la calle, es habitual que intervenga el experto y, en muchos casos, el implicado, a quien el locutor dirige unas cuantas preguntas. No es insólito que un economista explique con cierto detalle, en el curso de dos o tres minutos, alguna turbulencia bursátil; que la canciller Merkel resuma su reciente entrevista con el presidente de otro país o que un diputado de la oposición se despache a gusto contra las medidas gubernamentales.
Rara vez falta el periodista invitado que expone su particular análisis de la cuestión. Se trata, por tanto, desde la perspectiva de los espectadores, no sólo de acumular información y sensaciones, sino de adquirir criterios, para lo cual se le ofrecen explicaciones, relatos por regla general sosegados y, en todo caso, distintos puntos de vista.
Atraviesa Alemania un periodo de placidez, arrullada por unos datos macroeconómicos dignos de figurar en un escaparate. ¿Quién sabe si por debajo de la realidad vecinal y del dibujo socioeconómico que nos pintan a diario los medios de comunicación está todo podrido y esto, que ahora brilla tanto, va y se derrumba de aquí a mañana? A uno los informativos le sirven cada día una copiosa ración de muerte, sazonada de conflictos armados, atentados, catástrofes naturales, pobreza, explotación y lo que se tercie. Y toda la incesante riolada de sangre e infortunios, con sus imágenes correspondientes (seguidas del deporte y el tiempo para mañana), tienen un denominador común. Todos esos hechos atroces suceden lejos, afectan a otros, lo cual, repetido desde hace años, fomenta en la ciudadanía local el convencimiento no poco chovinista de que en su país se hacen las cosas bien, todo funciona, las soluciones preceden a los problemas, etcétera.
No hay más que ver el tratamiento mediático que se dio al accidente del Costa Concordia en aguas italianas. Al periódico Bild se le ocurrió apodar Capitán Cobarde al responsable del barco y se ensañó con él. En la televisión pudieron verse una y otra vez imágenes del apuesto capitán en el momento de desentenderse de los pasajeros y ponerse él a salvo sin demora.


Todos los hechos atroces suceden lejos, lo que alimenta la sensación de que el país funciona bien



Otro tanto cabe decir de la crisis del euro. ¿Crisis? Se trata de un asunto de la exclusiva incumbencia de los europeos del sur, como demuestran tales y cuales tópicos, avalados por estos y los otros datos, a su vez confirmados por estas y aquellas señas de identidad. Se les ayuda a esos despilfarradores, mafiosos, incompetentes, gandules, corruptos, y no agradecen. Tal parece ser la convicción general.
Y entonces ocurrió el desastre. Un avión de Germanwings, filial de Lufthansa (uno de los diamantes de la marca Alemania), se estrelló contra una ladera de los Alpes y, en las primeras horas después del luctuoso suceso, poco le faltó a algún locutor para echarles la culpa a los montes. De un plumazo habían fallecido 150 personas, entre ellas un nutrido grupo de adolescentes y dos bebés. Personas como usted y como yo habían muerto destrozadas ahí cerca, por donde uno ha pasado unas cuantas veces. Y esto ya no es el Yemen o Siria, Libia o Nigeria, donde todos los días pierden la vida seres sin nombre ni rasgos faciales. Cuerpos reducidos a un número. Mueren 10 soldados, mueren 15 civiles, matan a seis niños. Y a continuación, el deporte y el tiempo.
Un triste, un doloroso, un trágico accidente sin el menor indicio de exotismo. Se dijera que el destino tenía casualmente esa mañana unos minutos libres para golpearnos antes de irse otra vez lejos. El destino o una combinación de factores adversos. Quizá un fallo mecánico. Aún se hablaba el martes por la noche de accidente, concepto que pronto habría de desaparecer de todos los medios de comunicación alemanes.
Si sólo fuera que algo no funcionó debidamente o se incumplieron ciertas normas, a estas horas, transcurrida una semana del siniestro, tendríamos algo así como respuestas definitivas. Poco a poco se iría restableciendo la normalidad. Alemania estudiaría las medidas oportunas para evitar riesgos similares en el futuro y la UE, en colaboración con los organismos aeronáuticos competentes, promulgaría nuevas normas de pilotaje.
Se dijera que para cualesquiera circunstancias relativas a lo sucedido existía un protocolo de actuación previsto para permitir la reconstrucción exacta de los últimos minutos de vuelo del avión accidentado, así como la identificación de los restos mortales. Enterrados los muertos, se fijarían las indemnizaciones económicas a los afectados, asunto siempre peliagudo. Después el tiempo y el olvido gestionarían como de costumbre lo demás.
A estas alturas ya no puede negarse que el desastre del avión de Germanwings se ha convertido para Alemania en una tragedia nacional. No es sólo que se hayan perdido numerosas vidas, lo que ya es extremadamente grave. Se percibe, en algunos casos con ostensible nitidez, un generalizado sentimiento de vergüenza y yo no sé si es pronto para hacer cábalas, pero uno tiene la sensación de que este terrible acontecimiento ha servido para estrechar lazos de solidaridad entre los países implicados. La hospitalidad de los habitantes franceses próximos al lugar de la tragedia ha sido de tales dimensiones que lo invitan a uno a creer en el buen corazón de la especie humana y pienso que, más allá del agradecimiento oficial, merecería un gesto, también del Gobierno español, en la forma que sea.
Si solo fuera que algo no funcionó debidamente o se incumplieron normas, ya volvería la normalidad



Todo ello ha representado para Alemania una lección de humildad. Al principio, no bien se produjo la noticia, el país reaccionó a la manera natural del hombre nórdico, avezado a separar el dolor personal, de raíz psicológica, y los hechos objetivables. Estos últimos se vieron relegados a un segundo plano cuando se supo que entre los pasajeros fallecidos se encontraba un grupo de 16 colegiales y dos profesoras de un instituto de Haltern am See que volvían de un intercambio.
La reacción del alcalde de esta pequeña población situada en el borde de la cuenca del Ruhr (donde nació, por cierto, el exfutbolista del Real Madrid Christoph Metzelder) ilustra con precisión la manera como se ha vivido en Alemania la tragedia del avión de Germanwings. Primero, el shock. El alcalde atiende a los medios de comunicación con ojos enrojecidos y voz entrecortada. No es fácil trasladar a lenguaje articulado las consecuencias anímicas de una tragedia que ha golpeado de lleno a una ciudad donde todos se conocen.
Un palo al que no tardó en seguir, días después, otro: el de la confirmación sin sombra de duda de que el presunto accidente había sido en realidad un hecho deliberado. Hay unas imágenes de televisión que muestran al alcalde de Haltern mientras escribe unas líneas en un libro de condolencias. Al terminar, un periodista lo pone al corriente del resultado reciente de las pesquisas. Ha sido el copiloto, fulanito de tal, que adolecía de estos y los otros trastornos psíquicos, tenía problemas de visión y mucho miedo a perder el puesto de trabajo. La cara del alcalde se demuda. Sus palabras son de enojo, incluso de rabia, en cualquier caso de impotencia. Esta herida tardará largo tiempo en cerrarse.
Fernando Aramburu es escritor.


“Debería prestarse más atención a la salud mental de los pilotos”

La psiquiatra cree que los controles deberían centralizarse en un lugar especializado


Tragedia del avión de Germanwings en Francia
Sonia López Arribas, especialista en psiquiatría y médico de vuelo.

Tras el siniestro de Germanwings, la psiquiatra Sonia López Arribas alerta del riesgo de que se estigmatice aún más a los enfermos mentales. Médica de vuelo de las Fuerzas Armadas y presidenta del Colegio de Médicos de Madrid, Arribas apuesta por potenciar los exámenes psicológicos a los profesionales.
Pregunta. ¿Cree que se realizan suficientes controles?
Respuesta. En España, que es lo qué conozco de cerca, está bastante legislado y controlado, sobre todo en las Fuerzas Armadas, en lo que se refiere a los pilotos militares. Quizá en la aviación civil debería haber controles más a fondo o más habituales. También debería prestarse una atención más especializada a la salud mental, que es la gran desconocida.
P. ¿Cómo debería hacerse?
R. Sería interesante que los controles médicos se centralizasen en un único lugar, con personal especializado, que está acostumbrado a ver miles de casos. En España, por ejemplo, en el Centro de Instrucción de Medicina Aeroespacial (CIMA), dependiente del Ministerio de Defensa y donde antes se hacían todas las pruebas del personal de vuelo; militar o no [En España varios centros sanitarios, así como médicos privados homologados, expiden los certificados médicos a los pilotos]. También podrían realizarse análisis más periódicos.
P. ¿Cómo garantizar que los pilotos tienen buena salud mental?
R. Dando valor al trabajo de los psicólogos. Es clave que los exámenes médicos contengan varios test y una entrevista clínica fundamentada para analizar los rasgos de personalidad anómalos, los episodios depresivos o las tendencias suicidas que tenga o haya podido padecer la persona. Pero hay que tener en cuenta que has de fiarte de su palabra, de lo que te diga y de la información previa sobre sus condiciones de salud que quiera aportar. Y no olvidemos que muchos de estos trastornos no son fáciles de identificar.
P. ¿Qué problemas mentales ve con mayor frecuencia entre los profesionales de vuelo?
R. Los mismos que en la población general: ansiedad, depresión, problemas de sueño... Pero hay que tener en cuenta que normalmente las personas son sensatas y si no están en condiciones de volar lo dicen y te piden la baja.
R. Una depresión grave se cura. Puedes rehacer tu vida y volver a trabajar de piloto. Los trastornos de ansiedad o fóbicos también se solucionan, aunque las personas que han tenido problemas de salud mental deben pasar controles médicos adicionales o cada menos tiempo que el resto.
P. ¿Y patologías más graves?
R. Son casos muy escasos. Un trastorno bipolar, que es una enfermedad crónica, se puede llegar a atajar; por ejemplo. Otras, como la esquizofrenia, son altamente incapacitantes y es difícil que haya siquiera aspirantes a piloto que la padezcan.
P. ¿Cree que los médicos que examinan al piloto así como las compañías deberían conocer todo su historial?
R. La información sanitaria es muy sensible, sobre todo la salud mental. No se puede dejar el acceso amplio a la base de datos clínica. Es un tema complejo porque la línea es muy fina: ¿qué primar, la seguridad total o la buena asistencia a los pacientes? El piloto es una persona y, por tanto, también tiene derecho a la confidencialidad de sus datos.
P. Tras este caso, ¿existe el riesgo de estigmatizar a quienes padezcan problemas de salud mental?
R. Ya hay mucha estigmatización, y esto, sin duda, la incrementará. Sin embargo, lo que más ha sorprendido a muchos de el caso de Germanwings es que siempre se había visto a un enfermo mental como alguien marginal, sin contacto con los demás; pero un enfermo mental puede ser cualquiera. Hay que normalizarlo. Todo el mundo tiene derecho a tener una enfermedad igual que otro tipo de patología.


el dispreciau dice: y de pronto, repentinamente, el viento corre la alfombra y deja ver toda la basura que hay debajo de ella... "alguien", debe darse cuenta y dejar de hacerse el disimulado... "alguien más" debe tomar consciencia de cuántas son las cosas que están demasiado mal... "muchos otros", deben dejar de hacerse los estúpidos y asumir la responsabilidad que les compete... y así la puedo seguir un rato largo... claramente, el criterio corporativo del mundo humano y terrestre descartables, no sirve... carcome... oxida... diluye... desintegra... pero no agrega valor alguno ni tampoco suma, aún cuando las ciencias de conveniencias, los apuros y las urgencias, pretendan establecer todo lo contrario... léase, las corporaciones están meando fuera del tarro desde hace ya mucho rato...

no es lo único... la clase política actual es francamente impresentable, porque es socia de dignidades extraviadas y de otras entregadas a las corporaciones pseudo propietarias del planeta humano... se trata de una clase política que sale a la calle para el aplauso, la foto, la medalla y el beso, pero que luego sólo produce estragos en la condición humana de los otros que van siendo sacrificados por sus propias negligencias (políticas) que son funcionales a la globalización corporativa, esto es a los estados narcos + corruptos + lavadores de dineros paralelos + redes de tratas de esclavos + tráfico de órganos y de saludes perdidas...

la globalización impuso la descartabilidad humana como principio ético de las corporaciones... y vivir bajo estres no es para los humanos, porque les deshace el cerebro y les arrasa el metabolismo de los azúcares y las sales, y cuando ello sucede, el ser humano se transforma en una entidad sin forma, sin alma, sin cabeza, sin capacidad para discernir... claro, Usted me dirá que a alguien le sirve... y es verdad, respondería que le sirve al modelo nazi de Bruselas impuesto a todo el planeta humano globalizado... sometiendo voluntades y afanando esfuerzos... para luego sacrificar a quien le toque... tanto es así, que esa misma Bruselas es la que impone la renovada visión de un nazismo disfrazado de yihadismo, de un nazismo con xenofobias exacerbadas, de un nazismo más intolerante que el anterior... asociándose con el propio estado de Israel y sus líderes políticos, que denigran la condición humana de judíos y palestinos por igual... y te diré que me da para el espanto, porque desde siempre mis mejores amigos, los del alma, fueron judíos... con los que sostengo vínculos de profundo respeto, y que por estas horas están espantados como yo mismo lo estoy...

Lubitz no es la causa de nada, pero sí es la consecuencia de mucho...

las gentes no pueden vivir sometidas a una máquina picadora de carne que está protagonizada por funcionarios corporativos que son felpudos de sus jefes, los que a su vez son obsecuentes de los propios, y así hasta llegar a cabezas que tienen mucho dinero para contar, pero pocos valores para exhibir, aún cuando se la pasen dando lecciones de una moral y de un civismo al que ellos mismos le rehuyen... porque la ética condiciona... en cambio el desprecio vende...

Lubitz es una víctima de las corporaciones alemanas dominadas por y desde el nazismo belga, al igual que la vez anterior... y la política europea es la llave que arrasa con cuanta humanidad y con cuanto humanismo encuentra, porque justamente, el futuro de la Europa medieval está hipotecado en sus gentes... no en la clase política idiota que se muestra sonriente y complaciente... si Usted somete a un ser humano más allá de sus capacidades intrínsecas, más allá de sus dones y de sus talentos, lo coloca de rodillas y luego lo asesina, aún cuando se trate de suicidio inducido... el asesino es el modelo de exterminio nazi que rige al mundo en todos sus ángulos, sea en la China, sea en Rusia, sea en la Europa desunida, sea donde a Usted o a mí se nos antoje...

la gente nace para vivir, no para ser perseguida y exterminada... ya que cada quién aprende a salvarse como puede o como sabe... y así no es la cosa, mal que le pesen a los dueños del mundo, porque ellos son los culpables de esta tragedia que se vive por estas horas...

Lubitz pagará con sus siguientes vidas, 150 karmas arrasados... pero los jefes de los jefes de Lubitz, pagarán el doble de karmas por los daños que han ido disimulando bajo el imperio de la "obediencia debida" que no es otra cosa que vender la dignidad propia a cambio de mendrugos, mejores o peores...

Lubitz padeció un síndrome que lo resolvió como entendió en su desorden debía ser resuelto... pero en verdad, Lubitz estaba muerto antes de asumir el cargo de copiloto del avión... entonces, mal por toda la cadena de mandos de cualquier índole que no supo, no quiso, fue incapaz de vislumbrar la tragedia en ciernes, lo cual los degrada ante sus propias profesiones, justamente por obsecuencia... de hecho, ser felpudo sirve para que el idiota del jefe se sienta importante, pero en la práctica no sirve para nada, y la excusa corporativa de la "obediencia" es una estupidez propia de miserables...

traducido, final de fiesta... Lubitz... es una muestra, apenas una muestra de cómo está toda la humanidad gracias a las corporaciones desquiciadas, y gracias a una clase política cuyo único logro ha sido exterminar el estado del derecho de todos. ABRIL 02, 2015.-

ah!... te lo digo con cierta autoridad y con mucha más locura, ya que por más de 4 décadas he sido funcionario de corporaciones, en especial alemanas, y también algunas americanas... tan desquiciadas las unas como las otras.

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