sábado, 31 de diciembre de 2016

NO REPARES EN LO "IRRELEVANTE" ▼ La historia de la semana: La traición de Cristina Cifuentes

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¡Buenos días, "el dispreciau"!
¿Te has fijado? Cuando un partido renuncia a sus principios –los que sean, incluídos los marxistas- y se convierte en una máquina electoral o en un sindicato de intereses… termina acabando en la irrelevancia.
Tarde o temprano, la renuncia a su identidad pasa factura. Es lo que le ocurrió a la UCD por el carácter atomizado e indefinido de su credo ideológico; o –en otro orden- la deriva de Izquierda Unida, que se descafeinó ideológicamente, en busca de una casa que más que común parecía la casa Usher, de Edgar Allan Poe.
Cambiante como una veleta es el ideario del Partido gobernante en España. En los estatutos dice una cosa, pero la actuación de sus dirigentes es exactamente la contraria. Al menos en tres temas (familia, vida y unidad de España). Con tres ejemplos muy concretos:
  • Las leyes LGTB,
  • la renuncia a reformar la ley del aborto –como prometió Rajoy en la campaña del año pasado-
  • y la tibieza del Gobierno ante el órdago secesionista
¿Qué principios tiene el PP? No se sabe. ¿En qué se diferencia del PSOE? Desde luego no en cuestiones antropológicas, que no son baladíes, porque tienen mucho que ver con la calidad de la democracia (las leyes LGTB en concreto vulneran de una tacada varios derechos fundamentales recogidos por la Constitución, desde la presunción de inocencia al derecho a la educación, pasando por la libertad de expresión).
Tienen que ver con las reglas del juego… y el PP las ha trastocado.
¿Por qué lo hacen? Porque saben que pueden castigar el hígado a su electorado más conservador sin miedo a que deje de votarles. Ese el juego perverso que la derecha española se trae entre manos con su fiel infantería.
Cuentan con el voto cautivo de los ‘peperos’ de toda la vida, hijos de ‘peperos’ y nietos de ‘peperos’, que –como escribí hace meses en Actuall- “seguirán peregrinando al colegio electoral con la nariz tapada, comicios tras comicios, haga lo que haga el Partido, con la fidelidad tribal del socio del club de fútbol, hijo y nieto de hinchas… Viva el Betis manque pierda”
Pero todo tiene un límite. Y en el seno del PP una minoría de personas con principios han dicho basta. Aunque eso suponga irse a la calle.
Primero fueron los diez parlamentarios a los que Rajoy laminó de las listas porque tuvieron el atrevimiento de recordarle que debía cumplir con su promesa electoral de reformar la ley del aborto.
Después Luis Peral, uno de los políticos más serios y eficaces que ha tenido la derecha española en varias décadas. En este caso ha sido él mismo el que ha renunciado a su acta de diputado regional, alegando razones personales. Sin duda que éstas han pesado. Pero no se pueden soslayar las razones de conciencia. Votó en contra de la ley de vientres de alquiler (una práctica próxima al tráfico de esclavos) y se ausentó cuando se debatía la ley de Transexualidad, y fue sancionado en los dos casos.
No son los únicos políticos o cargos relevantes que discrepan con la línea oficial (aunque sería mejor la desviación del verdadero ideario del PP). David Pérez, alcalde de Alcorcón (Madrid), otro histórico del partido está en el punto de mira por su posición a favor de la vida.
Algunos están incluso en el puente de mando del buque insignia. Es el caso del número dos del ministerio de Defensa, Agustín Conde, ex alcalde de Toledo, muy crítico con la ideología de género, la que con las leyes LGTB quiere imponer el PP en las aulas, a golpe de multa, como en épocas pre-democráticas y pre-constitucionales.
Otros están en el staff de Cristina Cifuentes, la presidenta madrileña que compite con la extrema izquierda en demostrar que es más progre que nadie, tratando de ganarse el voto del influyente lobby LGTBI.
Es el caso de Alberto San Juan, director general de Familia del Gobierno regional que llegó a decir en público que la  Ley de Protección Integral contra la LGTBifobia “roza la ilegalidad”.
Hay muchos más pero guardan silencio. Son los verdaderos leales a los principios del PP, los que, a diferencia de la cúpula directiva, no han traicionado su identidad. Pero ahora son unos apestados, que deben andarse con cuidado si no quieren ser depurados.
Javier Torres, periodista de Actuall ha podido hablar con algunos de ellos en un reportaje que publicaremos el lunes 2 de enero, y que te adelanto como suscriptor.
España necesita una sólida formación de derecha, una revolución liberal-conservadora como la que auspiciaron intelectualmente en EEUU Russell Kirk o William Buckley en la segunda mitad del siglo XX. Un partido que no sea una red de redes clientelares y una fábrica de parásitos. Para eso ya está el establishment socialdemócrata (que lo hace muy bien: lo de apoltronarse en el poder).
Pero, hoy por hoy, no reconocemos nada de eso en un Partido que, como advierte acertadamente la Red Floridablanca, ha perdido su ADN y su memoria. No lo reconocemos en personajes como Cristina Cifuentes, que podría ser fichada perfectamente por el PSOE y Podemos y no se notaría la diferencia.
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Alfonso Basallo y la Redacción de Actuall.

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