lunes, 15 de mayo de 2017

MORDAZA GLOBAL o LOS DRAMAS POR VENIR ▼ “Trump ha declarado la guerra al periodismo” | Internacional | EL PAÍS

“Trump ha declarado la guerra al periodismo” | Internacional | EL PAÍS



JIMMY WALES | CO-FUNDADOR DE WIKIPEDIA Y FUNDADOR DE WIKITRIBUNE

“Trump ha declarado la guerra al periodismo”

El presidente de EE UU es un trol, pero no podemos ignorarlo, dice el empresario en una entrevista con el diario alemán 'Die Welt'



Cuando Jimmy Wales llega al hotel de Londres para la entrevista, nadie lo reconoce. Con sus zapatillas blancas, vaqueros y la mochila a la espalda, este visionario de las tecnologías de la información y cofundador de la Wikipedia, una de las páginas web más visitadas del mundo, parece un turista de compras. Ahora, Wales vuelve a tener grandes planes. Con su nueva plataforma informativa WikiTribune se propone oponer a los “hechos alternativos” un periodismo de calidad basado en la investigación. El proyecto, además, es una declaración de guerra al presidente estadounidense, Donald Trump.
Jimmy Wales, antes de un evento en Lovaina (Bélgica) en 2016.



Jimmy Wales, antes de un evento en Lovaina (Bélgica) en 2016.  BELGA/AFP





Pregunta (P). ¿Woodward o Bernstein [los periodistas que destaparon el Watergate] dejarían su vida de jubilados para colaborar en Wikitribune?
Respuesta (R). [Risas] No podría decírselo con seguridad. Desde que, hace poco, hice pública la puesta en marcha de WikiTribune, hemos recibido tal alud de peticiones que no hemos podido examinarlas todas. El sector de los medios de comunicación está atravesando un mal momento. Esto ha provocado que muchos periodistas se hayan visto obligados a trabajar en otros empleos, pero les gustaría mucho más volver a ejercer el periodismo.
P. En su página web anuncia que su objetivo con WikiTribune es combatir las “noticias falsas” ¿Se está librando una batalla en el sector de la información?
R. En vista de la rapidez con la que se propagan esa clase de noticias, da la sensación de que nos encontramos ante una guerra. El fenómeno de las noticias falsas consiste en divulgar deliberadamente a través de las redes sociales informaciones que no son verídicas. Algunos sitios web lo hacen porque les permite conseguir visitas e ingresos por publicidad. Pero hace poco se les ha sumado el presidente de Estados Unidos, que se refiere a The New York Times, y también a la CNN, como medios que propagan noticias falsas. Esto es un golpe a la integridad de los periodistas. Me da la sensación de que Trump ha declarado la guerra al periodismo.
P. ¿Qué le llevó a fundar un portal de noticias con el fin de hacer frente a las falsas?
R. Ya llevaba tiempo dándole vueltas a la idea. Entonces, tras la toma de posesión de Trump, desde su Gobierno se afirmó que el número de asistentes a la ceremonia había sido el más alto de la historia, aunque las fotos mostraban otra cosa. Su Administración habló de “hechos alternativos”. Para mí, esto fue decisivo. Los hechos alternativos no existen. Son mentiras sin más. Me pareció algo totalmente descabellado.
P. Las noticias falsas han existido siempre, pero en la actualidad su influencia ha adquirido una magnitud desconocida ¿Es Internet el responsable?
R. Internet tiene una influencia enorme en todo este tema. Sin embargo, no se trata solo de una cuestión de velocidad y de alcance. También hay algo que ha cambiado en su esencia. No hace tanto la gente pensaba que Putin no podría controlar todos los medios de comunicación; que, aunque lo intentase, las personas seguirían pudiendo comunicarse directamente entre ellas a través de Internet, así que la falsedad quedaría en evidencia. Y así es, pero solo en parte. Porque los astutos agentes del Estado hace tiempo que se han dado cuenta de que difundir propaganda no es la única manera de tener el control. También es importante suministrar datos analíticos a distintos grupos para conseguir que hagan lo que se espera de ellos. Nos encontramos ante una batalla a cuya vanguardia hay individuos que intentan controlar a los demás e influir en ellos a través de la mentira. Solo que ahora se han adaptado a Internet, lo cual supone un cambio gigantesco.
P. ¿La razón es que, hoy en día, las mentiras no se pueden reconocer de inmediato y se propagan como un virus?
R. Así es. Antes, el simple hecho de que mucha gente no leyese la prensa impresa representaba un límite para la propaganda. Hoy en día, todo el mundo tiene móvil, está en las redes sociales, así que las mentiras nos llegan a todos. Una página que se hacía llamar Mississippi Herald —un periódico que no existe— publicó una noticia sobre una pareja que había intentado sin éxito tener hijos. Según decían, al final había resultado que el matrimonio estaba compuesto por dos hermanos gemelos. El artículo sacaba provecho de un prejuicio muy extendido, al que mucha gente da crédito. Estas son las condiciones óptimas para que una historia se vuelva viral. Es una vergüenza que la “noticia” no la recogiesen solo periódicos sensacionalistas. Al día siguiente todos tuvieron que retirar la noticia de sus páginas web. Los medios tradicionales publicaron rectificaciones, pero muchos lectores ni se enteraron de ello. En mi opinión, el ejemplo muestra que en el actual modelo de negocio del periodismo hay algo que no funciona. Antes los periódicos también cometían errores. La diferencia es que esta clase de noticias falsas han llegado a ser consustanciales al sistema.
P. En el pasado se enfrentó en diversas ocasiones a los troles [individuos que se dedican a sembrar cizaña] de la Red. ¿Estamos viviendo una época en la que esta dimensión de Internet se ha materializado en personajes como Trump, Erdogan, Farage o Le Pen?
Si los artículos siempre hacen referencia a “representantes del Gobierno” o a “organismos oficiales” sin mencionar sus nombres, a mí, como lector, me gustaría saber quién ha dicho qué
R. Sí, no cabe la menor duda de que Trump es el típico trol. He llegado a pensar incluso que dice cosas en las que ni siquiera cree. Las dice con la única intención de sublevar a la gente. Esta es la definición original de trol: una persona que entra en un foro y publica opiniones provocadoras para la mayoría de la gente. Parece que esto es lo que acostumbra a hacer Trump. Él interpreta un papel. Fíjese en el panorama tan curioso que nos rodea. Siempre ha existido la posibilidad de que alguien se saliese de la normalidad y sacase alguna clase de provecho de la atención que eso despierta. Pero es que actualmente malgastamos nuestra atención en provocadores y noticias falsas de una manera que ya no es saludable. Uno de los primeros lemas de Internet era “no alimentes a los troles”, y yo siempre he añadido: limítate a no hacerles caso y desaparecerán solos.
P. No es fácil hacerlo cuando los provocadores forman parte de las altas esferas del Estado ¿no le parece?
R. [Risas] Pues sí. Ese, precisamente, es el problema.
P. Que haya declarado la guerra a la información falsa es algo que le honra, pero suena un poco impreciso. ¿Cómo lo hará concretamente?
R. Nuestra labor solo consistirá en parte en desenmascarar las noticias falsas. También queremos publicar algunos artículos sobre temas políticos, económicos o del mundo de la tecnología que sean producto de nuestra propia investigación. Mi objetivo es crear algo nuevo, reunir a periodistas profesionales en torno al mismo estilo de comunidad que ha hecho grande a Wikipedia, y financiarlo mediante la microfinanciación colectiva.
P. Ya existen un montón de proyectos periodísticos ciudadanos y microfinanciados, todos con un éxito limitado. ¿Por qué el suyo iba a ser diferente?
R. Sí, es verdad. Ha habido muchos proyectos bienintencionados formados por periodistas no profesionales y otras iniciativas por el estilo. Pero todos lograron su objetivo solo hasta cierto punto, incluso los mejores. Una de las razones es que en el periodismo hay muchas áreas a las que no es posible dedicarse solo como aficionado, que no se pueden resolver desde el escritorio o el sillón de casa.
P. ¿Cuándo quiere inaugurar Wikitribune? En la página web dice que esperan hacerlo en septiembre. ¿Cabe la posibilidad de que la fecha se adelante y la inauguren antes de las elecciones de junio en Gran Bretaña?
R. Vamos a empezar ya. Mi máxima siempre es empezar y luego ir desarrollando cada vez más. En vez de recaudar fondos de inversores, hemos puesto en marcha una campaña de micromecenazgo. Nuestros primeros patrocinadores no prestan su apoyo a Wikitribune porque ya han leído algún artículo. Lo hacen porque ven que detrás del proyecto hay una determinada manera de ver las cosas. Tenemos grandes ambiciones, pero empezamos poco a poco. La dificultad reside en que ya nos hemos dado a conocer.
P. Cuando se han destapado asuntos como los Papeles de Panamá era imposible saber quién había proporcionado los documentos. ¿Cómo van a manejar esa clase de riesgos si no saben a quién le están haciendo el juego?
R. Lo primero que me propongo es que nuestra manera de practicar el periodismo sea lo más transparente posible. Por ejemplo, cuando terminemos la entrevista, usted la transcribirá. Entonces se planteará la pregunta de si ha sacado mis palabras de contexto. O, en caso de que la haya traducido al alemán, de si hay pequeños errores. Esas cosas pasan continuamente. En Wikitribune publicaremos también el audio de las entrevistas y la transcripción en bruto, no solo el resumen editado. A lo mejor nadie lo escucha o lo lee, pero si reunimos en torno a Wikitribune una comunidad familiarizada con esta manera de hacer las cosas, al menos podrán seguir el proceso que hay detrás de los artículos.
P. Pero si entrevista a jefes de Estado o a altos directivos de empresas harán declaraciones extraoficialmente, no para que se publiquen. Si excluye esos fragmentos del texto escrito, pero los publica en el audio, se estará jugando la confianza en usted.
R. Sí, ya sé que es complicado. Hay que colaborar con los entrevistados. A mí mismo me han entrevistado millones de veces. Había buenas razones para hablar en confianza, y yo también tenía que poder confiar en los periodistas. Estoy de acuerdo con usted en que, en algunos casos, la transparencia puede ser un asunto delicado. Y a veces, para proteger a las fuentes, por ejemplo, cuando se trata de confidentes, no se pueden revelar sus nombres. Sin embargo, la moneda también tiene otra cara. Hay motivos para que la opinión pública confíe menos en el periodismo.
Queremos contar sobre todo con nuestras propias noticias, pero todavía estoy explorando el terreno y mi actitud es abierta. La cuestión es por qué está dispuesta a pagar la gente. Creo que, para eso, hay que ser diferente, no puedes ser exactamente lo mismo que la gente ya conoce
P. ¿Cuáles serían esos motivos?
R. Por ejemplo, si los artículos siempre hacen referencia a “representantes del Gobierno” o a “organismos oficiales” sin mencionar sus nombres, a mí, como lector, me gustaría saber quién ha dicho lo que sea y por qué lo que oí la semana pasada contradice sus declaraciones. Muchas veces se trata de comentarios intrascendentes entre personas familiarizadas con el asunto, en particular en Washington, que el lector no entiende en absoluto. Son temas internos que se hablaron durante una conversación extraoficial sin mencionar nombres. No se pueden atribuir a nadie. Eso es problemático.
P. Con todos los respetos, ¿es realista pensar que va a poder contratar a periodistas de primera fila, si es posible con acceso a los jefes de Estado, y financiarlo todo mediante el micromecenazgo?
R. Desde luego no íbamos a llegar muy lejos si tuviese que pagar yo mismo a los periodistas [risas]. Nuestro modelo prevé donativos y contribuciones de nuestros lectores. Es una especie de suscripción. Lo mejor sería que los lectores mantuviesen Wikitribune con sus aportaciones.
P. Hasta ahora ha hablado de unos 10 u 11 redactores. Por poner un ejemplo, The New York Times tiene empleados a 1.300 personas. ¿No le parece que, comparado con eso, 11 periodistas es un número un poco bajo tratándose de un proyecto tan ambicioso?
R. Hay que verlo en su contexto. La campaña de microfinanciación ya ha empezado, las primeras personas ya están contribuyendo. Alrededor del 50% de la gente que nos apoya suscribe aportaciones mensuales, no un pago único. Esto es importante, ya que un pago único te ayuda principalmente a despegar; pero los meses siguientes los periodistas también tienen que poder comprarse algo para comer. Ya tenemos suficientes aportaciones mensuales como para contratar a cinco periodistas. Cuando hayamos arrancado, tenemos que empezar lo antes posible a publicar contenidos que sean significativos para la gente. Tenemos que ofrecer reportajes diferentes.
P. ¿Recurrirán a las agencias de noticias, como todo el mundo, o se basarán exclusivamente en sus propios contenidos?
R. Queremos contar sobre todo con nuestras propias noticias, pero todavía estoy explorando el terreno y mi actitud es abierta. La cuestión es por qué está dispuesta a pagar la gente. Creo que, para eso, hay que ser diferente, no puedes ser exactamente lo mismo que la gente ya conoce.
P. ¿Solamente los abonados o los patrocinadores del sitio web podrán leer los textos?
R. No, no. Me lo imagino como un modelo de pago voluntario igual que el de The Guardian, que en una de sus páginas pide apoyo financiero a los lectores. Por lo demás, en nuestra página todo el mundo puede leer lo que quiera gratuitamente. A lo mejor, en algún momento, introducimos un muro de pago de tipo “suave”. Tal vez también un modelo que premie las aportaciones. Estoy abierto a los modelos que están funcionando en este sector.
P. En resumidas cuentas, ¿significa eso que, sin un modelo de suscripciones, Wikitribune no llegará muy lejos y no podrá sobrevivir?
R. Correcto. Si no, seremos como el portal de medios de comunicación BuzzFeed, que tampoco es el peor de nuestros competidores. Al menos no es de los que se dedican a inventar noticias. A veces es un poco superficial, poco riguroso.
P. BuzzFeed ha hecho famosos los vídeos de gatos. Los artículos que redactan los lectores son sobre todo entretenidos, fáciles de consumir.
R. Mire usted, hace poco un redactor de un periódico digital de calidad me dijo sobre este dilema que habían hecho un reportaje de periodismo de investigación, que un redactor había trabajado en él tres semanas y que estaban orgullosos del artículo. La verdad es que no provocó ningún terremoto, pero tuvo repercusión. Supuso una diferencia, tuvo consecuencias y lo leyó mucha gente. Eso atrajo mucha publicidad y ganaron dinero. El mismo día publicaron un artículo de una estudiante en prácticas con un titular que hizo que mucha gente lo abriese y un contenido estúpido y superficial, y que, sin embargo, se hizo viral. El artículo proporcionó tanto dinero a través de la publicidad que generó como el reportaje de investigación, con la diferencia de que, por el segundo, no pagaron casi nada. Luego el redactor me dijo que, por supuesto, iban a seguir haciendo periodismo serio, porque forma parte de su ADN, pero también que tenían que tenerlo todo en cuenta, ya que, desde el punto de vista estrictamente comercial, eso no funcionaba. Decía que serían unos ingenuos si se hiciesen la ilusión de que, invirtiendo en periodismo de investigación y pagándolo bien, también estarían practicando un modelo de negocio. Dicho claramente: ganan dinero publicando tonterías, como hace todo el mundo, por otra parte. Es un problema que los medios de comunicación serios, que constituyen invariablemente el fundamento de una democracia, se detengan cada vez más en ese entorno. Un entorno que surgió cuando la gente empezó a acostumbrarse a no tener que pagar nada por acceder a los contenidos en Internet. Nuestra sociedad se encontrará con graves problemas si todos los contenidos que ofrecen los medios de comunicación dependen del número de clicks que atraigan.
P. Muchas editoriales llevan años intentando conseguir un modelo de negocio digital que funcione. De momento, ninguna lo ha logrado del todo, ni siquiera Jeff Bezos, el director de Amazon, que como es el propietario de The Washington Post también es el que más ha invertido hasta ahora.¿Qué le hace pensar que usted puede tener más éxito?
R. Han pasado cosas que me permiten tener confianza. Por ejemplo, el año pasado, The New York Times aumentó el número de abonados a su edición digital de uno a 1,8 millones. The New York Times puede estar agradecido a Trump por ello. Pero los cambios también indican cosas. En una época como la nuestra, la gente se da cuenta de que hacen falta periódicos serios. Y, en relación con esto, en algunos sectores se está imponiendo la idea de que para eso hay que pagar, porque lo que llega a través de los medios de comunicación que funcionan a base de publicidad es basura. The Guardian ha hecho un llamamiento a los lectores de su edición digital para que hagan aportaciones económicas, y les está yendo bien. De todas maneras, el periódico sigue teniendo graves problemas financieros. No creo que esa sea la única solución.
P. En el caso de WikiLeaks hay motivos para preguntarse de qué manera pueden verificar los periodistas la información que esa plataforma pone a su alcance y, sobre todo, sus fuentes. ¿Se ha convertido en un instrumento de los más diversos servicios secretos?
R. Parece evidente que sí; que, efectivamente, así es. Wikileaks puso al alcance el mecanismo para piratear y filtrar los correos electrónicos de Hillary Clinton. Vivimos en una época en la que cualquiera que tenga un lápiz de memoria puede copiar cantidades inmensas de datos y publicarlos en Internet. No podemos excluir que vaya a pasar. Supongamos que un loco, por pura maldad, hace públicos 50 gigas de mensajes privados de Facebook, así, sin motivo. Quién sabe qué podría pasar. No tenemos muchos medios para evitar que suceda algo así. Seguro que las empresas relacionadas con las tecnologías de la información tienen buenos mecanismos de seguridad, pero no son perfectos. Siempre habrá un Edward Snowden capaz de piratear los datos.
P. Señor Wales, ¿se arrepiente alguna vez de haber convertido Wikipedia en una fundación en vez de haber comercializado la enciclopedia? Si lo hubiese hecho, a estas alturas formaría parte del club de los megamillonarios de las tecnologías de la información.
R. [Risas] La verdad es que solo lo pienso cuando los periodistas me lo preguntan, lo cual ocurre continuamente [risas]. Voy a decirle por qué me gusta mi vida tal como es. Aquí, en Londres, hay muchos bancos que amasan toneladas de dinero, mucho más de lo que yo veré en toda mi vida. A mí me parece de lo más aburrido. Mi vida, en cambio, es interesante. Nunca me habría podido imaginar, ni siquiera a los 30 años, que me iba a reunir con el jefe de la censura china en una misión diplomática para hablar con él de la importancia de la transmisión de conocimiento en el mundo. Mi vida es fantástica, tengo posibilidades increíbles, puedo transmitir ideas. Eso es un privilegio enorme. Nunca la cambiaría por una tediosa vida de multimillonario. Tendría montones de dinero, me vería obligado a trabajar en una empresa aburrida. No, no cambiaría mi vida por eso. Lo que yo hago es mucho más emocionante.

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