sábado, 3 de junio de 2017

La historia de la semana: La batalla de un padre por evitar que el lobby LGTB manipule a su hija

Actuall - actuall.com
La entrevista que Tamara García Yuste le ha hecho a Enrique Saez, el angustiado padre de Elena, una niña de 12 años que va camino de convertirse en niño, bajo presión de la madre y del lobby LGTB, refleja perfectamente dos de los más graves ataques que está recibiendo la familia en la era de la postverdad.
Por un lado, la ideología de género -que llega al colmo con la pretensión de entrar en la infancia, como un elefante en una cacharrería-; y por otro, la disolución del matrimonio y el enfrentamiento hombre-mujer.
Los dos ataques están relacionados. Porque el drama que está viviendo Enrique comenzó cuando se divorció de su esposa después de que ésta le amenazara por violencia de género. Y como suele suceder en muchas rupturas, los hijos se convierten en munición en la guerra interminable que mantienen los ex cónyuges.
Como el propio Enrique dice en la entrevista, si la pequeña Elena lleva un tiempo con la comezón de cambiarse de sexo, es porque la madre presiona. A ningún menor se le ocurre de motu proprio preguntarse por su identidad sexual -entre otras cosas porque antes del despertar sexual de la pubertad, ni se les pasa por la imaginación-.
Pero cualquiera para ahora el proceso, con Elena en manos de la madre, que acusa al padre de maltratador, y con unas leyes de cariz feminista que dejan al varón completamente indefenso frente a la mujer.
Tanto en la crisis del matrimonio, como en la ideología de género, (frutos de la revolución sexual de los años 60) la gran víctima es el niño. 
En el siglo XX, los pequeños se libraron de terribles peligros del pasado -como el trabajo extenuante en minas y fábricas, los castigos corporales, la mortandad de los partos o de las enfermedades infecciosas-.
Nunca antes en la Historia, el niño ha disfrutado de más seguridad y más bienestar. Excepto en el sitio más insospechado: la propia familia. La píldora anticonceptiva primero y el aborto después han convertido el lugar más seguro de la Tierra -el útero materno- en una trampa mortal.
Pero tampoco el hogar es ya lo que era. Las leyes de Occidente del último medio siglo han deconstruido la institución matrimonial, dejando al niño en la picota. Como explica Francisco José Contreras en el libro La batalla por la familia en Europa, el Derecho ha fomentado durante siglos que “la convivencia heterosexual, monógama y duradera no (sólo) por razones morales o religiosas -el matrimonio es muy anterior al cristianismo- sino porque éste tipo de parejas presumiblemente engendrarían hijos antes o después, y debían permanecer unidas para criarlos”.
El matrimonio estaba para perpetuar la especie, la unión y la estabilidad de la pareja eran la garantía de la crianza y la educación de los hijos.
Pero las leyes divorcistas se han llevado todo esto por delante y el matrimonio homosexual le ha puesto la puntilla. “Extender a las parejas del mismo sexo el reconocimiento simbólico que implica la institución matrimonial significa que los niños ya no están conceptualmente en el centro de la escena” añade Contreras.
El niño es, por tanto, la gran víctima de esa subversión antropológica. La huella que las crisis conyugales o la deconstrucción del matrimonio deja en el equilibrio psicoafectivo del pequeño es difícil de borrar.
En la entrevista concedida a Tamara, el padre explica como la doble tenaza de la ley de violencia de género y la ideología de género le han llevado a un callejón sin salida. Teme perder a su hija y que acabe siendo manipulada por el lobby LGTB, lo que pondría en peligro la felicidad futura de la pequeña.
La historia de Enrique y su hija Elena tiene mucho que ver con la última gran campaña de HazteOir.org. Porque la defensa de los derechos de los niños, ha sido el leitmotiv del famoso autobús naranja y del libro que no quieren que leas: ¿Sabes lo que quieren enseñarle a tu hijo en el colegio? Las leyes de adoctrinamiento sexual.
En ningún momento ha cuestionado HO la libertad de cada quien para hacer de su vida personal -incluida la sexualidad- lo que le plazca. Y ha dejado claro que no va contra nadie; que respeta a los homosexuales, ya que como personas tienen una dignidad inviolable.
Lo único que cuestiona es el adoctrinamiento de los niños en las aulas, atropellando derechos básicos -reconocidos en la Constitución- como el de los padres a la educación de los hijos, o el derecho a la libertad de expresión.
La ideología de género se ha convertido en el instrumento del flautista de Hamelin. Y como padres no estamos dispuestos a tolerarlo.
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