miércoles, 2 de agosto de 2017

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Turquía detiene a casi mil personas en sólo una semana | Internacional | EL PAÍS

Turquía detiene a casi mil personas en sólo una semana

Más de la mitad de los detenidos son sospechosos de estar vinculados a la cofradía de Fethullah Gülen y el golpe de Estado del año pasado, y el resto son en su mayoría insurgentes kurdos y militantes del ISIS

Miembros de la oposición hablan a la prensa, a finales de julio en Estambul.

Miembros de la oposición hablan a la prensa, a finales de julio en Estambul.  AFP



Para contar las detenciones que se producen a diario en Turquía no bastan las unidades ni las decenas. Sólo en la última semana 921 sospechosos de “terrorismo” han sido capturados por la Policía y la Gendarmería tras 1.157 operaciones llevadas a cabo en todo el país, según informó este lunes el Ministerio del Interior en un comunicado. De ellos, 593 son considerados parte de la red del predicador Fethullah Gülen, al que se acusa de orquestar el intento de golpe de Estado del pasado año; 243 acusados de lazos con “organización terrorista separatista”, como se suele referir el Gobierno turco al grupo armado Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK, por sus siglas en kurdo); otros 28 de pertenecer a “grupos terroristas de izquierda” y 57 al Estado Islámico (ISIS, por sus siglas inglesas). Además de las detenciones, los agentes se han incautado 38 armas de largo alcance, 600 kilos de precursores de explosivo, 165 granadas de mano y 97 minas y bombas de fabricación casera. No se trata de una semana con más movimiento del habitual pues en todo el mes de julio han sido detenidas más de 4.500 personas por cargos de terrorismo.
El Gobierno de Ankara reclama más cooperación de sus socios occidentales precisamente por esa condición de estar en el punto de mira de diversos grupos armados, pero lo cierto es que desde que, a raíz de la sublevación militar del año pasado se declarase el estado de emergencia, las detenciones se cuentan por millares y la etiqueta de “terrorista” se aplica con liberalidad no sólo a aquellos que realmente tratan de atentar contra el orden establecido —que los hay— sino también contra todos aquellos que se oponen al Ejecutivo islamista. Sólo en relación con la fallida intentona golpista, más de 50.000 personas han sido arrestadas y se hallan en prisión preventiva y otras tantas se enfrentan a investigaciones judiciales. Todo aquel que haya pertenecido o mostrado simpatía con la vasta red del predicador Gülen —actualmente exiliado en EE UU— es automáticamente sospechoso, pese a que durante casi una década, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) del presidente Recep Tayyip Erdogan y la cofradía gülenista fueron uña y carne.
Asimismo, desde la ruptura del proceso de paz que negociaban el Gobierno y el grupo armado PKK en julio de 2015, la guerra ha retornado al sudeste kurdo con inusitada violencia. Aunque el Estado ha logrado restablecer el control de los barrios y localidades en que los insurgentes kurdos se habían alzado en armas, los combates se reproducen de forma esporádica, especialmente en las zonas fronterizas con Siria —cuyo norte está controlado por la milicia hermana del PKK, las Unidades de Protección Popular (YPG)— e Irak, donde el grupo armado kurdo tiene bases en el macizo montañoso de Kandil, en la región yazidí de Sinyar y en la cordillera fronteriza con Turquía. Precisamente este lunes, cazas de las Fuerzas Aéreas bombardearon en esa zona supuestas posiciones del PKK. En las últimas cuatro semanas, los combates contra las fuerzas de seguridad turcas y las operaciones antiterroristas emprendidas por estas se han cobrado la vida de 120 militantes armados, en su mayoría del PKK, y una decena de militares turcos. Según el recuento de International Crisis Group, desde la reanudación de las hostilidades hace dos años, casi 3.000 personas han fallecido en los enfrentamientos entre los rebeldes kurdos y el Estado: al menos 400 civiles, cerca de 1.400 militantes del PKK y aproximadamente un millar efectivos de las fuerzas de seguridad turcas.
Igualmente, la Policía turca ha incrementado la presión contra las células del ISIS en el interior del país para evitar que ocurra como el pasado año, cuando una cadena de atentados con el sello de la organización yihadista sembró el terror en las principales ciudades del país y ahuyentó el turismo. En todo julio, cerca de 500 presuntos militantes del ISIS han sido detenidos en Turquía. A principios de mes, por ejemplo, se desbarató un supuesto plan del grupo yihadista que hubiese consistido en atentar contra la Marcha de la Justicia iniciada por la oposición y hacerlo pasar por un ataque de miembros del gobernante AKP a fin de sembrar inquina en la polarizada sociedad turca.


Precisamente por ello, ha sido muy criticada la reciente decisión de un tribunal turco de suspender la prisión preventiva que pesaba sobre Burhan Gök, uno de los acusados de participar en el atentado contra un mitin del principal partido kurdo de Turquía en 2015, en el que murieron 4 personas. Gök continua imputado en la trama del ataque —que se sospecha fue cometido por la llamada célula del ISIS de “los Dokumaci”— pero se le ha puesto en libertad sin ninguna medida cautelar, ni siquiera la prohibición de viajar al extranjero, pese a que hay pruebas que lo vinculan también con Ibrahim El Bakraoui, uno de los atacantes implicados en los atentados de Bruselas de marzo de 2016, en los que murieron 35 personas y más de 300 resultaron heridas.
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