sábado, 2 de septiembre de 2017

La historia de la semana: Tanto feminismo para acabar en el kamasutra

Actuall - actuall.com

En el primer gobierno de la democracia, presidido por Adolfo Suárez en 1977, no había ni una sola mujer. Aunque cada vez su presencia era mayor en las aulas universitarias y en el mundo laboral, apenas existían ejecutivas de grandes empresas.
Hubo que esperar cuatro años (hasta 1981) para que una mujer llegara a ser ministra de un Gobierno en España. Se trataba de Soledad Becerril, titular de Cultura en el Ejecutivo de Calvo Sotelo.
Ni siquiera había mujeres en el primer Gabinete de izquierdas que llegaba al poder desde la II República -el formado por el socialista Felipe González en 1982-. Todos sus ministros eran varones.
Cuatro décadas más tarde, la mujer deja en minoría al varón en las universidades; triunfa en el mundo laboral (desde los puestos más humildes hasta profesiones liberales, como jueces, médicas); lleva la batuta en medios de comunicación (singularmente en televisión); y está al frente de grandes empresas y por supuesto en el Gobierno (cinco de los trece ministros del actual Gabinete de Mariano Rajoy son mujeres, una de ellas tan poderosa como la ‘Vice’, Soraya Saez de Santamaría).
Esta evolución refleja un espectacular cambio social (para bien) en la legítima demanda de igualdad de oportunidades. Sin necesidad de cuotas paritarias añadidas, ni privilegios especiales (y gravemente injustos como la legislación de violencia de género), la mujer ha logrado conquistas sociales impensables en la España de finales del franquismo.
Pero no todos entienden así el empoderamiento de la mujer. Para un mercado tan influyente como el de las revistas femeninas, la liberación ha quedado en un catálogo de técnicas para alcanzar orgamos duraderos, trucos para ser infiel a la pareja o apología de la poligamia (eufemísticamente rebautizado con un término fashion: poliamor).
Basta repasar las portadas y los contenidos de algunas publicaciones para chicas. Desde Cosmopolitan a Mujer Hoy, pasando por Harper Bazaar o Woman. Junto a reportajes de viajes a destinos exóticos, consejos de belleza, u ofertas de shopping, encontramos apología del sexo anal o manuales para ser la ‘namberuan’ en sexo oral…
Tamara Garcia Yuste ha echado un vistazo al kiosko y ha recopilado, en un reportaje que te adelanto como suscripor de Actuall, lo que muchas revistas femeninas entienden de liberación de la mujer https://www.actuall.com/familia/revistas-femeninas-esta-la-nueva-mujer-empoderada/
Tras esos contenidos subyace una filosofía muy concreta. La de la mujer single, soltera, volcada en la carrera profesional, consumista, que mira con recelo al varón -al que suele considerar o como un pasatiempo banal o como un incordio-. Y no digamos al matrimonio: como llega a titular una de esas publicaciones… “casarse es malo para la salud”.
Y que ha descubierto en el erotismo ‘soft’ una vía de escape a la frustración.
Al menos eso es lo que venden los textos de esos reportajes, y eso es lo que compra el perfil de lectora al que van dirigidos.
Una filosofía que conecta paradójicamente con el feminismo más rancio, el que en los años 70 enarbolaba la famosa y delirante frase: “Una mujer necesita a un hombre, como un pez a una bicicleta”, atribuida durante décadas a la aguerrida activista Gloria Steinem (en realidad, era de una política australiana Irina Dun).
El tiempo pone a todo el mundo en su sitio -incluyendo a rancias feministas como la señora Steinem- y demuestra que muchas de aquellas feminazis lo que querían no era la igualdad sino la revancha, que no es lo mismo.
El siglo XXI está siendo el siglo de la muerte (o al menos destronamiento) del varón, decretada por la entente feminismos- Ideología de Género.
Aunque quizá no deberíamos estar tan seguros. ¿Realmente es la mujer la que sale ganando en esta guerra sin cuartel contra el varón?
Te dejo con un dato. Quienes dirigen la mayor parte de esas revistas son mujeres (y el 90% de sus reporteras lo son). Pero quienes se sientan en el trono de los editores y propietarios son casi sin excepción varones.
¿O es simple casualidad?
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