miércoles, 15 de noviembre de 2017

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Día Mundial de los Niños: El club de los pequeños ‘gaiatos’ | Planeta Futuro | EL PAÍS

El club de los pequeños ‘gaiatos’

Esta es la historia de Marta, una madre de 19 años y su pequeña Analaisa, a la que finalmente renunció y dejó en el orfanato donde la autora es voluntaria

Marta y su hija Analaisa en Casa Do Gaiato, Mozambique.

Marta y su hija Analaisa en Casa Do Gaiato, Mozambique. 







El guionista oculto de mi aventura en África no negocia treguas ni como detalle de bienvenida. Más de un año soñando con volver a Casa do Gaiato y cuando piso al fin esta tierra roja y adictiva, oigo voces que no me resultan familiares. Llantos infantiles en un lugar donde nunca hubo bebés. ¿Entonces?
Las sorpresitas levantan pocos palmos del suelo y viven en un verçario, (sala de cunas) improvisado dentro de Casa Esperança, su enfermería y mi hotel. Nicolas y Dias, dos gemelos de siete meses, y Martinha, una bebé de cuatro, descansan al cuidado de Sakina y Gina las mujeres que combinan turnos de 24 horas para velar el sueño de los niños y pautar papillas y jarabes. Casa do Gaiato es un orfanato masculino para chicos a partir de los tres años. Son muchachos de la calle, abandonados, enfermos, con familias sin recursos o en situación de extrema vulnerabilidad. Aquí, en los distritos de Boane y Namaacha, 40 kilómetros al sur de Maputo capital de Mozambique, la vida es más que nunca aquello que acontece mientras vamos agendando planes.
Las voces se han corrido a favor del goteo. En la zona todos saben que Casa do Gaiato jamás negará su ayuda a un niño. Una mañana apacible la pequeña Analaisa se une al nuevo club de los bebés. Llegó a la Casa con una camiseta y un pañal gastados en brazos de su madre, una joven de 19 años llamada Marta de Graça. Les acompañaba George, trabajador social. Se tienen la una a la otra como único equipaje. Analaisa es una niña asustadiza que aborrece a las mujeres blancas, a juzgar por cómo llora cada vez que algún mulungo (blanco) acaricia esa piel demasiado áspera para su corta edad. Camina a trompicones. Cuando la madre dice que la criatura come de todo, entendemos que come lo que puede. Es fácil suponer que Analaisa no recuerde su última digestión. Parece ser que Marta, la madre, no tiene a nadie en este mundo. En su relato, tan duro como exento de dramatismo, hay un poco de todo y nada es fácil. Padres muertos, una escolarización fugaz, hambre, soledad, malos tratos, violencia sexual, supuestas verdades y muchas contradicciones. La historia oficial son unos documentos desgastados con algún que otro desgarro, que reflejan la vida de Marta Graça, un puzle donde faltan muchas piezas y las que están, no encajan.
Cuando la madre dice que la criatura come de todo, entendemos que come lo que puede
A las periodistas voluntarias que ayudamos estos meses en Casa do Gaiato nos toca acompañar en las investigaciones. Tanto Florencia, la mamá de los gemelos como Argentina, progenitora de Martinha, son conocidas acá. La Casa tramita la manera de que algunas familias se ocupen de los niños en modo de acogida para adoptar lo antes posible, pero eso no depende de Casa do Gaiato. Con Marta de Graça es mucho más confuso. Toca recorrer aldeas llamando buscando su pasado, llamando a algunas casas que parecen haber sido su hogar ocasional.
"¿Conocen a esta chica?", pregunta varias veces el trabajador social. Parece que les suena, pero la dispersión en sus respuestas denota pocas ganas de hacerse cargo de ella. Recorremos Boane, Machava, Khongolota… Oscurece cuando Marta recoge una mochila con poco más que un revoltijo de ropa. Volvemos a Casa do Gaiato. Madre e hija van a dormir allí. Antes de cenar toman un baño. La noche promete ser reparadora para las dos.
La joven insiste en que va a encontrar trabajo para recuperar a su pequeña Analaisa
Por la mañana regresamos a uno de los barrios de Khongolota donde un señor, que ella identifica como amigo, promete hacerse cargo hasta que Marta se valga por sí misma. La joven insiste en que va a encontrar trabajo para recuperar a su pequeña Analaisa. Le compramos un teléfono de gama muy básica, una estera para descansar en la cocina, (la casa solo tiene un dormitorio), y recibe algún dinero de parte de la Casa. Tres días después, Marta de Graça renuncia a cualquier derecho sobre su hija y así lo firma ante las autoridades.
La pequeña Analaisa, sufre desnutrición, a veces tiene fiebre, tose mucho y duerme sin parar. Las pruebas de malaria y HIV son por suerte negativas. Aunque no lo sepa todavía, es la reina de la casa, pero sigue sin aceptar caricias blancas.

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