miércoles, 15 de noviembre de 2017

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“Tenemos el deber histórico de no permitir un nuevo Gobierno de Piñera” | Internacional | EL PAÍS

CAMILA VALLEJO | EXLÍDER DEL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL CHILENO

“Tenemos el deber histórico de no permitir un nuevo Gobierno de Piñera”

La candidata al Congreso chileno analiza el escenario político y asegura sentirse conforme con su apuesta por la institucionalidad

La candidata Camila Vallejo en 2014.

La candidata Camila Vallejo en 2014.  EFE



Pasó de principal figura del movimiento estudiantil en 2011 a diputada en 2014.Camila Vallejo (Santiago de Chile, 1988) vuelve a postularse al Congreso por el distrito 12, de la zona sur de la capital. Tras haber estado en la oposición desde el retorno a la democracia, su partido, el comunista, se sumó al oficialismo con la creación de la Nueva Mayoría, la coalición de Michelle Bachelet en su segundo Gobierno (2014-2018). En medio de la campaña y a cuatro días de las elecciones parlamentarias y presidenciales del domingo, en las que la derecha lleva la ventaja, la geógrafa analiza el escenario político y asegura sentirse conforme con su apuesta por la institucionalidad.“Ha valido la pena entrar a luchar desde el Congreso y pelear la reforma educacional desde adentro”, afirma.
Vallejo ha debido, sin embargo, pagar determinados costos. Los diputados Gabriel Boric y Giorgio Jackson, exlíderes estudiantiles y dirigentes de la nueva coalición de izquierda Frente Amplio, lideran las listas de los políticos mejor valorados. La diputada, en cambio, ha tenido altos niveles de rechazo.
“No es lo mismo una parlamentaria que fue dirigente estudiantil, de la Nueva Mayoría y mujer que un parlamentario que fue dirigente estudiantil, pero que es independiente y hombre”, explica en una cafetería del centro de Santiago. “Hay muchas críticas que vienen hacia mí que tienen más relación con ser mujer, comunista y estar en la Nueva Mayoría que con lo que hago”.
Pregunta. En este segundo Gobierno de Bachelet, ¿se lograron las reformas educativas con las que usted soñaba cuando era dirigente estudiantil?
Respuesta. Comparando nuestras peticiones de 2011 con lo que hemos avanzado, hemos logrado más del 90% de nuestras demandas. Obviamente, a una siempre le hubiese gustado avanzar más rápido o que hubiesen salido mejor planteadas, pero sin lugar a dudas hemos avanzado. La gratuidad en le educación superior es el mayor ejemplo: 257.000 personas estudian gratis. En 2018 el beneficio tendría que llegar a 350.000.
P. ¿Bachelet cumplió en materia de educación?
R. Está cumpliendo, porque todavía le falta terminar su mandato y tenemos tres proyectos de ley que están en trámite. Pero Bachelet comenzó a desmantelar la educación de mercado de Pinochet.
P. La coalición después de cuatro años terminó quebrada, con dos candidatos presidenciales. ¿Fracasó la Nueva Mayoría?
R. No, en lo absoluto. Fue una convergencia de fuerzas políticas que entendieron la necesidad y responsabilidad de iniciar un nuevo ciclo de cambios profundos en Chile. Cuando empiezas a cuestionar y romper con ciertos privilegios de clase que no estaban tocados, las fuerzas políticas se tensionan.
P. ¿No considera un desastre la ruptura del centro y la izquierda, dos sectores que estaban unidos desde la oposición a la dictadura?
R. Era una de las posibilidades. Yo no veo como una tragedia el cambio de correlaciones de fuerzas, que unos se salgan y que otros entren, que haya distanciamientos. Lo observo como una dinámica propia de la política y no me asusta. No lo veo como algo peligroso. Era evidente que en un periodo de Gobierno donde nos la jugamos por cambios más profundos, por apuntar a combatir ciertos privilegios, el sector más conservador de la coalición —que no está solamente en la Democracia Cristiana— no iba a estar a gusto.
P. ¿Cuál es su opinión del Gobierno de Bachelet que termina?
R. Ha sido un Gobierno con pros y contras. No podría decir que el 100% de las cosas que se han hecho son de mi total gusto. Pero valoro profundamente cosas que hemos logrado hacer en materia educacional, laboral, tributaria, de los derechos de la mujer. Justamente, porque se han dado pasos importantes es que ha tenido grandes complejidades. Nadie puede esperar que al iniciarse un proceso de cambios profundos las aguas iban a estar quietas.
P. La idea de que en Chile la población vive un intenso malestar comienza a ponerse en duda. ¿Bachelet y su coalición se equivocaron de diagnóstico?
R. Uno conversa con cualquier persona en la calle —sea de derecha, izquierda, de centro o no se defina políticamente— y todos tienen un diagnóstico similar: que en Chile hay desigualdad, injusticia social, concentración del poder, privilegios para muchos, que no se han garantizado derechos fundamentales para otros, que no se ha valorado el esfuerzo de muchas familias trabajadoras. El diagnóstico, por lo tanto, se sigue sosteniendo.
P. Pero el Gobierno tiene un respaldo de un 23%.
R. Probablemente, muchos de los cambios que se han hecho todavía están en proceso de implementación y no a todos les han llegado todavía. En la medida que los cambios todavía no llegan a la casa, no se valora la gestión de un Gobierno.
P. Si Bachelet y su coalición hicieron el diagnóstico correcto, ¿cómo se entiende que la derecha tenga altas probabilidades de ganar La Moneda?
R. Estoy segura de que vamos a ganar las elecciones [con Alejandro Guillier]. Confío en la altura de miras que tendrán las fuerzas progresistas y de izquierda para ir unidas a segunda vuelta.
P. ¿De verdad lo cree posible?
R. Lo creo posible. Si no viene por iniciativa propia de los dirigentes de las otras candidaturas presidenciales, gran parte de las militancias o de gente independiente que apoya a los otros postulantes va a concurrir a votar por Guillier. Creo que una parte importante entiende la responsabilidad histórica de no permitir que nuevamente gobierne Sebastián Piñera.
P. ¿Piensa que Piñera es un riesgo para el país, como se señaló hace algunas semanas desde el círculo de Guillier?
R. Un eventual Gobierno de Piñera significaría un retroceso significativo a los avances que hoy en día benefician a una gran parte de nuestra población y reforzaría el gran problema que tiene Chile, que es la concentración del poder económico y el libertinaje de la clase empresarial.
P. Piñera tampoco es la derecha fascista, como dijo un dirigente democristiano.
R. Está bien. Ante una candidatura presidencial como la de José Antonio Kast, que es recalcitrantemente fascista, Piñera aparece como más moderado. Pero hay que fijarse en los partidos y dirigentes que lo respaldan. La presidenta de la UDI [Unión Demócrata Independiente], por ejemplo, insiste en proteger a los presos de Punta Peuco [condenados por violaciones a los derechos humanos].
P. La derecha está fuerte para estas presidenciales. ¿Cuál es la autocrítica de la izquierda? ¿Qué no hicieron bien para fortalecer el respaldo social de su Gobierno?
R. Creo que hubo un problema político y comunicacional grande. No hubo una estrategia comunicacional definida y decidida, sobre todo en los primeros años, para defender lo que estábamos haciendo en todas las áreas. Por otra parte, la izquierda debe hacer una autocrítica transversal por nuestra falta de capacidad para generar espacios de convergencia y de trabajo conjunto a pesar de nuestras naturales diferencias.

“COINCIDIMOS EN MUCHO CON EL FRENTE AMPLIO”

P. ¿Qué opina del Frente Amplio, la nueva coalición de izquierda que aspira a reemplazar al oficialismo?
R. Me parece muy positivo e interesante lo que está pasando. Nosotros en el Partido Comunista lo intentamos durante mucho tiempo y nos costó mucho generar una tercera fuerza política de izquierda. Hoy en día están logrando hacer converger un sector político y social que no tenía una clara representación. Con el Frente Amplio tenemos muchas coincidencias programáticas y miradas estratégicas de futuro.
P. A los comunistas y al Frente Amplio los une una mirada crítica hacia la transición, liderada por el gran arco de centroizquierda que fue la Concertación.
R. Fue una transición muy larga y de reiteradas renuncias. Se renunció en varias oportunidades a restablecer y recuperar lo que el pueblo había logrado conquistar de manera democrática.

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