miércoles, 13 de diciembre de 2017

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La salud global en diez documentales

El Festival de cine documental Global Health Film Festival, celebrado en Londres, repasa el estado sanitario del planeta con historias en primera persona

La salud global en diez documentales

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Una radiografía del estado de salud del mundo, los avances y retos que quedan por abordar. Esto es lo que se ha mostrado en la tercera edición del Global Health Film Festival, celebrado el pasado fin de semana en Londres, a través de 30 películas, talleres y actividades de realidad virtual. 
Con el apoyo de la Fundación Bill y Melinda Gates y la revista The Lancet, este festival reúne a profesionales de la salud, miembros de la sociedad civil y cineastas de todo el mundo. Su grandeza reside precisamente en acercar temas complejos a la audiencia y así ser catalizador de cambio. “El cine tiene el enorme poder de humanizar, de generar empatía”, indicaba en una de las ponencias Andre Heller Perache, director de programas de Médicos sin Fronteras (MSF) en Reino Unido. La salud pública ya no se debate exclusivamente en los ámbitos académico y científico, ahora se utilizan nuevas narrativas para llegar a una audiencia más amplia.
Uno de los principales temas abordados ha sido el riesgo de las epidemias. Unseen Enemy (2017) examina cómo el crecimiento de la población, el cambio climático y, en definitiva, la globalización, han incrementado la posibilidad de que bacterias patógenas se diseminen y muten, así como de que aparezcan otras nuevas. A través de las lecciones aprendidas tras el ébola, el zika y la gripe se analiza esta amenaza invisible. El lado bueno de esta historia es el trabajo de los profesionales que tratan de marcar la diferencia para proteger a países enteros. El malo es que, según los expertos, nos encontramos lejos de estar preparados para una pandemia global. No es fácil frenar lo que todavía no existe
Por su parte, Resistance (2015) explora el declive en la eficacia de los antibióticos y la creciente presencia de bacterias que dejan de ser sensibles a sus efectos. Naciones Unidas calcula que de no poner remedio, esta resistencia se cobrará más de 10 millones de vidas en 2050. A través de historias personales y estudios científicos, el documental muestra cómo se ha llegado hasta este apunto y por qué es urgente frenar el uso abusivo de antibióticos.
La tecnología puede ayudar a resolver muchos de estos problemas, pero no sin dilemas éticos. Al menos así lo explica el documental The Life Equation (2016), que cuenta la historia de la guatemalteca Crecencia Bush, enferma de cáncer de cuello uterino muy avanzado. La cinta expone que el coste de su tratamiento es de 10.000 dólares, una cantidad con la que se podrían financiar miles de citologías cérvico-vaginales para prevenir la enfermedad en otras mujeres. ¿Qué hacer? Las decisiones basadas en algoritmos podrían transformar la realidad de mil millones de personas sin acceso a sanidad universal. Sin embargo, los pacientes como Crecencia no son simples estadísticas, plantea la película, y decidir quién se queda fuera de esta revolución no es sencillo.
También se han presentado otros enfoques innovadores, como en el caso del documental Resiliencie (2016), que profundiza en la idea de que las experiencias infantiles adversas –maltrato, abusos, abandono– pueden incrementar las posibilidades de padecer enfermedades cardíacas, cáncer, drogadicción y depresión en adultos jóvenes. Partiendo de esta base, médicos, educadores y trabajadores sociales en Estados Unidos ayudan a padres y niños a romper este ciclo.
La salud mental de los refugiados y migrantes es otro problema de salud pública. En Born in Syria (2016), siete niños narran el viaje que les ha llevado desde sus países en guerra hasta Alemania, pasando por Hungría y otros territorios donde no son precisamente bienvenidos. Según datos de Unicef, 8,4 millones de menores necesitan ayuda humanitaria debido al conflicto en Siria. Esto tiene efectos devastadores en su salud y bienestar. “Está demostrado que trauma y salud mental van unidos, es fundamental ofrecer mayor atención psicológica a los refugiados; en la mayoría de campamentos este apoyo es inexistente”, recordó en un coloquio posterior a la proyección de la película, Mohammed Al-Uzri, profesor de psiquiatría en la Universidad de Leicester
Fears of a Seven year-old (2017), mostró otra cara de la crisis migratoria. Relata la historia de una niña y su madre embarazada en el asentamiento de Zaatari en Jordania, el campo de refugiados con la tasa de mortalidad materna más baja del mundo. Un éxito que se consigue gracias al trabajo del Fondo de Naciones Unidas para la Población. El documental abre un debate sobre la dificultad para mantener estas acciones después de que Estados Unidos, principal donante de la institución, haya cortado toda financiación a ese programa. “El mensaje subyacente de mi película es que la retirada de fondos tendrá consecuencias en la salud reproductiva de los más vulnerables; estoy muy decepcionada con el Gobierno estadounidense”, señaló la directora Lauren Anders Brown.
El cartel del festival puso el foco principalmente en los nuevos retos, pero también dejó espacio al tratamiento de enfermedades de sobra conocidas y que, poco a poco, se van liberando de su estigma. Es el caso del VIH. Our Hands(2015) se sitúa en Neno, Malawi, una de las primeras comunidades de África subsahariana en recibir el autotest sanguíneo de detección del virus sin necesidad de ir una clínica. Una avance crucial, ya que muchas personas no se plantean hacerse la prueba por miedo a ser reconocidos por sus vecinos o por falta de medios. En la actualidad, 36,7 millones de personas viven con el VIH, pero casi un tercio no lo sabe.

Superar la adversidad

Pese a que algunas de las historias arriba mostradas pueden parecer fatalistas, el componente común es la esperanza. Esta es la esencia de It Is Not Yet Dark(2017), largometraje basado en el libro de Simon Fitzmaurice. Colin Farrell pone su voz a la historia de este director de cine irlandés diagnosticado con la enfermedad de la neurona motora, una afección que provoca la parálisis del cuerpo. Fitzmaurice no puede hablar, tragar o respirar sin ayuda artificial, pero sí puede sentir y continuar con su carrera de cineasta. El arranque del filme lo dice todo: “La peor parte de vivir con esta enfermedad es la distancia con mis seres queridos, la mejor parte es la de vivir, adoro estar vivo”.
En esta misma línea se enmarca City of Joy (2016). Narra una historia diferente de República Democrática del Congo, plasmando la amistad que surge entre tres mujeres, Denis Mukwege, candidata al Premio Nobel de la Paz en 2016, la activista por los derechos de las mujeres Christine Schuler-Deschryver y la feminista Eve Ensler, autora de los monólogos de la vagina. A pesar de vivir en uno de los lugares del mundo peor considerado para ser mujer, están decididas a crear un nuevo país en el que las propias víctimas de abusos y violaciones alcen la voz y lideren el cambio.
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Muchas de estas películas recuerdan que lidiar con la muerte forma parte de la vida, pero The Children of The Noon(2017) lo hace desde una óptica especialmente sincera. En un pequeño pueblo de Kenia la cámara filma el día a día de un el grupo de niños y adolescentes en el orfanato de Nchiru. Sus conversaciones, sus juegos y travesuras marcan el ritmo del documental hasta que se produce la muerte repentina de uno de los chicos. Es entonces cuando aflora el dolor por su pérdida, pero también lo hace la amistad incluso la esperanza. La vida misma.

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