martes, 23 de enero de 2018

LA FRUSTRACIÓN SE HA APODERADO DEL FUTURO ▼ Menores: ¿Qué hacemos con los niños asesinos? | Opinión | EL PAÍS

Menores: ¿Qué hacemos con los niños asesinos? | Opinión | EL PAÍS

¿Qué hacemos con los niños asesinos?

El mal recorre a veces su camino sin que logremos respuesta a la pregunta: ¿por qué?



Vecinos de los fallecidos observan la esquela de los dos ancianos muertos.  FOTO: EFE / VÍDEO: ATLAS





Lucía y Rafael podían haber muerto de pura vejez, él antes que ella o ella antes que él, como cualquier matrimonio que dirime esta cuestión como la más importante tras compartir una vida y, en este caso, una edad: 87 años. Pero dos chavalillos de 14 y otro de 16 entraron supuestamente en su piso de Otxarkoaga, les golpearon y acuchillaron con ensañamiento y brutalidad hasta matar a los dos, juntos y a la vez, dejándonos un charco de sangre y preguntas distintas a la que cualquier pareja longeva se suele plantear: quién se irá antes, qué pasará si eres tú, qué pasará si soy yo, qué hará el que quede.
Preguntas distintas, dejaron, a las que ninguno podemos responder: ¿cómo pueden matar unos críos a unos seres indefensos que podían ser sus propios aitona y amona? ¿cómo pueden andar sueltos por la vida? ¿es justo que su corta edad les libre del rigor que guarda el Código Penal para los adultos? ¿si son tan crueles y procaces como para matar, no lo deben ser también para pagar por ello?
Las preguntas se han acentuado, además, porque varios barrios de Bilbao se han visto azotados por una salvaje delincuencia infantil que ha incluido: la muerte del futbolista Urrengoetxea, asaltado a las cuatro de la mañana por un chaval de 13 y otro de 16; la violación de una menor por varios chicos, dos de ellos menores; varios asaltos en la calle con pitbuls, porras extensibles y puños americanos, y otros asaltos en viviendas. Varios delincuentes están conectados y otros no.
Las primeras reacciones en el vecindario de Otxarkoaga hablan de un fallo institucional en una zona humilde y conflictiva donde desde hace un par de años se había dado la voz de alarma ante la ola de delincuencia juvenil. El presidente de la Asociación de Familias del barrio reclama un “empujón educativo, asistencial, económico, de empleo, ocio y vivienda” tras el relajamiento de los últimos años. Los supuestos responsables ya han sido detenidos y recluidos en un centro de menores. Pero los dos de 14 años, como los dos responsables del homicidio de Urrengoetxea, han sido definidos como chavales con problemas de integración social.
Otros sucesos no tienen fácil explicación, o simplemente explicación. El asesino de la catana mató a sus padres y su hermana y aún hoy lo intenta explicar en un documental sin que lo logremos entender. Philip Roth noveló en Pastoral americana el descarrilamiento de una adolescente pija que abrazó el terrorismo a los 16 años y que —preguntada por su padre cuando al fin la encontró mucho después quién le había ordenado los atentados de protesta contra la guerra del Vietnam— respondió como si tal cosa: “Lyndon Johnson”. Vean la película de Ewan McGregor, disfruten de su interpretación.
El mal requiere actuaciones públicas, sobre todo previas, para evitarlo con anterioridad. Los mecanismos para ahuyentarlo y favorecer la integración deben funcionar sin descanso. Pero a veces, simplemente, el mal recorre su camino sin que logremos encontrar respuesta a la pregunta más elemental: ¿Por qué? Lo sé: es una gran frustración.

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