viernes, 16 de febrero de 2018

El círculo vicioso de las armas | El Mundo

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El círculo vicioso de las armas

Autor: Dirección
16 febrero de 2018 - 12:00 AM

Aunque es claro que la legislación a favor de las armas es a prueba de masacres, confiamos en que esté próximo el día en que el pueblo norteamericano se dé cuenta de que el drama de los tiroteos no corre por cuenta, únicamente, del número de muertos y heridos sino por la zozobra creciente entre los estudiantes y los maestros.



Marjory Stoneman Douglas High School, una institución de educación secundaria en Parkland, Florida, salió del anonimato el miércoles de la manera más dolorosa posible. En sus pasillos cayeron asesinadas 17 personas y otras 15 resultaron heridas, luego de que Nikolas Cruz, de 19 años e integrante de una organización supremacista, según las autoridades, quien había sido expulsado de ese centro educativo, regresara para cometer la matanza número 18 en lo que va corrido del año, que vuelve a poner en la agenda el debate sobre la laxitud para acceder a las armas en los Estados Unidos.
No sorprende que las reacciones del presidente Donald Trump hayan incluido desviar la atención de la opinión pública hacia “el difícil problema de la salud mental” que aqueja al país y no hubiera hecho mención de la necesidad de controlar el acceso al armamento que su antecesor, Barack Obama, intentó sacar adelante sin éxito. Cuesta trabajo entender cómo Trump planea lograr que hechos como este no vuelvan a suceder, cuando parece evidente que, por ahora, el mandatario no va a traicionar los principios que defiende la Asociación Nacional del Rifle, el mayor grupo de presión en favor de la Segunda Enmienda de la Constitución, que protege el derecho a portar armas de fuego y que fue uno de los mayores impulsores de la candidatura del republicano, a quienes mostró su lealtad cuando, con apenas un mes en la Casa Blanca, decidió suspender la regulación impulsada por el expresidente Obama para impedir que personas con problemas mentales pudiesen comprar armas fuego.
Un reportaje publicado ayer por El País de España señalaba a Cruz, precisamente, como un muchacho con problemas mentales, depresivo sin tratamiento, a quien le temían tanto que le llegaron a prohibir la entrada con mochila a la escuela y que mostraba armas sin reparo alguno, mientras en sus redes sociales publicaba amenazas que nadie llegó a tomar en serio. Una persona con ese historial no debería, bajo ninguna circunstancia, tener acceso a un arma y, sin embargo, la liberalidad norteamericana en esta materia se lo permitió, convirtiéndose en el más reciente protagonista de un patrón en alza y que, paradójicamente, según la prensa norteamericana, genera un efecto contrario al deseado: después de cada tiroteo la gente corre a comprar armas. Un dato escalofriante lo ratifica: el pasado Black Friday, según USA Today, se rompió el record de armas vendidas en un solo día, dos semanas después de la muerte de 26 personas en una iglesia de Texas a manos de Devin Kelley, un exmilitar expulsado de las filas por mala conducta.
No dudamos que los desórdenes sicológicos y emocionales jueguen un papel determinante para que una persona tome la decisión de disparar indiscriminadamente, a lo que el matoneo que parece bullir en las escuelas se une para generar el caldo de cultivo en el que cada vez más jóvenes se convierten en los determinadores de una ola de violencia que ha mostrado cifras record en ese país. Según el FBI, en 2016 se presentaron 17.250 asesinatos, un 8,6% más que en 2015. Pese a todo, la tasa de homicidios apenas llega a 5,3 por cada 100.000 habitantes (muy lejos de los 81,2 de El Salvador y los 59 de Venezuela y Honduras, los tres países con mayor tasa de homicidios en 2016 según InSight Crime) pero sin lugar a dudas, Estados Unidos debe ser el país número uno en tiroteos en escuelas.
Aunque es claro que la legislación a favor de las armas es a prueba de masacres, confiamos en que esté próximo el día en que el pueblo norteamericano se dé cuenta de que el drama de los tiroteos no solo se dimensiona por el número de muertos y heridos sino por la zozobra creciente entre los estudiantes y los maestros quienes saben que esto puede ocurrir en cualquier momento. Es tal el miedo que hicieron habituales los simulacros. El ambiente escolar, que debería ser ajeno a este tipo de amenazas, vive hoy enrarecido. Atrás quedó, para siempre, la percepción de seguridad de la que se ufanaban los norteamericanos antes del 11S y, aunque resulta difícil creer que un país que valora tanto la seguridad siga subordinando el derecho a la tranquilidad al derecho a la libertad de portar armas, no se puede perder la esperanza de que sea Trump, quien alardea de que hace lo que quiere, el que dé un golpe de opinión que cambie el rumbo de la historia. ¿Cuántas masacres más serán necesarias?

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